"La tecnología ha hecho que el factor trabajo haya dejado de contar, en favor del factor capital". La frase no es de ningún economista, sino de John. Tumbado en una colchoneta sobre el suelo, con su voz grave, su cabeza rapada, y su complexión musculosa, John recuerda al coronel Kurtz encarnado por Marlon Brando en la película 'Apocalypse Now' de Francis Ford Coppola.

Y, en cierto sentido, John es como un Kurtz en versión civil. Como el Kurtz de 'Apocalypse Now' (y de la novela que dio origen al filme, 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad), él se ha desvinculado del mundo. Tenía una mujer y dos hijos, y un bar y restaurante en Orlando, la ciudad de Disneylandia, que la crisis de 2008 llevó a la quiebra. Ahora, vive trabajando como cajero en el turno de noche en una tienda abierta 24 horas. John no tiene tan preparado su 'hogar' como otras personas en el túnel. Sus pertenencias son apenas un par de cajas y una colchoneta. Tampoco hace falta mucho más, porque, en el desierto, los túneles son uno de los pocos lugares frescos para dormir. No quiere ni oír hablar de su mujer, y claramente su relación con sus hijos no es estrecha.

Cuando se habla con él, John incurre en contradicciones que dejan claro que la historia que cuenta no es del todo exacta. Personas que le conocen, además, dicen que probablemente sufre un mal común en Las Vegas: adicción al juego. Pero es evidente que es una persona con un nivel de educación considerable, que cita sin equivocarse estadísticas sociales y económicas, y se conoce de memoria hasta los tipos del IRPF y los permisos que hacen falta para abrir un negocio de hostelería en Florida.

Pero John es un ejemplo de algo que está marcando estas elecciones: la desigualdad de ingresos y, sobre todo, la percepción, por parte de la pequeña burguesía y la clase obrera blanca, de que el país que ellos consideraban 'suyo' se ha vuelto en su contra, tanto desde el punto de vista económico, como desde el cultural y el político. La expresión que se usa para referirse a esas personas ya deja clara su consideración social: "White trash", "basura blanca".

A los blancos pobres les va tan mal que, literalmente, se están muriendo. Desde 1999, la tasa de mortalidad entre los blancos de entre 45 y 55 años se ha disparado. Un estudio del Premio Nobel de Economía Angus Deacon demostró que ese aumento de los fallecimientos ha causado medio millón de fallecimientos, es decir, más muertes que la epidemia de sida en los años 80 y 90. Las causas de esas muertes explican por sí solas la situación: suicidio, depresión y abuso de medicamentos. Entre 1999 y 2014, la mortalidad de los blancos sin estudios universitarios creció un 22,35%, si hubiera seguido la tendencia de los 20 años anteriores, habría caído casi un 31%. Desde 2014, el número de pobres y ricos sumado es mayor que el de personas de clase media.