A falta de 29 días para las elecciones presidenciales de EEUU, la mejor radiografía del Partido Republicano se produjo el sábado en Elkhorn, un pueblo de 10.000 habitantes en mitad de ninguna parte en Wisconsin, en el que se celebraba el Festival del Otoño, que ese partido hace todos los años y que organiza el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, que es de ese Estado. Y, además, el republicano con un cargo institucional más alto en EEUU, lo que debería conferirle un prestigio y poder enormes entre sus paisanos.

Allí, en Elkhorn, vestido con un jersey granate, el congresista republicano por Wisconsin John Sensenbrenner subió al estrado y se dirigió a los asistentes: "Gracias por estar aquí. Cada año Paul Ryan hace el Festival del Otoño. Cada año, la gente viene al Festival de Otoño a mostrar su agradecimiento y su apoyo a Paul...".

"¡Ya no!", gritó alguien desde el público. "¡No!" "¡Nunca más!" dijeron otros.

"Vale, si no estáis aquí por todo el programa de oradores...", replicó el congresista."¡No! Estamos con Donald Trump!", le interrumpió otra persona. Y la gente empezó a abuchear.

En realidad, estaban siendo generosos con Sensenbrenner. Cuando Ryan abrió el festival, hubo pitos y palmas. Cuando lo cerró, apenas se podía escuchar su voz por encima del abucheo.

Es la imagen que simboliza la ruptura del Partido Republicano después de la publicación, el viernes, por el diario The Washington Post, de una grabación realizada en 2005 en la que el candidato a la Casa Blanca por esa formación, Donald Trump, declaraba que las mujeres aceptan el acoso sexual cuando éste es realizado por "una estrella", como él.

A día de ayer, 31 de los 215 miembros de ese partido en la Cámara de Representantes, y 17 de sus 31 senadores habían repudiado formalmente la candidatura de Trump. Era un cálculo en buena medida político. Los que se han despegado de Trump son, con contadas excepciones, políticos que afrontan una reelección complicada el 8 de noviembre. Y, ante una elección incierta, no es bueno ponerse del lado de un candidato que defiende el acoso sexual al 53% de los votantes. Porque ésa es la cifra de mujeres registradas para votar en Estado Unidos.

Así, el Partido Republicano ha saltado por los aires en la que ya es la mayor crisis de una de las grandes formaciones políticas de ese país desde que hace 48 años los demócratas eligieron a Edmund Muskie en medio de una oleada de disturbios. El 'Gran, Viejo Partido', como se le conoce coloquialmente (o, abreviado, con las siglas GOP) está en guerra civil a todos los niveles.

La militancia está partida en dos. Según un sondeo del diario Politico y de la consultora Morningcosult, un 39% quiere que Trump se vaya; un 45%, que se quede. La élite no sabe qué hacer. No puede echar a Trump. Y Trump no se va a ir. Además, ya han votado 400.000 personas en las elecciones, según la estimación del profesor Michael McDonald, de la Universidad de Florida. Y en la mayor parte de los estados ya es demasiado tarde como para registrar a un nuevo candidato.

Por esa razón, los máximos responsables del partido, como Paul Ryan, el presidente del senado, Mitch McConnell, y el presidente del Comité Nacional republicano, Reince Priebus, están realizando funambulismo político. O sea, no quieren a Trump, pero tampoco lo dicen claramente.

El mejor ejemplo, de nuevo: el Festival del Otoño. El viernes, cuando explotó el escándalo, Ryan 'desinvitó' a Trump, y dijo que en su lugar iría el candidato a vicepresidente, Mike Pence. Pero el sábado, tras casi 24 horas de mutismo absoluto, Pence declinó asistir.

Por su parte, el Comité Nacional Republicano (NRC, según sus siglas en inglés) ha cancelado hasta nueva orden cualquier iniciativa de apoyo a la campaña electoral de Donald Trump. Es una decisión de la máxima trascendencia, porque Trump carece de una estructura de campaña propia, como es habitual en EEUU -y como es el caso de su rival, Hillary Clinton-, por lo que depende del NRC para identificar a los potenciales votantes y hasta enviarles emails o recoger contribuciones económicas.

Trump tiene la noche del domingo su última oportunidad de redención en el debate televisado con Clinton (3 de la madrugada de la Península). Pero sus posibilidades parecen limitadas. Aunque el empresario es un increíble prestidigitador político que ha sobrevivido a todo tipo de controversias, ésta parece demasiado. El equipo de Hillary, además, ha guardado un atronador silencio durante el fin de semana, apenas salpicado por declaraciones ocasionales.Para destruir al Partido Republicano, nadie mejor que los propios republicanos.

La estrategia que Trump había filtrado para el debate, además, era suicida. El empresario, que pasó el fin de semana en su apartamento en Manhattan, atacando a la dirección republicana y declarando que hay "cero posibilidades" de que renuncie a la candidatura, tenía pensado lanzarse sobre las infidelidades sexuales de Bill Clinton, el ex presidente y marido de Hillary.