Nunca desde las protestas contra la Guerra de Vietnam y contra la discriminación racial, hace más de cuatro décadas, había vivido Estados Unidos un año entero de movilizaciones por una cuestión política o social.

Hasta ahora. Porque hoy se cumplieron exactamente 12 meses de la muerte del adolescente afroamericano Michael Brown, en el estado de Missouri, un acontecimiento que reabrió el debate racial en ese país y que marcó el inicio de un año de marchas, denuncias de acoso policial a los negros y, a cambio, el asesinato de dos policías -paradójicamente, uno de ellos latino, y el otro asiático- por un activista negro que después se suicidó, en Nueva York. Ha sido un año de tensiones raciales que culminó con el asesinato de nueve feligreses de la Iglesia de Emmanuel, en Carolina del Sur, a manos de un fanático supremacista blanco de 19 años, Dylan Roof, en junio.

La muerte de Brown ha sido conmemorada hoy con una manifestación pacífica en Ferguson a cuyo frente se encontraba, precisamente, Michael Brown, el padre del joven muerto. La concentración ha supuesto el culmen de dos días de protestas pacíficas y, al contrario que las marchas que tuvieron lugar entre agosto y marzo, en esta ocasión no ha habido enfrentamientos. Los manifestantes no atacaron a la policía. Y ésta no hizo ninguna exhibición de fuerza con material paramilitar ni con técnicas más propias de una operación en Irak que en el Medio Oeste de EEUU.

Arrestos arbitrarios

La crisis iniciada en Ferguson ha sacudido a la sociedad de Estados Unidos y ha vuelto a focalizar las relaciones raciales entre blancos y negros, a pesar de que esas dos razas solo suponen respectivamente, el 63% y el 13% de la población. Desde la muerte de Brown, han sido muertos por la policía en circunstancias muy difícilmente justificables afroamericanos en Carolina del Sur, Nueva York, Ohio, y Maryland.

Las fuerzas de seguridad también han sido acusadas de arrestar de forma arbitraria a afroamericanos en Texas. En uno de esos casos, una mujer, Sandra Bland, de 28 años, se ahorcó en la cárcel en la que estaba detenida por una infracción de tráfico.

El presidente de EEUU, Barack Obama, declaró ayer a la radio pública de su país, NPR, que siente "una gran urgencia" para afrontar los problemas raciales de EEUU en el año y medio escaso que le queda de mandato. Obama ha sido criticado a partes iguales por jugar un papel pasivo en todo el debate o por tratar de instrumentalizarlo con fines políticos.

La tecnología de los telefónicos móviles, que incorporan cámaras de vídeo, ha hecho posible conocer muchos de esos casos, que de otro modo habrían quedado ocultos a la opinión pública. Casos como el del sábado pasado, cuando un policía mató de un tiro a una mujer que le amenazaba con un cuchillo en el gueto negro de Anacostia, en Washington. La expansión de las normas que obligan a los policías a llevar cámaras también ha destapado otros incidentes, como la muerte a tiros del afroamericano Samuel DuBose por los guardias jurados de la Universidad de Cincinnati, en Ohio, sin que éste les provocara o llevara a cabo ninguna acción que entrañara peligro.

La tensión se dispara

Así, la tensión entre blancos y negros se ha disparado. Un año antes de que Obama llegara a la Casa Blanca, en 2007, el 71% de los estadounidenses veían las relaciones entre blancos y negros como 'buenas', según un estudio de la consultora Gallup. El optimismo entre los blancos era aún mayor, con un 75% de opiniones positivas, mientras que entre los negros el porcentaje caía el 55%. Ahora, apenas el 45% de los blancos y el 47% del conjunto de los estadounidenses creen que la relación entre blancos y negros es buena. Paradójicamente, los más optimistas son los negros, con un 51% de respuestas favorables.

El sábado por la noche, el candidato de la izquierda demócrata a la Presidencia de EEUU Bernie Sanders vio un multitudinario mitin ante 15.000 personas interrumpido en la ciudad de Seattle cuando dos activistas afroamericanos reclamaron que guardara cuatro minutos y medio de silencio en memoria de las cuatro horas y media que el cadáver de Brown estuvo tendido en mitad de la calle de Ferguson después de que el policía Darren Wilson -que ha sido declarado inocente por la Justicia- lo matara. El hecho de que el cuerpo sin vida de Brown quedara durante todo ese tiempo tirado en medio de la calle sin que nadie lo retirara fue, precisamente, una de las cosas que más enfureció a la población de esa pequeña ciudad.