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30/07/2014 | Un campo de batalla global

Pablo Pardo

La Rusia actual forma parte de la economía globalizada, no como en la época del telón de acero. Las sanciones a Moscú en 1979 perjudicaron más a EEUU.

 

Obama negó ayer que estemos "ante una nueva Guerra Fría", pero nada mejor para simbolizar su vuelta que la ruptura del acuerdo de desarme que simbolizó su final y la eliminación de las armas que llevarían el peso en lo que había sido el escenario central de la Guerra Fría: una contienda nuclear limitada en Europa: el NIF que son las siglas en inglés de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio.

El NIF significó la destrucción de los euromisiles, es decir, de los proyectiles de alcance medio que los soviéticos y los estadounidenses habían colocado en Europa. Por parte de EEUU, eso supuso eliminar 846 bombas atómicas y 574 misiles Pershing II y Crucero destinados a volar por los aires los búnkers en los que se escondería la élite del Partido Comunista de la Unión Soviética en caso de guerra. Por parte soviética, implicó destruir 1.846 bombas nucleares hechas para llevarse por delante todo lo que encontraran en Europa, que ya se sabe que la URSS nunca puso mucho énfasis en los ataques quirúrgicos.

Lo firmaron Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en diciembre de 1988, y su trascendencia es enorme porque fue el primer acuerdo en el que la URSS y EEUU se comprometían no a limitar sus armas atómicas, sino a destruirlas. El NIF también tenía una segunda lectura: implicaba que Estados Unidos y la Unión Soviética eliminaban de sus escenarios la posibilidad de una guerra atómica limitada en Europa.

Así que la filtración por parte del Gobierno de Barack Obama a su medio de comunicación favorito, 'The New York Times', de que ha notificado a Rusia su protesta por la violación del Tratado NIF, es un paso de alto simbolismo. También lo es que se haya producido ahora. En 2007, Vladimir Putin declaró que el INF no sirve a los intereses estratégicos de Rusia. Y Washington detectó las primeras violaciones en 2008, cuando George W. Bush todavía era presidente.

El problema es que ni Estados Unidos ni Rusia en 2014 son los mismos que en 1989. En primer lugar, Rusia forma parte de la economía mundial. Una parte pequeña, desde luego, porque ese país tiene un PIB del tamaño de Italia. Pero eso no significa que Moscú no tenga bazas que jugar. Su integración en la economía mundial complica mucho las cosas en relación a la vieja Guerra Fría. Un ejemplo: Moscú puede haber asesinado a más de 100 holandeses en el Vuelo 17 de Malasya Airlines, pero el 30% del petróleo crudo y el 45% de todos los productos petrolíferos que entran en el puerto de Rotterdam -el mayor de Europa- son rusos. En total, 4.000 empresas de Países Bajos tienen intereses económicos en Rusia.

No es un problema sólo de Holanda. Desde el gas de Moscú para Alemania hasta el dinero de los oligarcas de ese país para mantener con vida el mercado inmobiliario de Londres, los europeos deben parte de su bienestar a Rusia en un grado muy superior al de 1989.

La primera y la tercera mayor petroleras privadas del mundo -las europeas Shell y BP- ya han demostrado una más que notable capacidad para aguantar los cambios de criterio rusos a la hora de repartir los beneficios de sus operaciones en ese país, a cambio de que Moscú les deje explorar en su territorio. Y Rusia siempre cuenta con el respaldo de China, que en pocos años se va a convertir en la mayor economía del mundo, al menos en términos nominales, aunque solo sea porque Pekín quiere distraer a EEUU en territorios que estén fuera de su esfera de influencia en Asia.

Durante la Guerra Fría, EEUU y la Europa ya aplicaron sanciones económicas. De hecho, Washington dio comida a los soviéticos por medio de la exportación de cereal hasta que éstos invadieron Afganistán en 1979. Los principales perjudicados por las sanciones fueron los agricultores estadounidenses. Eso revela que las guerras frías son más complicadas de definir que las calientes. Un ejemplo: la Bolsa de Moscú no ha hecho más que subir en lo que va de año. Pero la fuga de capitales de Rusia, al mismo tiempo, es una de las razones que explican que la deuda europea esté tan barata.

El Mundo (España)

 



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