La agencia de la energía atómica de la ONU cayó en las mismas falsas expectativas. Su cabeza visible, El Baradei, pensaba dos años más tarde que los iraníes estaban dispuestos a negociar, poco antes de que Ahmadineyad se mofara de sus palabras y, finalmente, el Consejo de Seguridad de la ONU tomara cartas en el asunto, imponiendo sanciones a Teherán.    

 Hace tan solo tres semanas, el nuevo negociador iraní declaraba que su gobierno aceptaba una nueva oferta de la comunidad internacional, y que Irán estaba dispuesto a enviar una parte de su uranio al extranjero para que fuera enriquecido. Los negociadores europeos y americanos volvieron a celebrarlo con júbilo sólo para descubrir días más tarde que Teherán volvía a echarse para atrás.    

Anteayer, según parece, Irán vuelve a considerar lo que ya había aceptado y rechazado casi simultáneamente. Los negociadores vuelven a hablar de progreso y esperanzas. ¿Hasta cuándo?    

Sólo hay una cosa clara con el programa nuclear iraní: que se suspendió temporalmente en la segunda mitad de 2003. Porque las tropas americanas estaban en Bagdad y en Kabul, y los ayatolas temían ser los siguientes.

Desgraciadamente, con la complicada situación en Irak, que los iraníes alimentaron, retomaron sus planes. ¿Lección a sacar? Irán sólo cede bajo el temor a un posible ataque. Lo demás son pamplinas.