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12/11/2019 | España - Lecciones de elecciones

Rafael L. Bardají

Con la provisionalidad que da la premura en la que está instalado nuestro mundo, he aquí algunas reflexiones sobre lo que ha pasado del 28ª al 10N y lo que va a pasar en no mucho tiempo.

 

1.- Aquí no dimite nadie.

El primero que debía irse a su casa es Pedro Sánchez, quien había acariciado la idea (alimentada por Redondo y Tezanos) de que unas segundas elecciones generales le iban a otorgar una mayoría suficiente para dictar sus condiciones de gobierno, a socios (Podemos) y asociados (ERC y demás caterva separatista). No sólo no ha sido así, sino que se ha dejado en el camino casi un millón de votos, tres diputados en el Congreso y la mayoría absoluta en el Senado. Tal vez por eso salió a su balcón de Ferraz a abroncar a sus acólitos en una escena nunca vista.  Pero el Falcon y la influencia para colocar a su mujer tiran mucho.

El segundo, Albert Rivera. No hace falta dar muchas explicaciones: sus giros e inconsistencias, o sus caprichos e imposiciones internas, sea lo que sea, ha llevado a su partido de poder ser el sorpasso del PP al borde de la extinción, con su manos derecha e izquierda sin poder estar en el Congreso. De su comparecencia, sólo amenizada dolorosamente por unos mariachis a las puertas de su sede, se esperaba el anuncio de su renuncia, pero tampoco. Pone su destino en los militantes y un Congreso extraordinario, en la esperanza de convencerles de que  revaliden su liderazgo. Un regenerador poco regenerador.

El tercero, Pablo Casado. Su discurso triunfalista aplaudido con desgana por unos pocos militantes a las puertas de su sede, ni es sincero ni puede ser creíble. Sí, saca de la morgue a su partido, pero no logra revivirlo. Los 88 diputados siguen siendo el segundo peor resultado histórico del PP (peor que el peor batacazo de Mariano Rajoy), no llega a la barrera de los 100 y, desde luego, se queda muy lejos del triunfalismo de sus últimos días pre-electorales, donde auguraba estar empatado con Pedro Sánchez.  Es más, si su crecimiento se debe al hundimiento de Ciudadanos, poco confort le puede dar porque para seguir creciendo debería moverse hacia el centro-izquierda lo que pondría en riesgo la fidelidad de una buena parte de sus votantes que se sienten conservadores. A Pablo Casado, que en teoría tenía todas las papeletas para resultar un ganador, parece que le falta algo, bien credibilidad tras sus inexplicables giros, bien empatía con el español de a pie, bien ser más natural, que le impone un techo electoral. Por el bien de la derecha debería irse. Si se empeña en querer presentarse como la única alternativa a Sánchez, se la volverá a pegar.

Del otro Pablo, Iglesias, no cabe esperar ninguna dimisión aunque sólo le votara su mujer. Por lo tanto, por mucho que retroceda seguirá viéndose como el líder indispensable. Es lo que tienen los comunistas y totalitarios, esos que denuncian que el capitalismo es incompatible con la vida desde un chalet con sirvientes en Galapagar, esos que han pasado de ser simples becarias a estar en la franja de los ricos en España. Podemos continua retrocediendo porque estaba artificialmente hinchado y su demagogia empieza a convencer sólo a los herederos de Stalin y Chávez. Que por desgracia los hay.

2.- El problema de los españoles no es el bloqueo o desbloqueo, ni el hartazgo electoral, como se han empeñado en trasmitir todos los medios de comunicación: la abstención no ha crecido de manera alarmante (ni los votos en blanco), todo lo contrario, los españoles hemos ido a las urnas una vez más, como tantas otras veces. Es más, los votantes no han concentrado su voto, siguiendo la llamada de la utilidad. Han votado lo que les parece mejor y si eso vuelve a dar un parlamento fragmentado y un cubo de Rubik a la hora de formar gobierno no parece haberles importado en exceso. El problema de España no es tener o no tener gobierno, sino contar con un buen o mal gobierno. Ahora hay que ver quién apoya y quien se opone a un mal gobierno, que es lo que se nos viene encima.

3.- Vox ha alcanzado su nicho “natural”, lo que debía haber obtenido hace seis meses. Por mucho que se empeñen en hacernos creer que todo se debe al hundimiento de C’s o a una estrategia del PSOE, la realidad es que un partido alternativo como Vox debería moverse en la franja de porcentaje de voto donde ahora, ya sí, está instalado.  A pesar de tener que luchar contra la deslegitimación lanzada desde todos los medios y tener enfrente a todo el establishment político y financiero. Su reto a partir de este momento será la batalla por persuadir y convencer a cada vez más votantes para que le apoyen como fuerza mayoritaria alternativa a la izquierda y al gobierno de Sánchez. No es para nada imposible, todo lo contrario, sólo requiere la aplicación de una estrategia un poco más sofisticada, basada, eso sí, en la defensa de sus convicciones, la verdad y en anteponer los intereses de los españoles de a pie sobre todas las cosas.

4.- La batalla por España ha empezado de verdad ahora. Con 24 diputados Vox podía hacer algún as cosas de bien, pero no contaba con los instrumentos institucionales necesarios para dar la batalla por España de manera eficaz. Con 52, ya si puede empezar a materializar buena partes de sus planteamientos. Con todo, hay que tener bien presente que el sistema está herido de muerte gracias al renacer de esa España viva que ha alimentado Vox. Pero al igual que Moby Dick, si puede, morirá matando. No se puede despreciar la fuerza de la Anti-España ni las traiciones interesadas de los partidos tibios y pusilánimes, encantados de estar en la oposición. Pero al menos ya hay un despertar y, por tanto, hay esperanza

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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