Con la provisionalidad que da la premura en la que está instalado nuestro mundo, he aquí algunas reflexiones sobre lo que ha pasado del 28ª al 10N y lo que va a pasar en no mucho tiempo.
1.- Aquí no dimite nadie.
El primero que debía irse a su casa es Pedro Sánchez,
quien había acariciado la idea (alimentada por Redondo y Tezanos) de que unas
segundas elecciones generales le iban a otorgar una mayoría suficiente para
dictar sus condiciones de gobierno, a socios (Podemos) y asociados (ERC y demás
caterva separatista). No sólo no ha sido así, sino que se ha dejado en el
camino casi un millón de votos, tres diputados en el Congreso y la mayoría
absoluta en el Senado. Tal vez por eso salió a su balcón de Ferraz a abroncar a
sus acólitos en una escena nunca vista.
Pero el Falcon y la influencia para colocar a su mujer tiran mucho.
El segundo, Albert Rivera. No hace falta dar muchas
explicaciones: sus giros e inconsistencias, o sus caprichos e imposiciones
internas, sea lo que sea, ha llevado a su partido de poder ser el sorpasso del
PP al borde de la extinción, con su manos derecha e izquierda sin poder estar
en el Congreso. De su comparecencia, sólo amenizada dolorosamente por unos
mariachis a las puertas de su sede, se esperaba el anuncio de su renuncia, pero
tampoco. Pone su destino en los militantes y un Congreso extraordinario, en la
esperanza de convencerles de que
revaliden su liderazgo. Un regenerador poco regenerador.
El tercero, Pablo Casado. Su discurso triunfalista
aplaudido con desgana por unos pocos militantes a las puertas de su sede, ni es
sincero ni puede ser creíble. Sí, saca de la morgue a su partido, pero no logra
revivirlo. Los 88 diputados siguen siendo el segundo peor resultado histórico
del PP (peor que el peor batacazo de Mariano Rajoy), no llega a la barrera de
los 100 y, desde luego, se queda muy lejos del triunfalismo de sus últimos días
pre-electorales, donde auguraba estar empatado con Pedro Sánchez. Es más, si su crecimiento se debe al
hundimiento de Ciudadanos, poco confort le puede dar porque para seguir
creciendo debería moverse hacia el centro-izquierda lo que pondría en riesgo la
fidelidad de una buena parte de sus votantes que se sienten conservadores. A
Pablo Casado, que en teoría tenía todas las papeletas para resultar un ganador,
parece que le falta algo, bien credibilidad tras sus inexplicables giros, bien
empatía con el español de a pie, bien ser más natural, que le impone un techo
electoral. Por el bien de la derecha debería irse. Si se empeña en querer
presentarse como la única alternativa a Sánchez, se la volverá a pegar.
Del otro Pablo, Iglesias, no cabe esperar ninguna
dimisión aunque sólo le votara su mujer. Por lo tanto, por mucho que retroceda
seguirá viéndose como el líder indispensable. Es lo que tienen los comunistas y
totalitarios, esos que denuncian que el capitalismo es incompatible con la vida
desde un chalet con sirvientes en Galapagar, esos que han pasado de ser simples
becarias a estar en la franja de los ricos en España. Podemos continua
retrocediendo porque estaba artificialmente hinchado y su demagogia empieza a
convencer sólo a los herederos de Stalin y Chávez. Que por desgracia los hay.
2.- El problema de los españoles no es el bloqueo o
desbloqueo, ni el hartazgo electoral, como se han empeñado en trasmitir todos
los medios de comunicación: la abstención no ha crecido de manera alarmante (ni
los votos en blanco), todo lo contrario, los españoles hemos ido a las urnas
una vez más, como tantas otras veces. Es más, los votantes no han concentrado
su voto, siguiendo la llamada de la utilidad. Han votado lo que les parece
mejor y si eso vuelve a dar un parlamento fragmentado y un cubo de Rubik a la
hora de formar gobierno no parece haberles importado en exceso. El problema de
España no es tener o no tener gobierno, sino contar con un buen o mal gobierno.
Ahora hay que ver quién apoya y quien se opone a un mal gobierno, que es lo que
se nos viene encima.
3.- Vox ha alcanzado su nicho “natural”, lo que debía
haber obtenido hace seis meses. Por mucho que se empeñen en hacernos creer que
todo se debe al hundimiento de C’s o a una estrategia del PSOE, la realidad es
que un partido alternativo como Vox debería moverse en la franja de porcentaje
de voto donde ahora, ya sí, está instalado.
A pesar de tener que luchar contra la deslegitimación lanzada desde
todos los medios y tener enfrente a todo el establishment político y
financiero. Su reto a partir de este momento será la batalla por persuadir y
convencer a cada vez más votantes para que le apoyen como fuerza mayoritaria
alternativa a la izquierda y al gobierno de Sánchez. No es para nada imposible,
todo lo contrario, sólo requiere la aplicación de una estrategia un poco más
sofisticada, basada, eso sí, en la defensa de sus convicciones, la verdad y en
anteponer los intereses de los españoles de a pie sobre todas las cosas.
4.- La batalla por España ha empezado de verdad ahora.
Con 24 diputados Vox podía hacer algún as cosas de bien, pero no contaba con
los instrumentos institucionales necesarios para dar la batalla por España de
manera eficaz. Con 52, ya si puede empezar a materializar buena partes de sus
planteamientos. Con todo, hay que tener bien presente que el sistema está
herido de muerte gracias al renacer de esa España viva que ha alimentado Vox.
Pero al igual que Moby Dick, si puede, morirá matando. No se puede despreciar
la fuerza de la Anti-España ni las traiciones interesadas de los partidos
tibios y pusilánimes, encantados de estar en la oposición. Pero al menos ya hay
un despertar y, por tanto, hay esperanza