Vaya por delante que en España no hay un partido conservador. El patriotismo de Vox puede ser compartido por cualquier español sensato, se considere de derechas o de izquierdas. Y el conservadurismo del PP no es tal, sino un puré que dependiendo hacia donde se gire, sabe más a socialdemócrata de toda la vida o liberal del mercado.
El término derecha en España tiene menos con ser
conservador que con una categoría que da sentido a la existencia binaria de la
izquierda y que mete en ese saco a todos quienes no comulgan con su ideario.
Facha si se es de C’s y PP, fascista si se está con Vox. La derecha en España
se torció hace muchos años, en la transición, cuando renunció a dar la batalla
por sus ideas con tal de hacer dinero. Y se refugió en ese subterfugio relativo
del centro, mucho más cerca de las fuerzas socialistas que del otro lado, en
quienes olían a franquismo.
Que la derecha española no tiene quien la enderece
debería ser ya algo asumido e indiscutible. A las pruebas me remito:
transmutación acelerada de Pablo Casado del aznarismo al marianismo, de sus
ganas de volver a las esencias del PP a defender que el PP no debe tener
esencias, de querer luchar por España a batirse únicamente por su propia
supervivencia política. Cierto que con dos sonados fracases electorales -el
primero achacado a la falta de tiempo; el segundo a esa excusa que todo lo
explica, la fragmentación de la derecha- poco puede hacer un partido en mínimos
históricos, pero perdiendo de vista el objetivo principal y disparando a
mansalva sin apuntar, sólo se está cavando un hoyo más profundo.
Una segunda prueba: el disparate verborreico y sus consiguientes
propuestas, cada vez más alejadas de la realidad. Una de las últimas, dotar al
partido más votado de un plus de escaños con el benévolo propósito de que
alcanzar un gobierno estable sea más sencillo. Si no fuera porque el PP de los
86 diputados (cien menos que los conseguidos por D. Mariano) se atribuye el
derecho de ser la única oposición creíble a Sánchez y el futuro gobierno
socialcomunistaseparatista que se nos viene encima, hasta tendría su gracia la
propuesta. Pero viniendo de donde viene, y habida cuenta de todos los
instrumentos que tiene el PP para garantizar la formación de un gobierno de
Sánchez, suena más bien a la desesperación de quien no ve medio alguno para
hacerse con una mayoría. Porque, digo yo, ¿no sería mucho más coherente y positivo
a largo plazo limitar la participación de los partidos regionales y locales,
esto es, todos aquellos que sólo defienden intereses particulares, a las
elecciones al Senado? Si, el Senado, esa cámara alta que se concibió en su día
como cámara de representación territorial y que buen dinerito nuestro se gasta
en traducciones simultáneas de lenguas regionales al castellano y viceversa.
Pero no, claro. Es impensable pedir a un partido político
que renuncie a sus prebendas, desde coches oficiales, puestos de trabajo y
ayudas públicas, que le dan las autonomías. Piénsese, solamente, que si el PP
no gobernara en la Comunidad de Madrid, se hubiera enfrentado a un inevitable
ERE, tan mal quedaron su arcas tras la primera debacle electoral. Por mucho que
les revuelva a sus actuales líderes, el PP está prisionero de una situaciones
que corrompen, al menos moralmente, su identidad. Es un PSOE clientelar, a
menor escala.
Finalmente, a pesar de su declarado liberalismo, a los
dirigentes del PP actual no parece gustarle la libre competencia si eso supone
que pierden su monopolio de todo lo que está a la derecha del PSOE. Sus
maniobras orquestales en la oscuridad para privar a Vox de la representación
que le correspondía en la mesa del Congreso podría explicar se como la pataleta
de los niños que son, pero no. responde a la estrategia de no tener una voz a
su lado que les saque los colores por lo que hacen y, sobre todo, por lo que no
hacen. Algún día, cuando se den cuenta de que así sólo irán de fracaso en fracaso,
tendrán que explicar por qué prefirieron a Podemos y no a los de Abascal.
Parece a veces que su secretario general no perdona haber salido derrotado en
su provincia.
Un consejo para quien lo quiera coger: las estrategias
puestas en marcha por niños, no dejan de ser unas estrategias infantiles, donde
lo inmaduro prima. Aznar decía que en política lo principal era ser serio.
Mucho me temo que de serios tienen más bien poco en Génova.