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09/02/2010 | Populismo en Estados Unidos

Gabriel Guerra Castellanos

Un fantasma recorre Estados Unidos, pero no el que Marx y Engels habrían soñado para la nación que hoy es el epítome del capitalismo. No son las clases trabajadoras hartas de la explotación ni las minorías étnicas cansadas de la discriminación. Tampoco las mujeres que ocupan lugares secundarios en empresa y sector público ni los ahorradores defraudados por banqueros y la laxa regulación gubernamental. No: el espectro se llama populismo.

 

No es nuevo en Estados Unidos, en donde además se origina el concepto. Nació por ahí de 1890 con el Partido Popular (o Populista) en Kansas y adquirió rápidamente presencia nacional. Su plataforma estaba directamente ligada con los intereses de los agricultores afectados por la depresión económica y su discurso fácil ganó muchos adeptos y generó preocupación entre los partidos Demócrata y Republicano. El primero se dedicó a cooptar a sus líderes y militantes, con lo cual se desvaneció su presencia nacional, no así el atractivo de sus ideas originales y el planteamiento implícito: el Hombre Común (léase el pueblo) tiene sabiduría innata que le da siempre la razón.

Lo que vemos en EU es el surgimiento de un sector olvidado de la población, que no está plenamente cómodo en ninguno de los dos partidos y que percibe que en Washington y Nueva York se cuecen aparte, que el hombre de calle, de Main Street, no tiene refuerzo ni socorro ante el de Wall Street. Su enojo y malestar no habían hallado salida ni representación desde que Ronald Reagan fue presidente, alguien sencillo, no pretencioso. La suya es como una ola de resentimiento que surge del miedo, incomprensión, confusión. Quienes se dejan llevar por ella sienten una pérdida, que las cosas han cambiado mucho, muy rápido y para mal: de la nación más poderosa y admirada del mundo a una que vive amenazada por terroristas y en bancarrota. Del país de promesa y prosperidad al de desesperanza y recesión sin final. De la suave y blanca y cristiana patria a la nación diversa en que morenos y judíos juegan un papel preponderante que atemoriza e incomoda al Hombre Común…

La crisis económica interminable ha vertido gasolina en esa inconformidad. La deuda pública creciente, los impuestos para rescatar banqueros mientras deudores pequeños y medianos lo pierden todo, el gasto gubernamental desenfrenado y los temores en torno a la propuesta de reforma del sistema de salud del presidente Obama han logrado algo que parecía imposible: movilizar a un sector que sale de su apatía con el vigor del oso que termina de hibernar. La fiera que despertó atiende instintivamente a lo primero que se mueve, y se ha topado con un movimiento relativamente inconexo y desorganizado que tiene en su falta de estructura y formalidad su mayor fortaleza. El Tea Party no es UN partido o agrupación, sino una amalgama de muchísimos grupos que han surgido de manera espontánea alrededor del país, motivados por temores e incomprensiones arriba descritos y frustrados por la estructura burocrática de demócratas y republicanos, por su cercanía a los intereses creados, por su pertenencia al odiado establishment.

En septiembre del año pasado marcharon a Washington, llenaron las calles con mensajes disonantes, pancartas ofensivas, versiones caricaturescas de la oposición derechista prejuiciada, discriminatoria, ignorante. Fueron muchos por voluntad y con medios propios; otros, alentados por organizaciones conservadoras y de derecha que sólo buscan la polarización como táctica de cara a las elecciones intermedias del próximo noviembre.

Eso fue el otoño pasado. Ahora el movimiento del Tea Party comienza a decantarse, como pudimos observar en su Convención Nacional, la semana pasada en Nashville y que se caracterizó, primero, por una organización impecable; después por un mercantilismo que asustó a muchos y finalmente por el espectro que salió flotando de ahí: el populismo redivivo, disfrazado de mujer, Sarah Palin, para más señas. La compañera de fórmula de John McCain en las elecciones presidenciales mostró una vez más de lo que está hecha: entusiasmó a los asistentes, dominó los espacios noticiosos y recalcó que lo suyo no es la lógica ni lo articulado del discurso, sino el simplismo ramplón que a tantos gusta porque tranquiliza: nadie siente que la señora Palin sea superior. Sus fanáticos aseveran —y no lo dudo— que la Palin es como ellos, Gente Común, “una de nosotros”…

Al tiempo…

gguerra@gcya.net

www.twitter.com/gguerrac

 

El Universal (Mexico)

 


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