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29/03/2010 | EE.UU. - Obama desatado

Gabriel Guerra Castellanos

Hace apenas unas semanas parecía que la presidencia de Barack Obama estaba concluyendo aun antes de empezar. Sacudido por los violentos coletazos de la crisis económica y financiera; frustrado por la lentitud de una aún incierta recuperación que no hace mella al desempleo; maniatado por una activista y vociferante minoría republicana; a 14 meses de tomar posesión el presidente estadounidense no veía la suya.

 

Analistas y comentaristas se preguntaban qué le habría sucedido al candidato articulado, elocuente y decisivo que derrotó a la pareja presidencial de Bill y Hillary Clinton y después a la maquinaria republicana construida por George Bush. El hombre que capturó la imaginación y la esperanza de un sector mayoritario de los estadounidenses y que ilusionó a buena parte del mundo parecía desdibujado, incapaz de convertir su éxito como candidato en avances como presidente. Su partido, alicaído, no lograba hacer de su amplia mayoría una herramienta para legislar la agenda del presidente.

Por el contrario, el Partido Republicano, que parecía condenado a la irrelevancia tras su pobre desempeño en las dos últimas elecciones al Congreso en 2006 y 2008 y la avasalladora victoria de Obama, ha encontrado en su posición de minoría opositora su verdadera vocación. Unidos como pocas veces. Los republicanos han sido implacables en su trato con el presidente, congruentes hasta la incoherencia en su rechazo a todas las iniciativas de Obama, a quien lograron arrinconar no obstante la cómoda mayoría demócrata en ambas cámaras.

Después de la toma de posesión, momento histórico y memorable, el equipo de Obama comenzó a dar muestras de desconcentración. Ni su operador político por excelencia, Rahm Emmanuel, ni su trabuco de comunicación y respuesta rápida parecían capaces de articular mensajes que movilizaran en su favor a la opinión pública. Las encuestas, esas que hace un año adoraban a Obama, le dieron la espalda, lo desconocieron. El presidente del “Sí se puede” (Yes, we can) se convirtió en el del “aquí no pasa nada”, el de la Casa Blanca inmovilizada.

La timidez, la búsqueda casi obsesiva de consensos y la ausencia de un concepto unificador de su presidencia estaban convirtiendo a Obama ya en un “Pato tullido”, un Lame Duck, como se les dice a los presidentes que pierden su mayoría legislativa en los dos últimos años de su mandato. Sólo que Obama estaba apenas en los primeros meses...

La gota que aparentemente derramó el vaso de la paciencia y ecuanimidad de Obama fue la pérdida de su “supermayoría” en el Senado tras la muerte de Ted Kennedy. La derrota en Massachusetts, uno de los bastiones liberales, parecía ser el clavo que sellaba la tapa del ataúd del partido Demócrata.

Hasta que Obama despertó. Decidió, de la mano del liderazgo de su Partido en el Congreso, olvidarse de consensos y aplicar las mayorías con las que cuenta. La aprobación de la reforma al sistema de salud estadounidense, asaz incompleta, representa la más importante obra de legislación social en casi medio siglo. Independientemente de virtudes o carencias de la reforma, le pone un sello a la presidencia de Obama que nadie le podrá quitar.

Hubo quien dijo, tras esa victoria, que ya con eso Obama podía descansar tranquilo, pues su presidencia habría logrado una transformación histórica. Pero lejos de ello, el presidente parece decidido a gobernar y a utilizar el poder que tiene antes de que se le acabe o se lo acoten en las elecciones intermedias de noviembre próximo.

Entre sábado y domingo, Obama se anotó dos puntos más en la que parece ser su campaña para reconquistar el poder: anunció una serie de nombramientos que estaban atorados en el Congreso aprovechando el receso legislativo y viajó a Afganistán, donde libra una guerra de cuyo desenlace mucho está en juego para él.

Obama está de regreso, desatado, decidido a —por fin— gobernar. Ya era hora para él y para quienes habían depositado sus esperanzas de cambio en el joven presidente.

gguerra@gcya.net 


www.twitter.com/gabrielguerrac


El Universal (Mexico)

 


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