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16/08/2010 | Cuba - Fidel, el hermano incómodo

Gabriel Guerra Castellanos

Algo hay que reconocerle a Fidel Castro: a los 84 años de edad recién cumplidos, tras una larga convalecencia de la que pocos pensaron que saldría vivo, enterrados casi todos sus contemporáneos y junto con ellos —compartiendo panteón— los ideales e ideologías por que lucharon, el personaje sigue siendo capaz de alborotar a más de un gallinero…

 

En las últimas semanas Fidel se ha dedicado a reaparecer en escena, como si volver tras tan larga ausencia se tratara del regreso de unas vacaciones y no de un episodio médico que puso en riesgo su vida. Con una actitud casual que evidencia lo deliberado de su actuar, Fidel se ha dejado retratar en los más diversos entornos y poses, ha tomado el micrófono frente a quien lo quiera escuchar y recibido multitud de elogios en público e indudablemente alguna recriminación en privado por su retorno que no tiene nada de accidental.

Ya hace unas semanas, a propósito de la liberación de un número de disidentes cubanos presos y su inmediato exilio a España se había especulado sobre la súbita y coincidente oleada de apariciones y declaraciones del hermano mayor del presidente Raúl Castro, a quien cedió oficialmente los bártulos en 2008 aunque para efectos prácticos ya lo había hecho desde el 2006. Raúl, quien ha intentado un tímido e incierto camino de reformas, en las que se nota más todo lo que ha dejado de hacer que lo que efectivamente ha logrado, no puede sentirse cómodo con el regreso a escena del hermano que siempre lo opacó, desde los albores de la Revolución hasta su enfermedad, y que ahora de nuevo proyecta una sombra que todo lo nubla y confunde en Cuba.

Si bien lo verdaderamente relevante del retorno de Fidel es la manera en que impactará el proceso de apertura y transición política que intenta desarrollarse en Cuba, lo que ha atraído los reflectores es un artículo, publicado en dos partes, en que se refiere extensamente a México y que ha generado tal revuelo aquí en nuestro país que pareciera que lo escribió el Profeta o algún oráculo. El escrito de Fidel no aporta nada realmente novedoso ni de valor noticioso: en él se refiere lo mismo a las elecciones en México del 2006 que —más veladamente— a las de 1994, haciendo clara referencia a las acusaciones de fraude que ensombrecieron a ambas, para después pasar a citar y alabar extensamente un libro de Andrés Manuel López Obrador, a quien presenta como el hombre que “será la persona de más autoridad moral y política de México cuando el sistema se derrumbe, y con él, el imperio…”, en lo que es un atrevido vaticinio, además de que dice que ganó las elecciones presidenciales, descubrimiento un tanto tardío que tal vez podamos atribuir a su enfermedad y larga ausencia del mundo de la política.

Además de citar extensamente a AMLO, Fidel Castro se refiere a su más reciente pasión: el riesgo de una guerra nuclear por las presiones de EU y Occidente a Irán, y a propósito de nada afirma que la contribución de López Obrador “a la lucha para evitar que Obama desate esa guerra será de gran valor”. En la segunda parte de su largo texto, Fidel Castro relata desde su perspectiva el “affaire Ahumada” y compra por supuesto el argumento del complot, aunque hay que decir que las palabras de aliento de Fidel al tabasqueño son demasiado poco y demasiado tarde, a más de que bien poco le abonan al ya declarado candidato a la Presidencia en el 2012, que tuvo ya que tomar cuidadosa distancia de ellas.

Hasta ahí todo normal: Fidel haciéndose presente, declarando barbaridades, metiéndole el pie a su hermano menor, nada nuevo bajo el sol del Caribe. Lo que no entiendo es la manera en que el gobierno mexicano y muchos analistas se han desgarrado las vestimentas y desgañitado para criticar o descalificar a alguien que no lo necesita. Fidel Castro —qué triste decirlo después de todo lo que alguna vez representó— es apenas un remedo del gran líder revolucionario, y sus credenciales democráticas son tales que cualquier crítica suya a nuestros procesos electorales debería ser vista como un elogio.

Lo que sí sabe Fidel, todavía, es cómo hacerse presente e importante, cómo ser noticia, cómo alebrestar y provocar para sumar puntos a su causa, cualquiera que ésta sea. Y nuestra clase política, para variar, le ha hecho el caldo gordo en vez de pensar en cómo replanteamos nuestra relación con un país (que no necesariamente con su gobierno, y menos con su ex…) que nos resulta de gran importancia si es que algún día aspiramos a ser una potencia regional.

gguerra@gcya.net www.twitter.com/gabrielguerrac

El Universal (Mexico)

 


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