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05/02/2006 | La «guerra» de Mahoma: más allá de la caricatura

La Razón (Es) Staff

Europa asiste agarrotada al choque, agitado por clérigos extremistas - La protesta comenzó tres meses después de la publicación de las viñetas.

 

De Mauritania a Indonesia. Desde El Cairo a Grozni. En las mezquitas y frente a las embajadas occidentales. Hombres, mujeres y niños. Sin distinción de clases. Suníes, sobre todo.

Pero también chiíes, por solidaridad. Y por interés, en el caso iraní. El mundo musulmán se ha levantado esta semana violentamente contra Occidente. Y el blanco de sus iras es una Europa que intenta asimilar que la representación del rostro de Mahoma es ofensiva para los más de mil millones de musulmanes que se reparten por todo el mundo.

Desde el punto de vista del Viejo Continente, adalid de una democracia integracionista, no se concibe esa reacción. La que ha dado pie al asedio de la sede de la UE en Gaza, al asalto de la embajada de Dinamarca en Yakarta, a las aparatosas manifestaciones -pero no multitudinarias- de Amán, El Cairo, Lahore o Sidón, o al incendio de cuatro embajadas occidentales en Damasco.

El viernes los gobiernos continentales, y la propia Comisión Europea, trataban de apaciguar los ánimos. Quizá pensando también en las numerosas comunidades musulmanas que albergan Francia -más de cinco millones de potenciales votantes con las elecciones a la vuelta de la esquina-, Reino Unido, Bélgica o la propia España. Probablemente alguien creyó que el caso podría quedar «aparcado», a la espera de que los vientos del fin de semana acabasen por despejar la atmósfera. Craso error de cálculo: el «domingo» musulmán es el viernes y algunos imanes «daneses» ya se encargaron de realimentar los exaltados ánimos.

Respeto a todas las creencias religiosas y moderación en las reacciones, tanto a favor como en contra. Era el mensaje de Europa. Sólo Anders Fogh Rasmussen, el primer ministro danés, se mantenía batiéndose el cobre en la defensa explícita de la libertad de expresión. El resto del continente le apoyó «con condiciones».

Sin ir más lejos, el presidente francés, Jacques Chirac, lo hizo a su manera, por supuesto. «La libertad de expresión es uno de los fundamentos de la República», dijo. Pero acto seguido pidió «mesura» a los medios de comunicación franceses para no dañar «las convicciones del prójimo». Ciertamente se trata de respetar al vecino, admitía ese mismo día el vespertino «France-Soir» -cuyo propietario, egipcio, despidió al director por reproducir las viñetas- aunque en un duro editorial respondía que «los extremistas han logrado intimidar a la representación francesa». Y a esas alturas media Europa se hacía la misma pregunta: ¿dónde está el límite entre libertad de expresión y respeto a la religión?

El ministro británico de Exteriores, Jack Straw, fue el más explícito en su bronca a la Prensa, a la que recriminó que no había «ninguna necesidad de insultar gratuitamente» a los creyentes musulmanes. Desde Bruselas se evitó coger la «patata caliente». El portavoz de la Comisión remitió el problema a los Estados y, cuando le preguntaron más, dijo que las caricaturas fueron «impropias e imprudentes». Punto.

Acuerdo entre religiones. Lo que sí ha conseguido forjar la actual bronca es una inusual alianza de religiones.

Musulmanes, judios y cristianos de distintas confesiones han llegado a la misma conclusión: la libertad de expresión debe respetar las creencias religiosas. El Vaticano, a través de un comunicado, señaló que «el derecho a la libertad de pensamiento y expresión, reconocido en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, no puede implicar el derecho de ofender el sentimiento religioso de los creyentes».

No obstante, la Santa Sede también condenó las acciones de protesta violentas que se han venido sucediendo estos días.

El pasado 30 de septiembre, los periodistas del «Jyllands- Posten» repasaban las páginas del periódico que acababa de imprimirse en su rotativa. Un repaso rutinario en el principal diario danés, como en cualquier otro periódico. Seguramente comentaron el turbante «explosivo» que lucía Mahoma y también la rueda de reconocimiento en la que aparecía el Profeta entre otros seis sospechosos islámicos. Eran dos de las doce viñetas satíricas que publicaban ese día. Y, desde luego, no se podían imaginar que esos «inocentes» dibujos desencadenasen una reyerta internacional de este calibre.

En realidad, ese día, la semana, el mes siguiente, no pasó nada. La bola de nieve comenzó a rodar después de que la revista noruega «Magasinet» publicara, en enero, las mismas caricaturas, que, para más inri, también pasaron desapercibidas a ojos de los integristas cuando fueron reproducidas en el diario holandés «Volkskrant», apenas quince días después de que lo hiciera el «Posten», el diario más leído en Dinamarca, con una tirada de 300.000 ejemplares.

Y debe ser que a la tercera va la vencida. El 20 de enero, embajadores de países musulmanes acreditados en Dinamarca se reunieron con el primer ministro Anders Fogh Rasmussen, que se limitó a decirles que el Gobierno no puede inmiscuirse en la libertad de prensa. A partir de ahí se desbocaron los acontecimientos. Protestas formales, boicot comercial a los productos daneses en Arabia Saudí, llamada a consultas de embajadores, cierre de la legación libia en Copenhague, manifestaciones, quema de banderas y ahora de representaciones extranjeras.

Mientras, Rasmussen se desgañitaba ante las cámaras de las televisiones árabes e insistía en que «los daneses respetan todas las religiones». Pero a estas alturas ya no servía decir que «el gobierno danés no puede inmiscuirse en lo que publica un periódico», por lo menos ante los integristas que aprovechan el río revuelto para ganar aún más adeptos. Es la hora de los radicales.

La Dirección General de Comunicación Exterior evitó ayer hacer comentarios sobre la protesta formal expresada por el Gobierno de Pakistán ante el embajador español en Islamabad. Junto a otros ocho diplomáticos europeos, el representante español escuchó la protesta contra la publicación y la reimpresión de los dibujos blasfemos», precisó la portavoz del Ministerio de Exteriores paquistaní. Aslam explicó que Pakistán condena la «publicación de los dibujos ofensivos» y agregó que el embajador danés en Islamabad ya fue convocado «para pedir a su Gobierno una acción inmediata».

La Razón (España)

 



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