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06/02/2006 | UGANDA-Opta por la dictadura prolongada y reelige a Museveni

La Razón (Es) Staff

Tras cambiar la Constitución para permitirse un tercer mandato, el presidente, en el poder desde 1986, gana las primeras elecciones abiertas.

 

Fuerte presencia militar, urnas al aire libre pese a una anunciada lluvia, errores en el padrón, palanganas que asumían el papel de cabinas para mantener el secreto del voto, y tinta «indeleble» que se borraba fácilmente ya dejaban intuir el jueves cuál sería el resultado de las primeras elecciones multipartidistas en Uganda desde 1980. Fue el colofón de una violenta campaña y una etapa tensa, en la que el país ha perdido parte de la ayuda extranjera indispensable para su subsistencia.
   

Yoweri Museveni, presidente ugandés desde hace veinte años, aseguró el jueves, confiado, mientras depositaba su voto, que «obviamente ganaré». Una confianza en la victoria simbolizada en la ausencia de previsión de presupuesto para una segunda vuelta. Ayer, respaldados por la UE (que, sin hablar de limpieza, sólo mencionó «errores técnicos»), los primeros resultados, aún sin terminar el recuento, le regalaban a «Mzee» (palabra suahili que expresa el respeto hacia los mayores) su puesto en la lista de líderes africanos que se aferran al sillón presidencial: 65,5 por ciento de los votos para el veterano político frente a menos de la mitad (31,9) para Kissa Besigye, el único rival serio y enemigo «íntimo» de Museveni.
   

Apoyo incondicional. Lejos quedaron los tiempos en los que Occidente apostó por el hombre al que consideraron, en los años noventa, ejemplo de los nuevos dirigentes africanos. Estados Unidos y Reino Unido ignoraron el pasado guerrillero marxista del mandatario. Cerraron los ojos cuando anuló el multipartidismo en Uganda con la excusa de que era la causa de las dictaduras y la violencia que le precedieron. No prestaron demasiada atención a su oscuro papel en la inestabilidad de la región de los Grandes Lagos.
   

Sin embargo, el aventajado alumno que adoptó el liberalismo económico, que se ajustó a los estrictos planes del FMI, que ha conseguido combatir y reducir el sida que merma la población africana, se quitó hace un año la careta de aprendiz de demócrata. Cambió la Constitución para ofrecerse un tercer mandato. Para calmar los ánimos, también le abrió la puerta al multipartidismo... aunque su máximo rival fuera acusado de «traición» y terrorismo» y haya estado preso gran parte de la campaña, prácticamente nada más volver del exilio en octubre del año pasado. La mujer de Besigye, vieja conocida de Museveni (ex amante, según las malas lenguas) llegó a amenazar, una semana antes de los comicios, con contar trapos sucios del dirigente si no cesaba el hostigamiento contra su marido.
   

Mientras, desde la cárcel o en mítines «arropados» por un intimidatorio Ejército, Besigye, ex compañero de armas y ex médico personal del presidente, ha tratado de convencer a los partidarios del «no cambio» (lema de la campaña de Museveni) de que el hombre en el que siguen confiando ya no es el mismo que el que trajo la paz, que el «ángel» que por las armas llevó la armonía a Uganda está adoptando maneras dictatoriales. No es una tarea fácil pedir una apuesta por el cambio a un país que, desde su independencia, sólo ha conocido antes de Museveni cruentos regímenes, los de Milton Obote y el de Idi Amin.
   

Enfado occidental. El encarcelamiento de Besigye y el acoso a sus partidarios han sido las gotas que han colmado la paciencia de Occidente que, aunque valore la estabilidad y los logros de la política económica, sanitaria y de educación de Museveni, ha comenzado a mostrar los primeros signos de su enfado por la «traición» del ugandés. La primera advertencia fue por su implicación en la guerra del Congo. Después, la reforma de la Carta Magna supuso perder parte de los fondos extranjeros. Y se alzan voces que creen que si el Gobierno no es capaz de acabar con una no muy numerosa rebelión armada en el norte, el Ejército de Resistencia del Señor -que transforma a los niños en soldados y atemoriza a toda la región- es porque un frente abierto justifica un demasiado poblado Ejército. Quizá otro síntoma de que Museveni se ha contagiado de una enfermedad llamada dictadura.
   

Yoweri Museveni nació hace 61 años en el seno de una familia nómada de ganaderos (unos orígenes que explican el sombrero vaquero a la hora de votar). En la Universidad de Dar es Salam, Tanzania, se empapó de las ideas anticoloniales y panafricanas que invadían el continente a finales de los sesenta. El golpe de Estado, en 1971, del cruento Idi Amin Dada, apenas un año después de que consiguiera un puesto de asistente en el Gabinete de Milton Obote, truncó momentáneamente sus ambiciones políticas, pero le convirtió en un eficaz guerrillero marxista que ayudó a derrocar dos regímenes dictatoriales. Obtuvo el poder por las armas y la sonrisa cargada de ayudas económicas de Occidente. Sin embargo, en apenas un año y tras veinte en el poder, ha sacado las uñas de dictador, con una reforma de la Constitución en su beneficio y el hostigamiento a su único rival político.

La Razón (España)

 



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