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07/02/2006 | ¿El primer mártir de la «guerra» de Mahoma?

La Razón (Es) Staff

Al grito de «Alá es grande», un joven asesinó ayer al sacerdote Andrea Santaro en su iglesia de Turquía

 

Cada día la sangre corre más y más caliente por las venas de los integristas musulmanes de todo el mundo. La ira provocada por la publicación de 12 dibujos de Mahoma, algunos de dudoso gusto -como el que representa al profeta con un turbante-bomba- en un diario danés y otro noruego, luego reproducidas por otros medios europeos, se ha transformado en cólera y ha mutado en fervor asesino. El sacerdote católico Andrea Santaro podría ser la primera víctima.

Santaro, de 60 años, murió ayer abatido por dos disparos en el pecho a las puertas de su iglesia, en la ciudad portuaria de Trabzon, junto al mar Negro. Aunque la Policía turca, que busca a un joven como autor del asesinato gracias a las declaraciones de los testigos, no quiso relacionar el incidente con la «guerra» por las viñetas de Mahoma, lo cierto es que la curia romana ya ha proclamado a Santaro como primer mártir del conflicto religioso. Horas antes de que tuviera lugar esta muerte, unos 300 turcos se manifestaron en Estambul contra los dibujos con pancartas en las que se podían leer amenazas directas a europeos, también españoles, y norteamericanos.

El sacerdote recibió dos disparos en el pecho que le atravesaron el hígado y el corazón sobre las 15:30 , al término de la misa, en horario de visitas, a manos de un joven de unos 17 años que gritó «Allah Akbar» [«Alá es grande»] para darse a la fuga de inmediato, informaron varios testigos. El cuerpo de Santaro quedó inerte, rodeado de sangre en el jardín, justo a las puertas de la iglesia de Santa María, construida en el siglo XIX durante el gobierno del sultán otomano Abdulmecid para servir a los cristianos de la zona. El gobernador de Trabzon, Huseyin Yavuzdemir, afirmó que el religioso llevaba residiendo en Turquía unos cinco años y que había recibido amenazas por su labor religiosa pese a lo cual nunca requirió protección de las autoridades. «Condenamos el ataque contra un hombre de religión», expresó el gobernador.

Defendió el diálogo con el islam. Santoro se había convertido en un icono del entendimiento entre religiones y en un firme defensor del diálogo con el islam. Deseaba la creación de un puente entre Oriente Medio y Occidente, según escribió él mismo en una carta publicada por la diócesis de Roma. Santoro quería «hacer de ventana entre mundos lejanos, entre el Medio Oriente y Occidente; entre el islam, el judaísmo y las iglesias cristianas».
Y luego explicaba que «ser ventana significa ser lugar de comunicación y de encuentro». En otro mensaje a su parroquia el sacerdote aseguraba que había escuchado «cuan importante y posible de realizar es un intercambio de dones espirituales entre Oriente y Occidente».
Y luego agregaba: «Oriente Medio, la Tierra Santa donde Dios decidió comunicarse de modo especial con el hombre, tiene sus riquezas y su capacidad gracias a la luz que Dios ha puesto allí siempre para iluminar nuestro mundo occidental».

Sin embargo, también aseguraba que «Oriente Medio tiene su oscuridad, sus problemas trágicos, y sus rostros. Por ello, tiene necesidad a su vez de que el Evangelio que de allí ha partido sea de nuevo sembrado. Es una recíproca reevangelización y enriquecimiento que los dos mundos se puede intercambiar». El enviado del Papa Benedicto XVI en Ankara, Monseñor Antonio Lucibello, aseguró que la mujer que asistía al sacerdote le explicó que Santoro fue asesinado mientras se encontraba rezando «de rodillas en la primera hilera de escaleras de la iglesia». «No pudo ver a su asesino cara a cara», añadió Lucibello.

Desde Roma, el cardenal Camillo Ruini afirmó que Santoro «vertió su sangre por el Señor. La diócesis de Roma está orgullosa de él». «Los sacerdotes que estimaban a Andrea Santoro», cura de la parroquia romana de Jesús de Nazaret, «están profundamente conmocionados por esta tristísima noticia», remarcó Ruini.

El cardenal Ruini recordó el deseo del sacerdote de poder dejar Roma para ir a la península de Anatolia y «ser en aquella tierra testimonio silencioso y predicador de Jesucristo con respeto a las leyes locales».

La Razón (España)

 



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