Los nombramientos del presidente electo en política exterior apuntan a un desmantelamiento del «América primero» de Donald Trump.
Joe Biden celebró su victoria en las elecciones
presidenciales de EE.UU. como un paso del «América primero» de Donald Trump al
«América ha vuelto». Era una referencia a su apuesta por recuperar el
multilateralismo y el liderazgo estadounidense en las organizaciones
internacionales, tras cuatro años en los que la Administración Trump -con
logros reseñables- hizo la guerra por su cuenta.
El regreso al multilateralismo está por comprobarse a
partir del 20 de enero, cuando Biden jure su cargo como presidente de EE.UU. Lo
que sí ya ha vuelto es la vieja guardia de Biden y del que fuera su jefe,
Barack Obama, a la dirección de la política exterior de EE.UU.
El presidente electo ha anunciado los nombramientos clave
de la diplomacia estadounidense y todos cumplen el mismo perfil: íntimos
colaboradores de Biden desde hace décadas y veteranos de la Administración
Obama. De entre ellos destaca Antony Blinken, el próximo secretario de Estado.
Asesora a Biden en materia internacional desde sus años como presidente del
Comité de Relaciones Exteriores del Senado, entre 1997 y 2008. Después fue su asesor
de seguridad nacional cuando Obama eligió a Biden como vicepresidente y, en el
segundo mandato de Obama, fue vicesecretario de Estado.
Blinken ha defendido una política exterior de «liderazgo
con la diplomacia», pero es también un alto cargo que ha impulsado el
intervencionismo de EE.UU. en el mundo, algo que Trump se propuso corregir.
Bajo su asesoramiento, Biden votó a favor de la Guerra en Irak, algo que
después calificó de «error». También criticó las decisiones de la
Administración Trump sobre salida de tropas de Oriente Próximo.
El nombramiento de Blinken es un ejercicio de contraste
con Trump. El primer secretario de Estado del multimillonario neoyorquino fue
Rex Tillerson, consejero delegado de ExxonMobil, al que no conocía
personalmente y sin experiencia en la Administración. Al mismo tiempo, colocó a
gente de su círculo íntimo -también sin experiencia- a negociar asuntos de gran
calado internacional: encargó a su yerno, Jared Kushner, el proceso de paz
entre Israel y Palestina o la negociación comercial con México. El equipo
Trump-Tillerson no duró mucho y le sustituyó pronto. La elección de Biden es,
como el resto de la campaña que le ha llevado a ganar las elecciones,
convencional y previsible: alguien que le asesora desde hace más de dos décadas
-siguió a su lado tras su salida de la Casa Blanca- y que conoce a la
perfección el Departamento de Estado. También es una decisión estratégica: los
moderados republicanos ven a Blinken con mejores ojos que a la otra gran
pretendiente del cargo, Susan Rice. Y Biden necesita que el Senado -con muchas
probabilidades de que mantenga su mayoría republicana- apruebe sus
nombramientos.
Algo similar ocurre con el resto de elegidos. Su asesor
de seguridad nacional será Jake Sullivan, un diplomático joven (43 años) pero
con mucha experiencia. Tuvo ya ese puesto para el Biden vicepresidente
-precisamente después de Blinken- y después fue uno de los principales asesores
de Hillary Clinton cuando esta fue secretaria de Estado. Por su parte, Linda
Thomas-Greenfield, diplomática de carrera y subsecretaria para asuntos de
África de 2013 a 2017, será embajadora ante la ONU.
Apuesta por el clima
Además, Biden crea el puesto de enviado especial para el
cambio climático, tras convertir el medioambiente en una de sus prioridades de
campaña para contentar a las corrientes izquierdistas y al voto joven. Pondrá
al frente a un veterano: John Kerry, compañero suyo en el Senado, candidato a
la presidencia en 2004 y secretario de Estado con Obama.
Biden ha defendido que una de las primeras decisiones al
poner el pie en la Casa Blanca será impulsar la readmisión de EE.UU. en el
Acuerdo de París. Obama fue uno de sus grandes promotores y Trump, además de
desmantelar buena parte de la regulación medioambiental de su antecesor, sacó al
país del acuerdo, lo que se hizo realidad a comienzos de este mes.
«No tenemos tiempo que perder cuando se trata de nuestra
seguridad nacional y nuestra política exterior», dijo Biden en un comunicado.
«Necesito un equipo listo en el primer día en el cargo para ayudarme a
recuperar el lugar de liderazgo de EE.UU., unir al mundo para hacer frente a
los desafíos más importantes que enfrentamos y promover nuestra seguridad,
prosperidad y valores».
El mismo perfil cumple Avril Haines, que será la primera
directora nacional de inteligencia, el cargo de mayor responsabilidad en este
cargo, por encima de la dirección de la CIA. El puesto fue creado tras los
ataques del 11-S para mejorar la coordinación entre las distintas agencias de
inteligencia.
Haines fue asesora de Biden como senador y, después,
sirvió en diferentes responsabilidades en la Administración Obama: fue
directora adjunta de la CIA y asesora adjunta de seguridad nacional para el
entonces presidente de EE.UU.