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14/04/2016 | Sanders ataca a Clinton y avisa: «Tenemos una sorpresa para el ‘establishment’»

Javier Ansorena

El mitin de Bernie Sanders en el célebre Washington Square Park de Nueva York inicia la recta final de las primarias de Nueva York, con las encuestas a favor de Hillary Clinton

 

El mitin de Bernie Sanders de este miércoles por la noche en Washington Square Park, en el corazón de Nueva York, se presumía histórico y acabódesangelado, lejos de los acontecimientos que han marcado a este parque coqueto del Greenwich Village.

Aquí se celebró la primera manifestación por los derechos laborales -que acabó en disturbios- cuando en 1832 los albañiles protestaron porque la Universidad de Nueva York, que ocupa buena parte de los edificios de la zona, contrató a presidiarios para ese trabajo. Aquí tuvo lugar la Revuelta Beatnik, en la que cientos de músicos desafiaron la prohibición de cantar sin permiso en 1961, cuando un joven Bob Dylan tocaba en los bares de la cercana Bleecker Street. Y aquí se protestó contra la guerra de Vietnam y Allen Ginsberg leyó poesía a la sombra de uno de sus árboles.

Era el escenario perfecto para un mitin emblemático, con capacidad de insuflar una energía nueva a la campaña de Sanders, que por el momento no recorta la distancia que le saca la favorita, Hillary Clinton, para llevarse la nominación del partido demócrata de cara a las elecciones presidenciales de noviembre (el acumulado de encuestas de RealClearPolitics le da una ventaja de trece puntos a la ex secretaria de Estado).

Hubo colas kilométricas durante toda la tarde para acceder al parque, aislado del mundo por cordones de vallas y barreras policiales. Dentro, las zonas con césped, que ocupan buena parte del parque, estaban cerradas, y la seguridad encajonaba a los asistentes en zonas protegidas con vallas. Era desolador ver los jardines vacíos de gente y los entusiastas de Sanders embotellados en los senderos que los atraviesan. Además, hacía frío. La organización aseguró que se reunieron 27.000 personas. Dentro del parque, daba la sensación de ser muchas menos. No era la situación ideal para azuzar la «revolución política» que proclama Sanders.

El ambiente se caldeó con los teloneros: entre otros, los actores Tim Robbins y Rosario Dawson y el director de cine Spike Lee, todos ellos, como Sanders, oriundos de Nueva York. A Lee tuvieron que cortarle su discurso -poco inspirado- porque el senador de Vermont había llegado. Sandra y Luis celebraron la aparición de Sanders en el estradoencendiendo un porro (durante su discurso, el candidato defendió la legalización de la marihuana), y vitorearon sin parar al senador. Son dos estudiantes mexicanos de la Universidad de Nueva York y de Parsons, dos centros privados donde estudiar cuesta cerca de 50.000 dólares por año. Aseguraban ser grandes «seguidores» del adalid de la clase trabajadora y que en su país todo el mundo estaba «traumado» con el ascenso de Donald Trump.

El discurso de Sanders, con la voz quebrada por el trajín electoral, no quedó para la historia. No refrescó su mensaje, ni improvisó, ni sorprendió. Recorrió los lugares comunes de su campaña: el alarmante aumento de la desigualdad social, la defensa de la sanidad pública, de la educación pública gratuita -también la universitaria-, el medioambiente, la necesidad imperiosa de cambiar el sistema criminal, la defensa de la igualdad salarial entre hombres y mujeres, el aumento del salario mínimo, la mejora de las condiciones de las minorías negra e hispana…

Pero su mensaje cobró más vigor en los ataques a Hillary Clinton, centrados en lo que a él le diferencia de la ex secretaria de Estado: «Yo me he opuesto a todos esos tratados comerciales, como Nafta, que nos han costado millones de dólares. Ella los apoyó», «yo me opuse a la Guerra de Irak, ella votó a favor», «yo prohibiré el fracking a nivel nacional, ella lo ha favorecido». Y, sobre todo, dejó claro que su campaña se ha financiado con pequeñas contribuciones de ciudadanos y que la de ella la pagan las Super PAC y los multimillonarios, «con 15 millones de dólares solo de Wall Street».

Sanders tiró de humor para presionar a Clinton sobre los discursos pagados que ella dio a Goldman Sachs y otros bancos de inversión, y cuyo contenido no ha querido desvelar. En uno de ellos, Clinton recibió 225.000 dólares. «Debe ser un discurso increíble, extraordinario, que podría resolver todos los problemas del mundo. Debe estar escrito en prosa shakesperiana. Si es tan extraordinario, ¡debería desvelarlo!», proclamó ante la ovación del público.

Remontará

«Hay una oleada a su favor», celebraba Lynne, una jubilada que se desplazó hasta el parque, después del discurso, con fe ciega en que Sanders remontará el próximo martes. «Ha dejado claro que tiene todos los detalles de sus políticas pensados al máximo», defendía, como respuesta a la opinión de los seguidores de Clinton de que muchas de las propuestas de Sanders sonbienintencionadas, pero irrealizables.

El senador explicó con brocha gorda cómo desarrollará algunos de susplanes más criticados. ¿Cómo invertir un billón de dólares en infraestructuras en cinco años y crear miles de puestos de trabajo? «Cerrando una laguna fiscal por la que las empresas sacan sus beneficios a paraísos fiscales y por la que se pierden 100.000 millones de dólares al año». ¿Cómo financiar su prometida educación universitaria gratuita? «Con un impuesto a la especulación de las firmas de Wall Street. Si el Gobierno le rescató en la crisis financiera, ahora a Wall Street le toca ayudar a la clase media». Fervor en el parque.

Sanders cerró su mitin reconociendo que la pugna por sobrepasar a Clinton era difícil, pero no imposible si la gente va en masa a las urnas el martes. «Creo que tenemos una sorpresa guardada para el ‘establishment’», confió el candidato, con el arco de triunfo dedicado a George Washington a su espalda. Fue levantado en 1889, en el centenario de la investidura del primer presidente del país. En su parte superior está esculpida una cita de Washington, que esa noche cobraba un sentido especial durante el discurso del senador de Vermont, empeñado desde hace décadas en cambiar las estructuras socioeconómicas de EE.UU. con la prioridad puesta en la clase trabajadora. «Levantemos un estándar que pueda servir a los sabios y a los honestos; lo demás está en manos de Dios».

ABC (España)

 



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