Lleva años padeciendo un total aislamiento. Cortada su línea telefónica, encerrada en su casa, sometida al suplicio del silencio ha rehusado someterse al poder. Premio Nobel de la Paz, se bate en una batalla que, un día, fuera la de su padre para obtener la plena independencia de Birmania. Su antorcha la recogería Aung San Suu Kyi, para trasladar la independencia a la democracia de los partidos.

El 27 de mayo de 1990 Birmania fue a las elecciones legislativas y las ganó el partido de Suu Kyi. El corresponsal de Le Figaro en la vieja Bang- kok, decía, entonces, y me hizo mucha gracia su descripción, “que los oficiales de lentes negros se opusieron a que el país pasara, con la independencia, a la libertad”. Aung San Suu Kyi no se resignó. Abandonó su importante puesto en la ONU, dejó atrás sus estudios universitarios y, con dilemas familiares serios, optó por la resistencia.

En las imágenes que he visto en la televisión, en un día de lluvia en la capital, el desfile de la gente, sobremanera los monjes budistas, a pie desnudo, sin la menor arma ofensiva, me recordaron las marchas de Gandhi intentando traspasar a las multitudes la triple alianza cultural que proponía el hombre que enseñó, en Sudáfrica (donde Gandhi vivió, durante años) la lucha pacífica contra el apartheid. Gandhi, en efecto, enseñaba una trilogía cultural fascinante: satya, chin, ananda.

Satya procede del sánscrito y su raíz, sat, define, a la vez, la verdad y Dios. Chin significa “conocimiento” y, ananda, a su vez, “alegría”. Viendo desfilar bajo la lluvia a cientos y cientos de monjes budistas, y con ellos a la sociedad civil sin temor a las brutalidades policiacas, recordaba los días gandhianos. En efecto, Londres no hubiera podido aceptar que se dispersase a tiros una manifestación pacífica. El Imperio estaba preparado para responder a la fuerza con más fuerza y, para ello tendría, una Teoría de la Justificación. No la tuvo ante la estrategia de Gandhi y, por tanto, Inglaterra tuvo que admitir la Independencia de la India en 1947.

Los desfiles que he visto en las pantallas de la televisión me han recordado aquellos días. India recobró la libertad y, sin embargo, el mismo día que se arrió la bandera inglesa comenzó la guerra entre hindúes y musulmanes. Estos últimos, en su marcha hacia Paquistán, que sería el espacio nacional para los musulmanes, sufrieron persecuciones y luchas que, aún, perduran. Lo aleccionador es que mientras Inglaterra representó el poder, musulmanes e hindúes cooperaron en la lucha común contra el Imperio. Después lucharon entre sí. Gandhi dedicó los últimos días de su vida, con su postrera huelga de hambre, a establecer la paz entre ambas comunidades. Fue asesinado por un hindú radical. Gandhi, acusado de defender a los musulmanes, había dado una razón magistral: “No les defiendo a ellos; os defiendo a vosotros contra vosotros mismos”.

Myanmar, la vieja Birmania colonial de Inglaterra, tiene alrededor de 52 millones de habitantes y según el Banco Mundial 2007, no existen datos sobre su PIB per cápita. En el volumen L’état du Monde 2006 se acepta la cifra de mil 364 dólares. El Atlaséco, Atlas économique mondial 2007, señala para 2005, 2 mil 50 dólares per cápita. Ese atlas, define su régimen político así: “República. Poder Militar Despótico”. Numerosos premios Nobel, gobiernos y defensores de los derechos humanos no han desistido de su petición: “Libertad para Aung San Suu Kyi”. Uno mi firma a su memoria.

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