En 2015 viajé a conocer Rusia, un paÃs fantástico que vale mucho la pena visitar. Con los rusos que convivÃ, pocos, pero muy educados, todos coincidÃan en una cosa: odiaban a MijaÃl Gorbachov. En cambio, para los occidentales, era el héroe que abrió el sistema soviético y sentó las bases para el final del comunismo y la Unión Soviética.
Platiqué ayer con Rainer María Matos Franco, quien se
encuentra estudiando su doctorado en San Petersburgo, Rusia. Rainer es uno de
los mexicanos que más sabe sobre ese país. Es el autor de la Historia mínima de
Rusia, publicada por El Colegio de México.
Quería saber qué pensaba Rainer sobre la invasión a
Ucrania y, sobre todo, la perspectiva de los rusos sobre lo que está ocurriendo
en esta guerra. De los múltiples temas que tratamos, destaco dos.
Primero, me contó que las sanciones de Occidente ya se están
sintiendo en la economía rusa. Sin embargo, también están encontrando la manera
de darle la vuelta a muchas de ellas. Al parecer hay unas tarjetas que quién
sabe cómo operan, pero permiten que la gente siga consumiendo y sacando dinero
de los cajeros, a pesar que Visa, MasterCard y American Express ya no están
funcionando en Rusia. Además, los pagos internacionales los están haciendo por
medio de plataformas financieras de China, país que no se ha unido a las
sanciones.
El segundo punto que me pareció muy interesante es sobre
la tolerancia de los rusos a lo que está ocurriendo. Para ello me remonto a mi
experiencia personal.
En 2015 viajé a conocer Rusia, un país fantástico que
vale mucho la pena visitar. Con los rusos que conviví, pocos, pero muy educados,
todos coincidían en una cosa: odiaban a Mijaíl Gorbachov. En cambio, para los
occidentales, era el héroe que abrió el sistema soviético y sentó las bases
para el final del comunismo y la Unión Soviética.
Los rusos veían a Gorbachov como uno de los peores
gobernantes de su historia que sólo trajo inestabilidad a su país. Me quedó
claro que el orden era un valor muy importante para los rusos. Todos me
contaban historias de cómo, durante la época de Gorbachov y luego la de
Yeltsin, dejaron de funcionar los servicios públicos. La educación y salud
públicas tuvieron un deterioro muy importante. Y siempre mencionaban el tema de
la basura. Según ellos, en la época soviética las ciudades estaban limpias.
Luego, con la apertura, se llenaron de basura.
Las quejas seguían. Muchos perdieron sus empleos. Ya no
tenían que hacer colas para conseguir productos, pero tampoco los podían
obtener porque eran muy caros. Sus rublos no servían para nada. En suma, la
historia de un país en crisis, desordenado, a lo que no estaban acostumbrados.
Si todos mis interlocutores odiaban a Gorbachov, también
adoraban a Putin. Y no creo que lo decían por miedo. Se sentían orgullosos de
su presidente porque precisamente había ordenado a Rusia. Ya no había basura en
las calles, por ejemplo. La vida era de nuevo estable y predecible como en las
épocas pasadas.
Encontré, además, un gusto por la cultura del hombre
fuerte al estilo Stalin. De hecho, en la Plaza Roja, la tumba con más flores
que dejaba la gente, aparte del mausoleo de Lenin, era la de Stalin que, para
mí, se merecía que lo incineraran y esparcieran sus cenizas en las dunas de
Kalmukia.
Me quedó claro que Putin le jugaba, con éxito, a
presentarse como el hombre fuerte que ordena y salva al país, al estilo de
Stalin.
Regreso ahora a lo que me dijo Rainer Matos.
Efectivamente, a los rusos les gusta la estabilidad. Es uno de los atributos
que le ha granjeado popularidad a Putin. El problema con la guerra en Ucrania
es que, si se extiende por más tiempo, inevitablemente desestabilizará a Rusia.
No sólo su economía (por las sanciones), sino las estructuras sociales como
sucede en una guerra que se prolonga de más.
Así llegará el momento en que Putin vea afectada su
imagen por la guerra. Como dice Rainer, sobre todo en una población que, de por
sí, ya lo comenzaba a ver con recelo: los menores de 40 años de edad y, dentro
de ellos, los más jóvenes. Hay que tomar en cuenta que alguien de 22 años sólo
ha visto a Putin como su presidente durante toda su vida.
Así que este tema de la estabilidad y la guerra podría
jugar un papel muy importante en el desenlace. A Putin no se le puede
desordenar Rusia porque ahí pierde una de sus grandes fuentes de legitimación.
Si Putin fuera racional, en algún momento tendría que
evaluar si le conviene políticamente la guerra o si llegó el momento de hundir
los costos y tratar de salvar cara consiguiendo algunas concesiones de los
ucranianos. Pero luego estos dictadores, que llevan mucho tiempo en el poder y
se van quedando cada vez más solos y aislados, ya no actúan de manera racional,
sino que se sienten tocados por la mano de Dios con la misión de ganar a toda
costa.
¿Cuál de los dos Putin prevalecerá? Eso es lo que no
sabemos a ciencia cierta.
***Twitter: @leozuckermann