Acostumbrados a los temblores telúricos, uno de otra naturaleza zarandeó hoy Perú. Las acciones cayeron hasta un 12,23%. La fuerte sacudida, con epicentro dentro y fuera del territorio nacional, advertía que el poder no sólo está en las urnas, también en los bolsillos. Para evitar, entre otras razones, un terremoto bursátil como el registrado a primera hora de la mañana, el ex presidente Alejandro Toledo, se proclamó la víspera garante del futuro Gobierno de Humala. El último premio Nobel, Mario Vargas Llosa, hizo unas declaraciones en el mismo sentido. 

Ambos, piezas reconocidas en el triunfo de Humala (51,3 por ciento) frente a Keiko Fujimori (48,63 por ciento), insistieron en que vigilarían que se cumpla con la democracia y conserve un modelo económico estable. No fue suficiente para impedir el amago de golpe de Estado económico con el que se desayunó hoy Perú.

La presión de los mercados responde, según la economista Cecilia Blume, a «la necesidad de conocer el Gabinete del Gobierno de Humala». La desconfianza en el presidente electo, por si había dudas, quedó explícita. La reacción del mundo de las finanzas apuntó al corazón del hasta ayer candidato ultranacionalista, pero el efecto colateral lo encajó un país que hoy necesita un voto de confianza para continuar con el crecimiento sostenido de una década.

«No se puede hablar de que Perú avanza si hay tantos peruanos en la pobreza. Lo vamos a corregir con políticas reales que resuelvan el problema de la educación, de salud, de infraestructura y, a la vez, cerraremos el paso a la corrupción». Las declaraciones de Humala, en rigor fáciles de suscribir por cualquier político neoliberal, se recibieron, entre sus seguidores, con una expresión «made in USA»: «Sí, se pudo», coreaban cientos de personas agolpadas en la Plaza 2 de Mayo.

Humala intentó poner el primer parche en la herida abierta en la Bolsa. «Construiremos un Gobierno de concertación nacional en el que nadie se sienta excluido y donde todos nos sintamos representados. Vamos a promover más inversiones, vamos a llevar una economía de libre mercado que es, justamente, la consolidación del mercado interno. Promoveremos la agroexportación y la ganadería».

Entre el 35 y el 39 por ciento de los peruanos son, como sus padres y sus abuelos, pobres. Ese sector de la población, excluido de las cifras macroeconómicas, es donde Ollanta y Keiko cosechaban grandes respaldos. Ellos, en definitiva, inclinaron la balanza del «ballotage» a favor de los dos candidatos que, —recuerda la consultora Giovanna Peñaflor— «más resistencia ofrecían al electorado».