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06/04/2020 | Lo que va de Wuhan a Milán y a Pekín

Ramón Perez- Maura

Sun Tzu en su «Arte de la Guerra» no fue capaz de idear una estrategia mejor

 

ecíamos en esta página hace dos semanas ( «El comunismo chino tiene miedo» ABC, 22-03-2020) que «esta pandemia sólo se explica -hasta ahora- con la mentira. Mentira en sus orígenes y mentira en su resultado, porque por mal que lo estemos haciendo en algunos países europeos, no es creíble que ya haya más muertos en Italia que en China.» Y hoy en España. Al fin el pasado miércoles las agencias de inteligencia de los Estados Unidos hicieron llegar a la Casa Blanca un informe conjunto que explica que « China ha ocultado el alcance del brote de coronavirus en su país» («China Concealed Extent of Virus Outbreak, U.S.A. Intelligence Says» Bloomberg, 1-04-2020). El número de casos del coronavirus de los que se ha informado sería intencionadamente incompleto según el informe pedido por la Casa Blanca. A nadie puede sorprender que esto sea así. No tenemos tampoco ninguna explicación científica que justifique cómo es posible que fuera más fácil para el virus llegar de Wuhan a Lombardía que a Pekín. ¿Es posible que Milán esté mejor comunicado con Wuhan de lo que lo está Shanghai donde la pandemia tampoco parece haber afectado relevantemente?

Por supuesto, las cifras opacas no se dan sólo en China. Se dan en todos los países en los que no hay prensa libre. Esa opacidad se extiende hoy a Irán, Rusia o Corea del Norte, aunque en este caso es cierto que es poco probable que el contagio sea relevante porque entrar y salir de allí es metafísicamente imposible y el estado de reclusión es casi permanente.

Esta crisis no tiene precedente conocido. La Peste Negra entre 1347 y 1353 se extendió mucho más despacio por Eurasia y no llegó a otros continentes. Pero siete siglos después el mundo en una aldea global, como decía Marshall McLuhan y no sólo las ideas vuelan de una punta a otra del planeta. También lo hacen los seres físicos y con ellos las enfermedades que acarrean.

Es muy interesante ver cómo el gran suministrador del planeta, la dictadura comunista china, que es en realidad un régimen de capitalismo salvaje, ha visto surgir de sus entrañas esta pandemia y ahora se está convirtiendo en el primer proveedor de los asolados por el coronavirus. Sun Tzu en su «Arte de la Guerra» no fue capaz de idear una estrategia mejor. Pero asumamos que no es tal estrategia. Que es una mera coincidencia.

Por una razón u otra, este virus va a romper los equilibrios del mundo y todo indica que quien saldrá más favorecido es el país en el que se engendró esa plaga. En cualquier otro momento de la historia de la humanidad eso hubiera supuesto una guerra con armas tradicionales. Hoy nadie quiere un conflicto así. Pero no puede ser que el país que engendró el mal salga como el más beneficiado de la pandemia. Un país ante el que nos rendimos porque no tenemos mejor proveedor de multitud de bienes de primera necesidad.

Días atrás leí una gran iniciativa que habría que intentar impulsar para que muchos países hicieran algo similar a la vez. Nosotros no nos atrevemos solos contra Pekín, pero muchos juntos podríamos. Era una petición para que el presidente Trump otorgue la Medalla de la Libertad al médico chino Li Wenliang que murió después de denunciar la aparición del virus («A Coronavirus Medal of Freedom». Chris Jacobs. «The Wall Street Journal.» 02-04-2020) «El régimen comunista chino es culpable de la pandemia. Trabajó en suprimir noticias sobre el virus, persiguió a los médicos que dijeron la verdad, expulsó a reporteros de medios norteamericanos, y ha intentado desviar la culpa acusando falsamente a Estados Unidos de crear el virus (…) La dirigencia China infligió un daño incalculable en su propio país y el resto del mundo intentando ocultar la información del coronavirus en lugar de encabezar el intento global de combatirlo». Que todos los países que hemos sufrido esta pandemia otorgáramos al doctor Li Wenliang nuestro equivalente a la Medalla de la Libertad que instauró John F. Kennedy y recibieron entre otros Vaclav Havel, Lech Walesa, Margaret Thatcher y el propio Kennedy quince días después de su magnicidio, mostraría a China que no todo el monte es orégano.

ABC (España)

 



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