Hay que reconocer que el Kim Jong-un, el «hombre cohete» como le llamó el presidente Trump en su día, se ha apuntado una victoria en toda regla en la cumbre del pasado viernes en la frontera entre los dos Estados de la Península Coreana. Por enumerar sólo alguno de los éxitos obtenidos, señalemos:

1.- Tuvo al planeta a sus pies. Todo el mundo esperaba algún gesto afable del dictadorzuelo que lleva años rearmándose y haciendo ensayos nucleares. Él fue a la cita fronteriza y sonrió. Todo el mundo parecía encantado.

2.- Kim ha conseguido que los dos rivales que hasta ahora le plantaban cara coordinadamente por primera vez se reúnan con él por separado. El viernes se vio con el presidente del Sur, Moon Jae-in, en cuyo currículo está el haber sido jefe de gabinete del presidente izquierdista Roh Moo-hyun, que se reunión con el padre de Kim en 2007. Y Moon tiene ahora un jefe de gabinete, Im Jong-seok, en cuya autobiografía confiesa haber sido agente del Norte Hasta 2005, mientras era la persona de encargada de cobrar lo royaltíes de propiedad intelectual del Norte -principalmente los de las obras completas de los Kim, padre e hijo. El nuestro no había empezado a producir libros todavía.

3.- Ambos presidentes acordaron el viernes trabajar por “la desnuclearización de la península”. Es una frase que figura desde hace décadas en la propaganda del Norte mientras sigue desarrollando su programa nuclear. ¿Por qué? Porque para la dinastía de los Kim, el único rival es Estados Unidos que tiene desplegado en el sur de la península el armamento necesario para defender esa república del Norte comunista. Urge saber si el presidente Moon prefiere quedar a merced de las bellas intenciones del vecino del Norte.

Basten estos tres ejemplos como evidencia de la clara victoria lograda por Kim en la cita de esta semana. Moon dijo al mundo que cree la palabra del representante del régimen que por dos veces (en 2000 y 2007) arrancó concesiones al Sur en cumbres similares y después siguió desarrollando su armamento nuclear. Moon ha firmado el acuerdo sin siquiera pedir la verificación por parte de inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica -a los que ya sabemos que tampoco es imposible engañar.

Pero la jugada más maquiavélica de Kim Jong-un ha sido la de poner ahora todo el peso sobre la cumbre con Trump, a celebrar en algún momento antes del verano. Porque Trump difícilmente puede ser más purista que la Purísima y aparecer como más duro con Kim que su vecino del Sur. Kim ha jugado sus cartas con habilidad y puede estar a punto de ganar una batalla a Estados Unidos de la única forma que él puede derrotar a la todavía hiperpotencia mundial: jugando la carta de la opinión pública occidental contra Trump. E insisto en lo de la opinión occidental porque en Pekín, desde donde escribo estas líneas, la imagen de Trump es la del triunfador al que quieren imitar la mayoría de los nuevos ricos que ha generado el capitalismo salvaje en que ha desembocado el comunismo que fundó Mao Zedong. Perdonen que insista, pero es que no paramos de mejorar.