Sus múltiples actividades delictivas reportan a Corea del Norte alrededor de 1.000 millones de dólares (757 millones de euros) anuales.
Ocultos en contenedores bajo 10.000 toneladas de azúcar, en el carguero norcoreano interceptado en el Canal de Panamá había incluso dos cazas Mig 21 de fabricación soviética. Además de encontrar varios equipos de misiles, los agentes de aduanas panameños siguen sacando los 220.000 sacos de azúcar que transportaba el navío en busca de más armas o incluso droga en las bodegas que todavía no han registrado. Procedente de Cuba, que ha reconocido que le pertenece la carga aduciendo que son 240 toneladas métricas de
«armamento obsoleto que iba a ser reparado en Corea del Norte», el apresamiento del barco «Chong Chon Gang» ha vuelto a poner de manifiesto el tráfico de armas con que se financia el
régimen estalinista de Pyongyang.
A pesar de las sanciones de la ONU contra Corea del Norte por las tres pruebas nucleares que ha efectuado desde 2006, que le impiden la exportación de cualquier tipo de material militar y sólo le permiten la compra de armas ligeras, no es la primera vez que uno de sus barcos es «pescado» in fraganti. De hecho, este mismo buque, el «Chong Chon Gang», ya fue detenido en el puerto ucraniano de Oktyasbrk en febrero de 2010, cuando se encontraron a bordo municiones para armas pequeñas y drogas.
Otro de los episodios más sonados tuvo lugar a finales de 2002. A petición de Estados Unidos, la Armada española interceptó en el golfo de Adén al carguero «So San» con quince misiles Scud que iban a ser vendidos en Yemen, una operación que finalmente se llevó a cabo con la autorización de la Casa Blanca.
Armas para Irán
Entre junio y julio de 2009, el carguero «Kangnam 1» fue seguido durante tres semanas porque supuestamente llevaba armas a Myanmar (Birmania), pero al final se dio la vuelta y regresó a puerto. Poco después, en agosto de ese mismo año, las autoridades de Emiratos Árabes Unidos interceptaron en Dubái un buque de una empresa austro-gala con bandera de Bahamas y diez contenedores de armamento fabricado en Corea del Norte que tenía como destino Irán.
En diciembre de 2009, un avión de Georgia procedente de Pyongyang fue detenido en el aeropuerto de Bangkok con 35 toneladas de misiles, granadas y lanzamisiles que también iban para Irán. Los cuatro integrantes de la tripulación, de Kazajstán y Bielorrusia, fueron arrestados por la Policía tailandesa.
En mayo del año pasado, las autoridades surcoreanas apresaron en el puerto de Busan otro barco con 445 cilindros de grafito procesados en el Norte que, al parecer, iban a ser usados para fabricar misiles en Siria.
«Las actividades delictivas le reportan a Corea del Norte entre 500 y 1.000 millones de dólares al año», asegura en su libro «El estado imposible. Corea del Norte, pasado y futuro» Victor Cha, número dos de la Administración Bush en las conversaciones a seis bandas de Pekín con el régimen de Pyongyang. Además de vender armas y misiles, la hermética y aislada Corea del Norte se ha ganado fama de ser un Estado criminal por traficar con drogas, piedras preciosas, tabaco de contrabando y falsificaciones perfectas de billetes de 100 dólares, los famosos «superdólares» («kattalio») que generan unos beneficios anuales de entre 15 y 100 millones de dólares, éstos ya auténticos.
Según las estimaciones del Gobierno surcoreano, el tráfico de armas le reporta a Pyongyang unos 117 millones de euros al año. Por su parte, el Servicio de Investigación del Congreso norteamericano calcula una cifra algo superior, ya que sostiene que Pyongyang «facturó» unos 800 millones de euros entre 2001 y 2004 sólo por la venta de armas convencionales.
Otro informe del Congreso estadounidense también afirma que Corea del Norte proporcionó armas a los Tigres Tamiles de Sri Lanka entre 2006 y 2009 y a Hizbolá en el Líbano, mientras que el Departamento de Estado sospecha que hizo negocios en el año 2000 con la guerrilla del Frente Moro Islámico de Liberación en Filipinas.
Cocaína, hachís y opio
Pero no sólo de la venta de armas vive el régimen de Pyongyang, que desde 1976 se ha visto involucrado en 50 casos de tráfico de drogas en más de veinte países. Entre ellas destacan la cocaína y el hachís, pero las más habituales son el opio y sus derivados, como la heroína y el «cristal», una popular metanfetamina. Con una capacidad de producción anual de 50 toneladas de opio y de entre 10 y 15 de metanfetaminas en cooperativas estatales, los expertos Stephan Haggard y Marcus Nolland calculan que el narcotráfico le reporta unos beneficios de entre 70 y 200 millones de dólares a «Narcorea», como ya ha sido bautizado este siniestro país. Además de ganar entre 80 y 160 millones de dólares al año con el contrabando de cigarrillos falsificados, sobre todo de la marca norteamericana Marlboro, Corea del Norte vende imitaciones de gran pureza de las populares pastillas Viagra y Cialis, que curan la impotencia y, de paso, financian al régimen dirigido por el joven dictador Kim Jong-un.
Los Soprano de Corea del Norte
P. M. Pekín
Desde los años setenta, el fundador de Corea del Norte, Kim Il-sung, jugó a convertirse en un líder revolucionario del Tercer Mundo y armó no sólo a las guerrillas latinoamericanas y africanas, sino también a otros dictadores como su amigo Robert Mugabe de Zimbabue. Tras vender armamento a Irán para luchar contra Irak a principios de los 80, su hijo, el difunto «Querido Líder» Kim Jong-il, y su nieto, el joven dictador Kim Jong-un, han seguido la tradición familiar al más puro estilo mafioso, pero amparándose en los medios y la soberanía del Estado.
Tal y como explica Victor Cha en el capítulo «El Tony Soprano de Corea del Norte» de su libro «El Estado imposible», detrás de estas actividades ilegales se encuentra la «Oficina 39» del Partido de los Trabajadores, que fue fundada en los años 70 por Kim Jong-il, padre del actual dictador, y funciona como un auténtico Ministerio del Crimen. «Se sospecha que este departamento tiene unos 5.000 millones de dólares en cuentas bancarias de Macao, Suiza y Luxemburgo para financiar sus actividades criminales y sus programas militares y de armas de destrucción masiva, así como para comprar la lealtad del régimen», escribe el exasesor de la Casa Blanca y actual director de Estudios Asiáticos en la Universidad de Georgetown.
De forma secreta, así pudo el «Querido Líder» organizar el atentado con bomba contra el presidente surcoreano Chun Doo-hwan durante su visita a Rangún (Birmania) en octubre de 1983, en el que fallecieron 21 personas, incluyendo tres ministros y varios consejeros y periodistas. En noviembre de 1987, otra bomba colocada por espías de Pyongyang hizo estallar en pleno vuelo un avión de una aerolínea surcoreana, matando a sus 115 ocupantes.
Además de secuestrar a ciudadanos surcoreanos y japoneses, Pyongyang ha estafado a importantes aseguradoras internacionales simulando el accidente de un helicóptero en 2005 y el hundimiento de un ferry en 2006 para cobrar más de 150 millones de dólares por su pólizas.