Con dos conversaciones en medio año con Sánchez, PekÃn apela a la economÃa para neutralizar las crÃticas a su dictadura. China juega la baza de la deuda pública con España, Italia, Portugal y Grecia, y la importancia de su mercado con Francia y Alemania.
Aunque China sea la segunda potencia mundial, está cada
vez más enfrentada a Occidente por su autoritarismo y, sobre todo, por la
pandemia del coronavirus y su opacidad sobre su origen. Para mitigar esa
creciente desconfianza y demostrar a su pueblo que no está tan aislada, su
diplomacia corteja a los países 'amigos', como España, y publicita a bombo y
platillo sus contactos al más alto nivel.
Desde finales de diciembre hasta finales de mayo, el
presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mantenido sendas conversaciones
telefónicas con el primer ministro chino, Li Keqiang, y luego con el presidente
Xi Jinping. En la primera, durante las pasadas Navidades, Li pidió apoyo a
Sánchez (y también al primer ministro holandés) para sacar adelante el acuerdo
de inversiones suscrito con la UE, que luego encalló en el Parlamento Europeo
por la represión en Hong Kong y la región musulmana de Xinjiang. Sin mencionar
ninguno de estos temas, al menos que se sepa, Sánchez habló por teléfono con Xi
Jinping el 26 de mayo. Según La Moncloa, para «apostar por el multilateralismo
y hacer frente a los desafíos globales», acrecentados por la pandemia de
Covid-19. A tenor de la Embajada china en Madrid, para «expandir los
intercambios comerciales bilaterales, impulsar activamente proyectos de
cooperación como la logística portuaria y las ciudades inteligentes y
fortalecer la cooperación con terceras partes como América Latina y África».
Confiando en que España siga «desempeñando un papel
constructivo en la promoción del avance estable y a largo plazo de las
relaciones entre China y la UE», la clave para Pekín radicaba en «gestionar y
controlar adecuadamente las discrepancias y en mantener el tono principal de la
cooperación con beneficio mutuo». En una palabra, dejar a un lado las
diferencias ideológicas que han desatado la 'Nueva Guerra Fría' con EE.UU. para
centrarse en los negocios, como suele hacer el régimen 'capicomunista' de Pekín.
Consciente de que la UE está dividida entre los países
que se muestran más críticos, como los escandinavos, y los que tienen grandes
intereses económicos, China hace labor de zapa para distanciarla de los
postulados de la Casa Blanca. Mientras juega la baza de la deuda pública con
Estados necesitados como España, Italia, Portugal y Grecia, a las potencias
industriales como Alemania y Francia les recuerda que se juegan el acceso a su
gigantesco mercado. Con el palo y la zanahoria, Pekín sigue comprando el silencio
de Occidente para neutralizar las críticas a su dictadura.