En su libro, Francisco equipara a los rohingyas y yazidíes con esta etnia musulmana de Xinjiang, donde cientos de miles de personas están en campos de reeducación.
La equiparación por parte del Papa Francisco de la etnia
uigur de China con los rohingya de Birmania y los yazidíes de Irak, dos de los
pueblos más perseguidos del mundo, ha enfurecido al autoritario régimen de
Pekín. Entre los numerosos asuntos que aborda el Sumo Pontífice en su libro
«Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor», escribe que «pienso a menudo en
los pueblos perseguidos: los rohingya, los uigures y los yazidíes».
Aunque el Papa ya había hablado antes a favor de los
otros dos pueblos perseguidos, es la primera vez que menciona a los uigures,
etnia musulmana originaria de la convulsa región de Xinjiang, fronteriza con
Asia Central. Arriesgando su acercamiento de los últimos años a China, país con
el que el Vaticano no tiene relaciones diplomáticas, Francisco se une a las
denuncias internacionales por la reclusión en campos de reeducación de cientos
de miles de uigures, hasta un millón según algunos informes. Aunque Pekín negó
al principio la existencia de dichos campos, argumenta que son escuelas de
formación profesional para acabar con las revueltas y atentados islamistas que
se han cobrado cientos de vidas en Xinjiang durante los últimos años.
«El Gobierno chino siempre ha protegido los derechos
legales de las minorías étnicas por igual. Personas de todas las etnias de
Xinjiang disfrutan de la protección total de sus derechos de subsistencia,
derechos de desarrollo y libertad religiosa», afirmó el portavoz de Exteriores,
Zhao Lijian, según informa Reuters. A su juicio, «los comentarios del Papa
Francisco son infundados».
Las palabras del Sumo Pontífice amenazan con abrir una
crisis justo cuando la Santa Sede acaba de renovar su concordato con Pekín para
el nombramiento consensuado de obispos. Aunque no se han anunciado los términos
en los que se ha prorrogado dicho acuerdo, que fue suscrito en 2018, el
acercamiento entre ambas partes era evidente por el interés del Papa Francisco
en «normalizar» los lazos con China. De hecho, hasta se negó a recibir en
septiembre al secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, por haber
criticado la renovación de dicho concordato. Pero, rompiendo su silencio sobre
los uigures, Francisco ha decidido denunciar su persecución aún a costa de
mejorar sus relaciones con China.