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27/07/2006 | El otro problema: Corea del Norte

Joseph S. Nye

La violencia en el Oriente Próximo no debe distraer la atención del mundo sobre la amenaza que representan las ambiciones nucleares de Corea del Norte, demostradas en su reciente prueba de un misil de largo alcance. Sin embargo, pareciera que eso es lo que está sucediendo.

 

A mediados de julio, la cumbre del Grupo de los Ocho en San Petersburgo culminó con un llamado a Corea del Norte a que pusiera fin a sus pruebas de misiles y abandonara su programa de armas nucleares. Poco antes, el Consejo de Seguridad de la ONU emitió una resolución que condenaba el lanzamiento de misiles de Corea del Norte el 5 de julio, exigía que volviera a la mesa de negociaciones y solicitaba a los miembros de la ONU que impidieran la importación y exportación de materiales o fondos relacionados con los programa de armas no convencionales o misiles de este país.

El presidente de China, Hu Jintao, hizo un llamado a que se avanzara en las conversaciones, que estaban en un momento de estancamiento, de modo que "se pudiera desnuclearizar toda la península de Corea". Éste parecía un gran paso diplomático, pero el avance fue más aparente que real.

Durante su primer periodo, la administración Bush esperaba poder solucionar el problema nuclear de Corea del Norte a través de un cambio de régimen. La idea era que el aislamiento y las sanciones derribaran la dictadura de Kim Jong Il. Sin embargo, el régimen demostró ser resistente y la administración de George W. Bush acordó participar en conversaciones en una mesa de seis países con China, Rusia, Japón y las dos Coreas.

En septiembre de 2005, pareció brevemente que las conversaciones habían producido un acuerdo básico de que Corea del Norte abandonaría su programa nuclear a cambio de garantías a su seguridad y la eliminación de las sanciones. Sin embargo, pronto colapsó este vago acuerdo, y Corea del Norte se negó a volver a la mesa de conversaciones hasta que EU dejara de cerrar cuentas bancarias sospechosas de falsear y lavar dinero para el régimen de Kim.

La diplomacia permaneció en punto muerto hasta que Corea del Norte lanzó una serie de misiles al mar del Japón en julio. Japón pidió sanciones al Consejo de Seguridad de la ONU, y después de 10 días de discusiones, los cinco miembros permanentes acordaron una resolución que condenaba las acciones de Corea del Norte.

¿Por qué Corea del Norte se arriesgó a emprender actividades que desafiaron a China, su principal benefactor, y generaron una resolución de la ONU? En parte, porque vio a las grandes potencias ofrecer a Irán un interesante conjunto de incentivos para que abandonara su programa de enriquecimiento nuclear, mientras que se relegaba a Corea de Norte a un segundo plano diplomático.

Pero también lo hizo porque tomar esos riesgos ha demostrado ser fructífero en el pasado y, en este caso, probablemente Kim creyó que eran bajos.

Kim sabe que los cinco demás países de la "mesa de los seis" están divididos. Si bien todos quieren una Corea del Norte sin poder nuclear, China y Corea del Sur dan mayor prioridad a la estabilidad del régimen norcoreano que EU y Japón.

La opinión pública de Corea del Sur está dividida acerca de cómo manejar al Norte, pero la mayoría teme que un colapso súbito tenga efectos catastróficos sobre la economía del Sur. Muchos de los surcoreanos más jóvenes no tienen recuerdos directos de la Guerra de Corea. En consecuencia, la "política de la sonrisa" de Corea de Sur, de estrechar lazos económicos con el Norte, tiene una aprobación mayoritaria.

De manera similar, China, con su énfasis en el crecimiento económico, teme que un colapso del régimen del Norte pueda amenazar la estabilidad en sus fronteras. Por tanto, si bien ocasionalmente China ha presionado a Corea del Norte a que abandone su programa de armas nucleares, no ha tenido la voluntad de ejercer su poderío económico hasta un punto que amenace al régimen.

En cuanto a la administración de George W. Bush, puesto que el método por el que ha optado para cambiar el régimen ha demostrado ser más lento de lo esperado, y ya que el tiempo juega a favor de Kim, tiene ahora ante sí otras tres opciones para intentar tratar con las armas nucleares de Corea del Norte.

Podría usar la fuerza, y algunos funcionarios han argumentado que si Corea del Norte iniciara una guerra en respuesta a un ataque aéreo limitado de EU, Kim perdería el poder. En consecuencia, es poco probable que haya una guerra.

Sin embargo, también es improbable que un ataque aéreo destruya las instalaciones ocultas de Corea del Sur, que incluyen más de 10 mil cañones de artillería enterrados en cavernas a lo largo de la zona desmilitarizada. Corea del Norte simplemente los usaría para atacar Seúl y devastar la economía surcoreana. Por tanto, es probable que Corea del Sur y China reaccionen con firmeza contra un ataque aéreo estadounidense.

Una segunda opción son las sanciones. Algunos funcionarios de la administración Bush creen que aunque las sanciones económicas no acabarían con el régimen, lo afectarían lo suficiente como para hacer que Kim abandone sus planes. Señalan el éxito de las acciones para poner fin a las transacciones bancarias ilegales y a la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (ISP), en que otros países han aceptado impedir el transporte de materiales nucleares.

Sin embargo, el éxito depende de China, y Corea del Sur y China no han participado en los ejercicios recientes de la ISP. Más aún, en las discusiones acerca de la resolución de la ONU, China amenazó con ejercer el veto si había referencias al Capítulo VII de la Carta, que permite la aplicación por la fuerza. Es improbable que Kim, sabedor de que China no permitirá que las sanciones lleguen a tanto, abandone sus planes nucleares.

Esto deja una tercera opción, la negociación diplomática, en las que el precio de Kim es conversaciones directas con EU, garantías en el ámbito de la seguridad, y el tipo de incentivos económicos que fueron ofrecidos a Irán. Bush ha permitido que su representante en la "mesa de los seis" se reúna por separado con los norcoreanos en el marco de las conversaciones entre las seis naciones, pero no ha dado los incentivos adecuados.

Considerando los engaños pasados de Corea del Norte y la dificultad de comprobar la desnuclearización en un país totalitario, será difícil llegar a un acuerdo verificable. Sin embargo, dadas las demás opciones, es mejor que EU comience a pensar en un nuevo conjunto de propuestas diplomáticas.

Ex secretario asistente de Defensa de EU

©Project Syndicate

El Universal (Mexico)

 


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