Fallecido la semana pasada, dirigió en los 90 la transición desde la dictadura del Kuomintang en esta isla, reclamada por Pekín, y se convirtió en su primer presidente elegido en las urnas.
Hay quien sostiene que la cultura china es incompatible
con la democracia por su milenaria tradición imperial y su superpoblación. A la
escala de Taiwán, una isla de 23 millones de habitantes, Lee Teng-hui demostró
que eso es una falacia alumbrando la que seguramente es la democracia más
participativa y tolerante de Asia. Como presidente de este país, que es
independiente «de facto» de China pero cuya soberanía es reclamada por el
autoritario régimen de Pekín, dirigió la transición de la dictadura a la democracia
en Taiwán durante los años 90.
Nacido el 15 de enero de 1923 en el pueblo de Sanshi,
cuando Taiwán era todavía una colonia japonesa, Lee Teng-hui falleció el 30 de
julio en el Hospital de Veteranos de Taipéi, donde llevaba ingresado desde
febrero tras atragantarse comiendo. A sus 97 años, deja el legado de haber
convertido a Taiwán en una democracia.
Desde las filas del Kuomintang (KMT), que llevaba en el
poder desde que el Generalísimo Chiang Kai-shek se refugiara en la isla tras
ser derrotado por Mao en la guerra civil china (1945-49), Lee auspició las
primeras elecciones libres de Taiwán en 1996. Su triunfo arrollador,
beneficiado por las amenazas y misiles que disparó Pekín para asustar al
electorado, le convirtió en el primer presidente democrático de la isla, un
logro que le deja un lugar de honor en la Historia.
Conocido como el «Señor Democracia», durante su mandato
de cuatro años fomentó la identidad nacional taiwanesa y sus relaciones
internacionales, enemistándose aún más con las autoridades chinas, que aspiran
a la reunificación de la isla. Pero su talante soberanista no se destapó
plenamente hasta que, tras dejar el puesto, fundó un grupo independentista, la
Unión para la Solidaridad de Taiwán, que se alió con su sucesor, Chen
Shui-bian, del Partido Democrático Progresista (PDP), entre 2000 y 2008. Una
«traición» que le valió la explusión del KMT, del que se convirtió en un
crítico feroz por su «acercamiento» a Pekín durante el mandato del presidente
Ma Ying-jeou, entre 2008 y 2016. Repudiado por sus antiguos compañeros, fue incluso
procesado por corrupción en 2011, pero salió absuelto y acusó al Gobierno de Ma
de «inventarse» los cargos. De todas maneras, estos cambios en su ideario
político no eran nuevos porque, ya en su juventud, militó brevemente en el
Partido Comunista antes de unirse al KMT.
Nacido y criado en la época colonial japonesa, que duró
desde 1895 hasta 1945, Lee creció bajo la educación nipona y hasta se unió al
Ejército imperial en la II Guerra Mundial. Aunque decían que hablaba mejor
japonés que mandarín, volvió tras la contienda a Taiwán, que pasó a estar
controlado por el Gobierno chino del KMT.
Licenciado en Economía Agrícola, fue uno de los
estudiantes más brillantes de su generación y tuvo la oportunidad de hacer su
doctorado en la universidad estadounidense de Cornell a finales de los 60. En
estos años del «desarrollismo» taiwanés, Lee llamó la atención del hijo y
sucesor de Chiang Kai-shek, Chiang Ching-kuo, quien lo aupó en la
Administración. Tras la muerte del Generalísimo en 1975, Chiang Ching-kuo siguió
con la apertura de Taiwán, nombró a Lee vicepresidente en 1984 y tres años
después abolió la ley marcial. Cuando murió en 1988, le sucedió Lee Teng-hui,
quien emprendió el camino a la democracia.