Cientos de prisioneros se revelaron por la escasa y mala comida que reciben, según ellos, y salieron de sus celdas con armas caseras con las que destruyeron gravemente las instalaciones y provocaron varios incendios.

El Ministerio del Interior reconoció después que el levantamiento lo llevaban preparando los presos desde hace meses. La situación en general de las prisiones sudafricanas hace pensar en un posible conflicto generalizado.

"Estamos sentados sobre una bomba que está a punto de estallar", decía al periódico 'Times Live' Mies Bhudu, portavoz nacional de la organización de los presos sudafricanos y los derechos humanos. "Es algo que sabíamos que podía suceder en cualquier prisión y en cualquier momento. Los presos han usado el último recurso que les queda", incidía Bhudu. "Son gente que no tiene nada que perder, que no tiene miedo a morir. No hay programas de rehabilitación, viven hacinados. El Gobierno prometió construir cuatro prisiones hace seis años. Sólo se ha construido una y el dinero restante ha desaparecido".

Sin embargo, Moyane Tom, comisionado nacional de los servicios penales, rechaza estas acusaciones. "Vamos a investigar si las autoridades de la prisión han sido laxos con las quejas de los presos, pero los que están ahí dentro no son monaguillos. Son internos que han violado, matado y que tienen condenas por más de cien años. Nuestro deber es garantizar la seguridad de los sudafricanos".

Los sindicatos policiales, mientras, alegan que hay prisiones donde hay 300 presos por cada guardia. "Si esto explota no habrá forma de controlar la violencia", denuncian. Y ponen una cifra a esa alarmante falta de guardianes. "Hay 38.000 guardias en las cárceles sudafricanas y necesitamos, al menos, 55.000". "Todo el sistema penitenciario hay que revisarlo urgentemente o tendremos que enfrentarnos a una gran tragedia", concluyen.