«El Gobierno desea erigir mausoleos en memoria de los republicanos. ¿Erigirá también mausoleos en memoria de las monjas y los sacerdotes asesinados? Renunciar a la amnistÃa de 1977, como pretende la izquierda, despertar a los muertos para seleccionar los cadáveres por su afiliación partidista, es volver a la guerra civil, de una manera menos sangrienta».
Cuando los gobiernos carecen de imaginación y
legitimidad, van a despertar a los muertos. De modo que sacudir los esqueletos
del franquismo, como están haciendo actualmente los dirigentes españoles, no es
sorprendente ni original. Es simplemente trivial. Sabemos que en todos los
países de África y Asia que fueron colonizados, los gobiernos extraen su
autoridad indivisa del pozo sin fondo de las guerras de liberación. Europa no
se queda atrás.
En Francia, durante la campaña electoral, los demagogos
rehabilitan al mariscal Pétain, que colaboró con los nazis, explicándonos que
solo intentaba proteger a los franceses; estos mismos charlatanes proponen
enviar de vuelta a Argelia a todos los inmigrantes que se han instalado en
Francia desde hace tres generaciones. El Gobierno argelino, por su parte, sigue
exigiendo una indemnización por la colonización a Francia, que difícilmente es
responsable de la corrupción de la dictadura militar en el poder. La Guerra de
Independencia terminó en 1962, pero cuando se trata de calentar los ánimos para
fines partidistas, se retoma de manera declamatoria.
¿Alemania? Ha vivido en permanente culpa desde 1945, es
decir, hace ya casi tres cuartos de siglo. Los serbios no perdonan a los
albaneses el haberlos oprimido durante el Imperio otomano, en este caso hace
más de un siglo. En Estados Unidos, la guerra civil, que creíamos terminada en
1865, comienza de nuevo de manera simbólica: los negros exigen una reparación
por siglos de esclavitud, mientras que las estatuas sudistas son arrancadas de
sus pedestales a la manera en que, en España, se trasladan los restos mortales
de Francisco Franco.
Esta explotación y reescritura del pasado «de la tragedia
a la farsa» (cita de Karl Marx) es un fenómeno prácticamente universal: en
Asia, por ejemplo, cuando los líderes surcoreanos se encuentran en apuros,
atacan a los japoneses, que los colonizaron durante 40 años, hace casi un
siglo. ¿Y en Iberoamérica? Los líderes bolivianos no perdonan a los chilenos
que les cortaran el acceso al mar en 1884.
En todos estos ejemplos y muchos otros que nos
cansaríamos de enumerar, no es la búsqueda de la verdad o un esclarecimiento
objetivo de la historia lo que dicta el comportamiento, sino un deseo de
venganza: ninguno de los líderes aquí mencionados busca la unidad y la
reconciliación, sino sembrar odio y división. Es el odio lo que une a las
tropas y sustituye a un programa. Son muy escasos los Nelson Mandela y Vaclav
Havel, que lidiaron con el dolorosísimo pasado de sus naciones a través de la
búsqueda de la verdad, el perdón y la reconciliación.
Confieso que, aparte de Havel y Mandela, no conozco otro
caso de reconciliación por medio de la búsqueda de la verdad. El camino que ha
tomado el Gobierno de Pedro Sánchez es exactamente el opuesto a esa búsqueda,
ya que el fin declarado, al remover las cenizas o el ADN de los cadáveres, es
reabrir las heridas, no curarlas. Por supuesto, entiendo a los descendientes de
las víctimas: una parte de mi familia, catalana y republicana, fue diezmada por
el franquismo, durante la Guerra Civil y después de ella, sin ninguna
justificación. Pero mi familia no era completamente inocente. Algunos de sus
miembros asesinaron a franquistas y a simples vecinos que se negaron a tomar
partido.
El Gobierno español desea erigir mausoleos en memoria de
los republicanos. ¿Erigirá también mausoleos en memoria de las monjas y los
sacerdotes asesinados? Renunciar a la amnistía de 1977, como pretende la
izquierda española, despertar a los muertos para seleccionar los cadáveres por
su afiliación partidista, es volver a la guerra civil, de una manera menos
sangrienta pero igualmente odiosa.
En el caso de que Pedro Sánchez buscara malos modelos de
inspiración, le sugiero que se fije en el Museo de Derechos Humanos de Santiago
de Chile: fue creado por un gobierno de izquierdas y está dedicado única y
exclusivamente a las víctimas del golpe de Estado del general Augusto Pinochet,
como si Pinochet hubiera llegado por casualidad, sin ningún apoyo popular,
verdugo espontáneo de una izquierda angelical. Franco tampoco llegó por
casualidad.
¿A partir de cuántas generaciones el odio deja paso a la
historia? Es un proceso muy largo: apostaría por al menos tres generaciones,
hasta que los recuerdos desaparezcan. Si me fijo en la relación franco-alemana,
por ejemplo, mis nietos, la tercera generación desde la guerra, ya no entienden
en absoluto por qué o cómo los franceses y los alemanes pudieron matarse
durante cuatro siglos.
Un ilustre filósofo francés, Ernest Renan, en un texto
titulado ¿Qué es una nación?, declaró en 1882 que toda nación se funda sobre el
olvido; el olvido de las guerras civiles y de las guerras de religión. A través
del olvido el odio se transforma en Historia, una historia común y colectiva
que permite la convivencia. ¿Quién es el Renan español? Se necesita uno
urgentemente.