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14/03/2010 | Cómo los estados destruyen al euro

Guy Sorman

La crisis financiera y la recesión de 2008, crisis que todavía no ha terminado, y está lejos de terminar, asestaron un severo golpe a la legitimidad de la economía y a la reputación de los mercados.

 

El pensamiento económico predominante favorable al liberalismo desde los años ochenta, cedió frente a las sirenas de la teoría keynesiana o relanzamiento por medio del gasto público: la crisis, nos aseguran desde ese bando, ha estado causada por el retroceso de los Estados y el exceso de liberalización. La salida de la crisis exigiría por tanto un regreso masivo de la intervención pública: es lo que, de hecho, observamos en toda Europa y en Estados Unidos. Pero, lo que habría que llamar "el asunto griego" debería modificar drásticamente la alternativa simplista entre el mercado y los Estados. Evidentemente, los mercados son imperfectos, ningún economista liberal lo pone en duda. Pero, de esta imperfección del mercado libre, no se puede llegar honestamente a la conclusión de que la intervención pública es perfecta. Nos podemos incluso plantear que la gestión pública es todavía más peligrosa que la gestión privada, y la regulación pública tan aleatoria como la liberalización: llamémoslo la prueba de Grecia.

Y es que la falsificación de la contabilidad pública griega y las infamias que pone de manifiesto no son solamente un error contable. Ocultar el déficit real del presupuesto del Estado griego habrá exigido una gigantesca red de cómplices que incluya a toda la clase política, a la burocracia pública y a los bancos. Esta red de complicidades no se limita a Grecia: ha tenido que englobar necesariamente a sus socios europeos, a los gobernantes políticos de Europa, a los gestores de la zona euro, a los dirigentes del Banco Central Europeo (en privado Jean-Claude Trichet jamás ha negado que conociera la verdadera situación contable de Grecia y de Italia) y a la Comisión Europea. No es creíble que la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros en Bruselas ignorara la realidad griega; y causa estupor que el instituto estadístico de la Comisión Europea, Eurostat, publique desde hace años unas cifras deliberadamente falsas que harían palidecer de envidia a las falsas calificaciones de las agencias privadas implicadas en la crisis de 2008.

¿Cuál podría ser la razón oculta detrás de esta mentira de Estado colectiva? Sin duda, hacer creer que existe una zona euro, una moneda común destinada a competir con el dólar estadounidense. Recordemos que la teórica virtud del euro es la de hacer que bajen los tipos de interés en Europa: cuanto más sólida es una moneda, más bajos son los tipos de interés, lo que favorece el desarrollo económico (o en el caso de España y Portugal, la especulación inmobiliaria). Por lo tanto, a los europeos les convenía encubrir a Grecia para proteger al euro.

¿Quién destapó el engaño? No fueron las autoridades griegas ni las autoridades europeas, sino los "horribles" especuladores privados. El Estado griego, con gran desesperación, descubrió de repente que ya no podía vender sus Bonos del Tesoro en los mercados financieros al mismo precio que los alemanes: en los mercados, los operadores decidieron que un euro debido por un griego ya no equivalía a un euro debido por un alemán. ¿Deberíamos culpar a esos operadores privados por haber revelado una realidad que los gobiernos ocultaban? Pero esos operadores privados tienen la obligación profesional de generar beneficios por cuenta de sus clientes, a menudo fondos de pensiones, mientras que los operadores públicos tienen, en principio, la obligación de gestionar el euro según unas normas previsibles y transparentes. Por lo tanto, no sería conveniente acusar a los operadores privados de atacar al euro: si el euro estuviera libre de toda sospecha, no recibiría ataques.

Y más allá del asunto griego, de repente es evidente que el conjunto de la zona euro se ha visto debilitado por una execrable gestión pública en todos los Estados implicados. Ningún Gobierno de la zona euro, siendo el alemán el más honrado pese a todo, respeta los dos fundamentos del euro, es decir, un déficit público inferior al 3% del Producto Interior Bruto y una deuda pública inferior al 60% de ese PIB. Por detrás de Grecia, los Estados más endeudados son Irlanda, España e Italia, seguidos por un segundo pelotón compuesto por Francia y Portugal.

¿Cómo se ha vuelto la zona euro tan heteróclita, tan mal gestionada en general y, a largo plazo, tan imprevisible? Las tradiciones locales – el Estado despilfarrador en Francia, el Estado mentiroso en Grecia – no han desaparecido y se les ha sumado la catástrofe keynesiana. En nombre de la crisis, la ideología keynesiana ha llevado a una especie de renacionalización de la economía. Este regreso de los Estados quizás nos haya librado de una recesión más profunda: no sabríamos probarlo ni contradecirlo ya que esta Gran crisis no ha tenido lugar. Pero es cierto, o al menos muy probable, que el regreso de los Estados y de la ideología keynesiana nos leguen un euro frágil y unas deudas públicas imposibles de gestionar: no se pueden excluir las quiebras de Estado de tipo argentino o el recurso a la inflación para devolver menos de lo que se debe, a costa del empobrecimiento general.

A veces, la economía es una ciencia cruel ya que no obedece a los requerimientos políticos: sólo permite elegir entre unas soluciones imperfectas. Por una parte, los mercados son aleatorios y están expuestos a las crisis especulativas y a las quiebras privadas, pero conducen, en general, al desarrollo colectivo, como lo ha demostrado ampliamente la historia. Y por otra parte, la intervención pública proporciona seguridad pero a corto plazo: esta ilusión de seguridad entraña unos riesgos todavía más graves que los del mercado: deuda pública, inflación, estancamiento. En economía no se elige entre el Bien y el Mal sino entre lo malo y lo menos malo: un camino estrecho pero conocido.

ABC (España)

 



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