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23/12/2010 | Rumores de guerra en Corea

Vicente Echerri

Luego de tantos temores y titubeos, el gobierno de Corea del Sur ha decidido --después de la última agresión de sus vecinos del norte que le costara la vida a dos militares y dos civiles-- plantarse firme ante los norcoreanos y prepararse para emprender una represalia si éstos incurren en alguna otra provocación.

 

El nuevo ejercicio militar de hoy jueves, a sólo unos pocos kilómetros de la llamada ``zona desmilitarizada'' quiere enviarle a sus enemigos y al mundo una inequívoca señal de que no consentirán pasivamente un nuevo acto de guerra.

Los norcoreanos --y sus aliados chinos-- son ahora los que hablan de volver a la mesa de negociaciones, e incluso le dijeron a Bill Richardson --el agencioso gobernador de Nuevo México que estuvo en días pasados en Pyongyang-- que estaban dispuestos a recibir de nuevo a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica. Sin embargo, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos han manifestado que no tienen ningún interés en esas conversaciones, que han sido fútiles en el pasado, que sólo han servido para paliar la crisis económica que postra a Corea del Norte y que, antes de volver a la mesa de negociaciones, el régimen comunista tendría que dar muestras concretas de que quiere comportarse civilizadamente. La conducta de los norcoreanos no resulta prometedora en ese sentido.

Henos, pues, a punto de concluir el año 2010, casi en las mismas que estábamos hace 60 años, al menos en lo que a Corea se refiere. El cese de hostilidades en 1953 --que infortunadamente llevó a los dos bandos a las fronteras anteriores a la guerra y legitimó en la práctica la división del país-- nunca evolucionó hacia un tratado de paz. Desde entonces el comportamiento de la tiranía norcoreana ha sido agresivo e irresponsable, y los estadounidenses y surcoreanos han dado muestras de una excesiva tolerancia que --como bien demuestra la historia-- lejos de apaciguar a los regímenes brutales sólo logra hacerlos más audaces. La política de acercamiento y mano tendida del anterior gobierno de Corea del Sur y de Estados Unidos hacia el régimen de Kim Jong Il siempre ha dado los frutos equivocados: mayor atrevimiento y violencia de parte de un estado terrorista que no tendría que ser reconocido como un interlocutor serio e incluso real. La unificación de Corea debe pasar, creo yo, por el fin de ese Estado.

Ahora, por primera vez en muchos años, Corea del Sur, con el visto bueno de Estados Unidos, advierte que tomará represalias si vuelven a agredirla y se prepara para esa circunstancia. La prensa internacional resalta un renovado patriotismo en el sur e incluso la presentación voluntaria de muchos jóvenes --que antes se habían mostrado indiferentes-- para servir en las Fuerzas Armadas. Si no hay guerra inminente en la península coreana, al menos hay rumores de guerra que llegan hasta nosotros en este otro lado del mundo.

Por muy lejos que podamos estar, la situación de Corea nos concierne, sobre todo en este país, que es el primer aliado de Corea del Sur y que entraría también en guerra con los norcoreanos en la primera beligerancia que se produzca en ese terreno. Dado el caso, tal vez Estados Unidos no tenga que movilizar hombres --al ejército surcoreano le sobran-- pero ciertamente tendrá que contribuir con su formidable armamento y superior logística a esa contienda.

En mi opinión, esta guerra inconclusa está llamada a estallar en cualquier momento con una fulminante devastación, sin descartar el empleo de armas nucleares tácticas, ya que Corea del Norte dispone de la Bomba, aunque sea en una versión rudimentaria. Todas las condiciones están dadas para este conflicto que enfrentará, como pocos, a los dos sistemas que se disputan el gobierno del mundo: de una parte la tiranía --política o religiosa-- que oprime al pueblo y lo mantiene sumido en la ignorancia y la miseria; y de la otra: la democracia auspiciadora de la libertad y la prosperidad.

No es difícil elegir de qué lado están nuestras simpatías. Por terrible que sea la guerra --destructora de vidas y bienes-- la existencia de un régimen opresor y criminal siempre será un mal mayor que, en el mundo empequeñecido en que vivimos, nunca se encuentra demasiado lejos ni es inofensivo, mucho menos inocuo.

Si la guerra estalla nuevamente en Corea, esperemos que esta vez no sea para consagrar el status quo, sino para que la nación coreana pueda volver a ser una sola bajo un sistema democrático a todo lo largo y ancho de su castigada geografía.

(C) Echerri 2010

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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