Pero al fin de cuentas ¿qué es un especulador? Alguien que compra algo por una cantidad y pretende venderlo a cambio de una plusvalía; o que deja pasar el tiempo con la esperanza de que algo baje de precio y con su falta de oferta ayuda a que esa bajada realmente se produzca; o que prefiere vender un bien de manera inmediata aunque pierda parte de su inversión para evitar una pérdida mayor en un futuro previsible.
Es decir, alguien que hace con sus ahorros lo que haría cualquiera de nosotros. Naturalmente que, como en muchas otras actividades, grupos suficientemente fuertes pueden mancomunar sus acciones para provocar un efecto muy parecido al de la profecía autocumplida, pero nos engañaríamos si atribuyéramos a mentes criminales todo el movimiento especulativo que se ha desatado últimamente contra algunas economías europeas y el euro.
Reputados economistas nada amigos del capitalismo codicioso, como Paul Krugman, vienen prediciendo desde hace meses algo similar a lo que ha ocurrido con la estabilidad y el futuro del euro. Lo que pone aún más en evidencia la falta de determinación de los líderes europeos, que han intentado atajar tarde y mal (Felipe González) lo que hace sólo tres meses habría tenido un remedio más barato.
En las cancillerías europeas habrá que buscar a los primeros responsables del pánico de los mercados. Sólo cuando se admita esa realidad y se le ponga remedio habrá que adoptar medidas para hacer frente a los delincuentes económicos, que los hay. Hasta entonces, éstos serán más poderosos que los gobiernos, y millones de inversores de buena fe, que sólo buscan beneficios seguros para sus ahorros, les seguirán. Los mismos fondos que ahora retiran sus activos de las bolsas son los que inundaron nuestras economías de dinero barato y nos permitieron vivir muy por encima de nuestras economías. Nadie entonces hablaba de especuladores.
