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21/09/2009 | Baño de realidad en Afganistán

Eduardo San Martín

Reconstruir a Karzai. La comisión electoral de Naciones Unidas que ha supervisado las votaciones del 20 de agosto ha sucumbido finalmente a la realpolitik: dar por buenas unas elecciones que apestan a fraude para que la comunidad internacional vuelque sus esfuerzos futuros en reconducir el gobierno incompetente y corrupto del presidente afgano.

 

Las discusiones sobre el camino a seguir, después de que la comisión de la ONU ordenara el recuento de el diez por ciento de los colegios electorales, desembocaron en la dimisión del número dos de la misión de la ONU, el norteamericano Peter Galbraith, en desacuerdo con el máximo responsable de la organización en Afganistán, el noruego Kai Eide.

Ambos diplomáticos representaban los dos extremos del dilema al que se enfrentaba la representación internacional ante la evidencia del fraude. Galbraith sostenía que «esta elección debe decidirse matemáticamente por medio de un recuento honesto de los votos, y no políticamente».

Esa posición habría llevado, muy probablemente, a la necesidad de convocar una segunda vuelta, lo que, de acuerdo con la visión opuesta, no sólo resultaría casi impracticable, sino que colocaría a un gobierno débil y desprestigiado en una situación de extrema precariedad. Según funcionarios de la misión, la proximidad del duro invierno afgano haría imposible la celebración de esa segunda vuelta antes de abril.

Es decir, seis meses más de inestabilidad política cuando la ofensiva talibán se recrudece y los gobiernos de los países con tropas en el país encuentran dificultades crecientes para justificar la continuidad de la guerra.

La alternativa sería aprovechar la debilidad en la que unas elecciones tan dudosas colocan a Karzai para influir de manera más directa en su gobierno. Pero el presidente afgano podría albergar sus propios designios. Resentido frente a una vigilancia internacional que le ha dejado en evidencia y sabiéndose pieza indispensable de la estrategia occidental, sopesaría desembarazarse de esa tutela y anudar acuerdos con esos talibanes moderados de los que muchos hablan pero casi nadie encuentra.

La « guerra olvidada» se está convirtiendo en una pesadilla. Santuarios e internet Mientras, en Estados Unidos crece la oposición al envío de más tropas en las filas del partido de Obama, que ya decidió un aumento de las tropas al comienzo de su mandato y que, en los próximos días, tendrá que responder a la petición que le va a hacer en el mismo sentido el comandante en jefe en Afganistán, general Stanley McChrystal.

El almirante Mike Mullen, jefe del estado mayor conjunto, se enfrentó hace unos días a los demócratas del Senado para defender que la misión precisará de más hombres y mucho más tiempo.

En estas condiciones, no resulta extraño que aumente el coro de voces que se preguntan si sigue mereciendo la pena la guerra. El antiguo subjefe de contraterrorismo de la CIA, Paul Pillar, abría un debate interesante: ¿Quién tiene miedo de un santuario terrorista? Pillar sostiene que, en estos tiempos de comunicaciones globalizadas a través de Internet, no tiene mucho sentido localizar y destruir los santuarios físicos en los que el terrorismo de Al Qaida encuentra refugio y entrena a sus fanáticos, que es el objeto declarado de la misión de Estados Unidos en Afganistán.    

El ex mando de la CIA recuerda que los terroristas del 11-S apenas necesitaron de más refugio que «unos apartamentos en Alemania y habitaciones de hotel en España», ni más entrenamiento que el que adquirieron «en escuelas de vuelo en los propios EE.UU.» Krugman añora a Nixon Quién lo diría.  

Liberales confesos como el nobel de Economía Paul Krugman echan de menos a Nixon. Krugman y otros representantes del stablishment académico pro demócrata empezaron a mostrase antes del verano críticos con las medidas de ayuda a la banca y algunos aspectos de la reforma sanitaria de Obama. Pero, a la vista de cómo se ha embarrado el campo, han vuelto de vacaciones cerrando filas en torno al presidente. «No he perdido la cabeza», escribía hace unos días Krugman.  

«Nixon fue seguramente la peor persona que ha controlado el Ejecutivo, aparte de Dick Cheney, pero en la era de Nixon figuras prominentes de ambos partidos eran capaces de hablar racionalmente de política y las decisiones políticas no venían envueltas en el dinero de las empresas, como ocurre ahora». Reivindicar a los enemigos del pasado a la vista de cómo se encuentra el patio en el presente no sólo ocurre en España.  

www.abc.es/blogs/san-martin

ABC (España)

 


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