«¿Cuánto habrán pagado?», era la primera reacción entre diferentes militares internacionales consultados en Kabul tras la supuesta tregua alcanzada con la insurgencia el pasado verano en el distrito de Bala Murghab, al norte de la provincia de Badghis, donde España lidera el Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT por sus siglas en inglés). El General Marco Bertolini se atribuyó el mérito del alto el fuego logrado gracias a la buena coordinación entre «las unidades italianas y el Ejército afgano».

 

«Forma parte de la lucha contra la insurgencia», aseguran fuentes de empresas de seguridad que operan en la capital afgana, «los americanos lograron pacificar Irak comprando a sus enemigos en lo que llamaron el «resurgir suní», pero aquí el tema es mucho más complicado porque el enemigo es más heterogéneo».

 

Para poder trabajar

 

Además de las típicas situaciones de sobornos a las autoridades para acelerar trámites, que ya se han convertido en una obligación, las acusaciones de financiar a la insurgencia llegan también a las organizaciones internacionales que operan en la reconstrucción del país.

 

Empresarios afganos consultados aseguran que se ven obligados a pagar un porcentaje a los talibanes para poder trabajar en el sur y este del país. «Cada vez que un organismo extranjero o el mismo Gobierno aprueba un proyecto de construcción en las provincias bajo control de la insurgencia, se añade un diez por ciento en concepto de seguridad. Un dinero que en realidad ambas partes sabemos va a parar a los talibanes del lugar donde se tiene que realizar la obra para que nos dejen trabajar», denuncia Waheed Mujhda, antiguo funcionario del régimen talibán reconvertido en empresario de la construcción.

 

En un país que depende absolutamente de la importación, la insurgencia se encarga de cobrar los peajes en las carreteras a los miles de camiones que abastecen los mercados.

 

A esto hay que sumarle el negocio millonario generado por la plantación y tráfico del opio y el cobro de porcentajes de obras, hoteles, torres telefónicas... Un negocio perfecto en un país ingobernable desde Kabul y donde el precio que se está pagando por la seguridad de los proyectos está alimentando la bestia que en tan sólo los dos últimos meses ha costado la vida a doscientos civiles.