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06/02/2007 | Golaneses. Ni sirios ni israelíes

Mikel Ayestaran

«Fueron como seis meses de revueltas. El 14 de diciembre de 1981 Israel oficializó la anexión de los Altos del Golán y dos meses después quiso darnos la nacionalidad.

 

Aunque era pequeño, recuerdo que el pueblo reunió los documentos israelíes y se organizó una hoguera en la plaza. Aún quedan 19 presos en las cárceles de Tel Aviv», cuenta Ibrahim Ibrahim, presidente en Damasco de los estudiantes del Golán ocupado. Israel sólo autoriza que universitarios y clérigos -el Golán es mayoritariamente druso- crucen a Siria una sola vez al año bajo supervisión de la Cruz Roja. Una sola vez que a Ibrahim no le dio para ir al funeral de su padre, muerto el curso pasado.

Israel ocupó los Altos del Golán tras la guerra de 1967, y en 1981 dio su nacionalidad a los ciudadanos sirios que aún permanecían en los únicos cinco pueblos que sobrevivieron a los ataques: Majdal Shams, Masadah, Buqatha, Ain Qinya y Ghajar. Sirios de corazón, israelíes por la fuerza, los golaneses rechazaron la nueva nacionalidad y desde entonces son ciudadanos de ninguna parte.

En la actualidad, 465 estudiantes cursan sus carreras en la Universidad de Damasco. Sus cuartos son mejores que los del resto, los requisitos académicos que les exigen para matricularse son más flexibles y gozan de una beca mensual. Pero viven con la sombra de la policía secreta siria y bajo la sospecha de ser espías de Israel.

Sus normas de estancia en Damasco también son estrictas. El régimen de Bachar Al Assad les ayuda, pero no puede permitirse que vengan todos los golaneses a la capital y abandonen una tierra que Siria sigue reclamando. «Se nos permite residir un máximo de doce años, luego debemos regresar. En Damasco no nos dan el trato que mereceríamos después de cuarenta años de ocupación. Ni tenemos pasaporte ni podemos viajar a ninguna parte», lamenta Ibrahim, que habla y escribe perfectamente hebreo, lengua impuesta en las escuelas en los Altos del Golán, pero tiene problemas para seguir las clases en árabe. Lo primero que debió hacer en Damasco fue dedicar sus primeros cursos al estudio de la lengua que Israel trata de erradicar de la zona ocupada.

Al otro lado de la frontera la situación tiene un denominador común: la sospecha. Los golaneses tienen derecho a viajar dentro y fuera de Israel, pero la situación no satisface a Ibrahim: «Nos dan el mismo permiso que a los perros y gatos para viajar en avión». Esos son sus papeles después de que les retirasen los pasaportes sirios y se negaran a aceptar los israelíes. En el propio Israel «nos dejan ir a todas partes, menos a Gaza, pero siempre nos miran como a sospechosos».

La falta de trabajo y la dificultad para vender las cosechas en el mercado israelí ha provocado que los golaneses dependan de manera casi absoluta de los trabajos en los asentamientos que Israel construye en la zona. En uno sólo de esos 28 asentamientos viven 20.000 judíos, más que el conjunto de toda la comunidad golanesa. «Sobre todo trabajamos en la construcción. Nos pagan en sheckels, lo que está muy bien. Pero, si nos dejaran, nos quedaríamos para siempre en nuestro país, en Siria», confiesa Nashaat.

Uno de los últimos avances logrados por los golaneses fue el permiso de Israel para que las chicas del Golán viajen a Siria a casarse. A la inversa, el proceso es más complicado y los trámites duran en torno a los dos años. Finalmente también suele ser posible: «El problema es que muy pocas chicas aceptan el futuro que les depara el Golán ocupado».

Cadena perpetua

Por su situación geográfica, los golaneses fueron testigos de la guerra que el pasado verano libraron Israel y Hizbolá. «No teníamos cámaras, ni medios para mostrar al mundo los carros de combate israelíes ardiendo... Fueron días de fiesta y por eso algunos acabaron en prisión. El Partido de Dios es un ejemplo para conseguir la liberación». El Estado israelí, sin embargo, no se anda con bromas con Hizbolá: «Izar la bandera siria se castiga con una pena de seis meses, pero un cartel de Nasrala supone la cadena perpetua», dice Ibrahim, ferviente admirador del líder de Hizbolá.

Los estudiantes con quienes hablamos son críticos la actitud del régimen sirio, «que habla mucho, pero no hace nada». «Allí estamos listos para luchar, sólo necesitamos el apoyo de Damasco. El ejército de Israel es poderoso, pero cobarde. Un Hizbolá sirio liberaría los cinco pueblos en una semana y nosotros, los jóvenes, estamos dispuestos a ser mártires de la liberación. La actitud del Gobierno de Al Assad es pura propaganda. Usan el Golán para justificar todas las desgracias del país, pero luego se cruzan de brazos. Israel nunca va a negociar, hasta que no sigan el ejemplo de Nasrala seguiremos igual», sentencia alterado Nashaat.

Naciones Unidas considera la anexión del Golán por parte de Israel como «nula». Sin embargo, el Gobierno de Tel Aviv se resiste a cumplir la resolución 497 y no está dispuesto a renunciar a este punto estratégico al que sigue enviando colonos cada año. La actitud del Estado hebreo constituye «una violación flagrante de la convención de Ginebra y de las leyes internacionales», según la ONU. Esta resolución, una más de las decenas que no respeta Israel, hace un llamamiento a la comunidad internacional para no aceptar las medidas de presión de Israel sobre los ciudadanos sirios del Golán ocupado, medidas como la de la imposición de su cédula de nacionalidad.

Mientras en los despachos debaten resoluciones y condenan su incumplimiento, los veinte mil golaneses siguen viviendo sin país y sin documentos en sus cinco pueblos, convertidos en una especie de cárceles al aire libre de las que no podrán salir nunca hasta que Siria e Israel lleguen a un acuerdo.

ABC (España)

 



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