Poco antes de las elecciones presidenciales de octubre en que obtuvo su reelección con el 54% de los votos, Cristina Fernández de Kirchner empezó a exigir al Reino Unido una negociación sobre la soberanía de las Malvinas. Y a medida que se acerca el trigésimo aniversario de la ocupación militar, las voces están subiendo de tono.
Pero,
¿es posible que la crisis política se convierta en crisis militar como ocurrió
en abril de 1982? La respuesta es categórica: no.
En
los años 70 se desarrolló una carrera armamentística en Sudamérica en la que
Argentina, que aspiraba a un papel de primera potencia regional y de expansión
a costa de sus vecinos, participó con entusiasmo y dinero. Cuando se produjo la
Operación Rosario, la Junta militar llevaba varios años dedicando más del 2%
del PIB al presupuesto de defensa.
Desde
2003, cuando llegó a la presidencia Néstor Kircher y su esposa aplicaron el
ataque y el desmantelamiento de toda institución, empresa o asociación que no
se plegara a sus deseos. Con las Fuerzas Armadas han ido aún más lejos, y las
han humillado, pese a que durante la última dictadura Kirchner mantuvo
relaciones con oficiales convertidos en autoridades. Una manera de abofetear a
los militares ha sido la reducción de sus presupuestos. En consecuencia, entre
2003 y 2009, el presupuesto de Defensa cayó a un 1,30% del PIB argentino, que
es el vigésimo primero del mundo, y bajó al 0,80% del PIB, entre 2010 y 2011.
En contraste con lo anterior, el presupuesto de Defensa del Reino Unido entre
2004 y 2011 ascendió al 2,40% de su PIB, que es el séptimo del mundo.
Desde
hace unos diez años, coincidiendo con el aumento de ingresos públicos por las
exportaciones de materias primas y productos agropecuarios, en Sudamérica se ha
reanudado la carrera de armamentos. En Chile y Brasil, estos rearmes los han
decidido Gobiernos de centro-izquierda. De esta carrera se ha apartado
Argentina. Recientemente, el semanario Perfil ha publicado que en la Fuerza
Aérea se están falsificando horas de vuelo de entrenamiento de muchos pilotos.
Encima, Argentina carece de radares suficientes para controlar todo su espacio
aéreo. En 2007 en Argentina fue noticia el regalo por el Gobierno de Rodríguez
Zapatero de tres radares dados de baja por el Ejército del Aire español. Aún
así, la mayor parte de los cielos argentinos sigue desprotegida.
En
esta situación cabe preguntarse si las Fuerzas Armadas argentinas siquiera
podrían ejecutar una operación anfibia de desembarco y ocupación de Las
Malvinas y Las Georgias del Sur, como la que desarrollaron en 1982, y darle
cobertura aérea y marítima.
Por
tanto, la campaña del Gobierno argentino se limita a las palabras y las
bravuconadas. Fernández ha desplegado todos sus encantos para persuadir a los
países de Mercosur y del resto de Sudamérica de que se unan a su campaña de
boicoteo y protestas contra el pirata inglés. Pero poco más puede hacer.
Entonces,
¿cuál es el objetivo de esta campaña? Incluso en Argentina muchos se preguntan
qué pretende la viuda de Kirchner. La explicación preferida es que busca
ocultar los indicios de que el milagro argentino se está agotando y el país se
encamina de nuevo hacia una crisis económica y, a la vez, levantar una ola de
jingoísmo que le permita reformar la Constitución y presentarse a un tercer
mandato, lo que ahora tiene prohibido.
En
conclusión, Fernández está usando las Malvinas de la misma manera que lo hizo
la Junta militar.