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30/05/2005 | OTAN-EU: la batalla por Darfur

Grupo de Estudios Estratégicos

La semana pasada, tras haber recibido una petición expresa por parte de la Organización de Estados Africanos, la OTAN puso en marcha su maquinaria de planeamiento militar a fin de evaluar las posibles opciones de apoyo a la misión de paz que dicha organización quiere conducir en la región sudanesa de Darfur, donde las guerrillas han causado más de 300 mil muertos en los dos últimos años según la ONU.

 

La petición no era extraña, pues los miembros de la OTAN son los mejor dotados para proveer de los medios que las fuerzas africanas no tienen, esto es, transporte aéreo, comunicaciones, centros de mando y control, así como escalones médicos avanzados. De ahí que el órgano máximo de la Alianza, el Consejo del Atlántico Norte, reunido urgentemente el martes pasado, aprobara dar su apoyo a la misión en Darfur. Entra de lleno en las actividades desarrolladas por la OTAN  en los Balcanes y es coherente con su despliegue  en Afganistán. Para que la OTAN sea útil, tiene que ser utilizable y, de hecho, ser utilizada.   Hasta aquí nada raro. La sorpresa vino de la mano de la Unión Europea, muchos de cuyos miembros comparten asiento en la Alianza Atlántica. En unas consultas apresuradas, los ministros de exteriores acordaron también entre el lunes y el martes pasado, montar una operación en Darfur, bajo etiqueta y bandera azul europea. El propósito, tan bueno como el de la OTAN: aliviar el sufrimiento en Darfur. Sólo que a la política exterior y de seguridad europea que preside Javier Solana le faltan los medios con los que cuenta la OTAN. De hecho, a la vista de las carencias europeas en transporte aéreo, la UE decidió solicitar a Canadá los aviones que sí tiene dicho país. La petición podría parecer lógica, pero si se tiene en cuenta que Canadá es miembro de pleno derecho de la OTAN, y que en ese momento el representante de Canadá en esta organización se encontraba discutiendo la aportación de su país a la misión de la Alianza a favor de la Organización de Estados Africanos, no deja de ser chocante. ¿No hubiera sido simplemente más sencillo que la UE acudiera a la OTAN para su ayuda?   La realidad es que lejos de buscar un acomodo que resulte eficaz para resolver  los problemas estratégicos a los que nos enfrentamos igualmente americanos y europeos, la UE y la OTAN se encuentran enzarzadas en una carrera competitiva por ver quién hace más. Sólo que compitiendo por lo mismo, en lugar de sumar, el resultado es menos. No es la primera vez que sucede algo parecido. En 1994, con motivo del embargo internacional sobre la antigua Yugoslavia, la OTAN y la Unión Europea Occidental desplegaron sendas flotillas con la misma misión y en la misma zona de actividad. Es más, algunos países como España asignaron el mismo buque a una y otra organización, debiéndose turnar temporalmente en cada una de ellas. Se dijo entonces que aquella situación tragicómica no volvería a repetirse. Pero no ha sido así.   ¿Pero por qué sucede esto? ¿Cuál es la razón de esta rivalidad entre organizaciones que deberían ser teóricamente complementarias? Es complicado de explicar, pero conviene recordar algunos hechos básicos. Por ejemplo, durante toda la guerra fría, la columna vertebral de la seguridad en Europa fue la OTAN. Hubo varios intentos de forjar pactos y organizaciones exclusivamente europeas, pero con escaso éxito y resultados. De hecho, la UE comenzará muy recientemente a abandonar su pacifismo institucional. Será con la amarga experiencia de los Balcanes, donde la UE se vio absolutamente impotente para forzar el final de las masacres, y en especial tras la guerra de Kosovo que la Unión Europea se plantee dotarse de una capacidad de actuación militar autónoma. Pero hay que subrayar que el principal motor de este cambio fue, en gran medida, el vacío estratégico dejado por una política errática norteamericana hacia la zona, considerando primero que era cuestión  resolver por  los europeos y, más tarde, accediendo sólo al uso limitado de la fuerza (sólo campaña aérea y vuelos a gran altitud, ¿recuerdan?).  La experiencia de los Balcanes fue que tal vez, en determinadas situaciones, los americanos no estarían dispuestos a intervenir militarmente en la periferia europea. Fue el horror al vacío lo que realmente impulsó el lanzamiento de la política de seguridad y defensa europea, la PESD.   Pero a Clinton le sucedió George W. Bush. Y sucedió el 11-S. Y en lugar de un presidente aislacionista, los europeos se vieron cara a cara con uno excesivamente intervencionista para su gusto. El problema para la PESD no era ya poca América, sino todo o contrario, demasiada América. Y demasiado poca Europa, porque a pesar de todos los compromisos habidos y por haber durante estos años, en lo referente a capacidades militares, los miembros de la Unión han  avanzado más bien poco. Al menos en relación a las demandas del entorno: Una misión minúscula en Macedonia y la cobertura a una operación francesa en el Congo. Darfur no puede esperar a que los aviones de transporte A400M entren en servicio en algunos miembros de la UE a comienzos de la década que viene.   En todo caso, si los europeos en su conjunto prefieren recurrir a la UE en primera instancia para el desarrollo de misiones humanitarias, a pesar de las carencias operacionales, es porque para algunos, como Francia, la UE tiene un valor muy especial: no están los Estados Unidos, lo que en plena etapa de divergencia estratégica, es algo muy importante. Francia sabe que la OTAN puede actuar gracias a los medios americanos y prefiere que no actúe; también sabe que la UE puede montar operaciones más que limitadas y a riesgo de estirar al máximo las capacidades de sus miembros, pero es su opción preferida.  De ahí que en lugar de reforzar sus capacidades para hacer frente a los problemas irresueltos en los Balcanes y otros puntos de la periferia europea, la UE se lance a cualquier rincón del mundo, rechazando cualquier especialización regional y división de trabajo con la OTAN. Obrando así, no se mejorará ni el mundo ni Europa. La UE nunca gastará en sus capacidades lo mínimo imprescindible para poder actuar globalmente en apoyo a la paz. Y, sin emrbargo, pretendiendo ser una potencia global está socavando la vitalidad y el futuro de la OTAN que, guste o no, sigue siendo la única organización capaz de actuar si se la deja.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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