Álvaro Uribe tuvo que aceptar la mediación de Hugo Chávez en la negociación para lograr la liberación del importante número de secuestrados que, en violación de sus derechos humanos, permanecen privados de su libertad injustamente por las Fuerzas Armadas de Liberación de Colombia.

Lamentablemente para el destino de la democracia colombiana era imposible negarse. La presión de amplios sectores de la opinión pública internacional y nacional sobre el gobierno del presidente Uribe lo impedía. Hacerlo habría tenido delicadas consecuencias: la interrupción por parte de Estados Unidos del apoyo económico y tecnológico  para continuar su exitosa acción militar en contra de la narcoguerrilla y el retardo, por un tiempo indefinido, de las negociaciones para el Acuerdo de Libre Comercio que garantice el acceso de sus productos al mercado norteamericano.

No soy de los que creo que esta negociación va a abrir el camino de la paz en Colombia. Por el contrario, pienso que tanto el gobierno como la guerrilla ratificarán aun con mayor firmeza sus posiciones. Ya lo dijo Álvaro Uribe: "Tenemos puntos inamovibles que son la negación del despeje de los dos municipios y la exigencia de que los guerrilleros indultados no se incorporen al delito. Las FARC continuarán siendo calificadas como terroristas, mi gobierno no reconocerá el estatus de beligerancia".

Raúl Reyes, a nombre de las FARC,  también dejó en claro "que el encuentro se necesita para el bien de toda la región y particularmente para el pueblo colombiano que es víctima de las políticas del actual gobierno de Álvaro Uribe".

Demasiada intransigencia para imaginarse que la paz está a la vuelta de la esquina. En verdad, eso no le importa a Hugo Chávez. Su estrategia es distinta. Repetir los fenómenos bolivianos, ecuatorianos y nicaragüense es su objetivo. Alcanzar el poder democráticamente para después establecer una autocracia populista y revolucionaria.

No es una afirmación a la ligera decir que la democracia colombiana se encuentra en peligro. Ya lo insinuó  el diario El Tiempo en un editorial titulado "El Chávez que no conocíamos". Allí mantuvo que "posiblemente para los colombianos habrá un Hugo Chávez antes y otro después de la rueda de prensa que tuvo Álvaro Uribe en el marco de una visita que fue, por donde se le mire, extraordinaria… Chávez se declaró dispuesto a ir "al quinto infierno, pasando por selvas y charcos", para buscar el canje humanitario.

El problema político radica en que si se logra el intercambio humanitario, el gran triunfador es Hugo Chávez; si se fracasa, el gran perdedor será Álvaro Uribe. Este complicado dilema tendrá delicadas consecuencias en el futuro de Colombia. Ya lo afirma el diario El Tiempo, con gran perspicacia, al final de este editorial: "No hay que olvidar  los "inamovibles de Uribe en materia de canje. Y que, detrás de la calidad y desabrochada simpatía tropical del venezolano, yace una personalidad autoritaria y algo mesiánica, con proyectos de perpetuación en el poder y visiones de grandeza continental. Mucho después que Uribe haya salido del poder, Chávez seguirá ahí".

Justamente, esa es la gran debilidad de la democracia colombiana. Reemplazar a Álvaro Uribe en el liderazgo nacional no será fácil. No se observa,  en este momento, ninguna personalidad en los sectores conservadores y liberales con suficiente carisma y fuerza política para hacerlo. Esa será la gran oportunidad de Hugo Chávez y de la izquierda radical.

Colocará su prestigio y los dólares venezolanos al servicio de algún candidato con opción de triunfo. Una de las características de su personalidad es la perseverancia. De aquí en adelante, lo veremos actuar permanentemente hasta lograr su objetivo de controlar a Colombia para sus planes continentales. En ese esfuerzo, no le ha importado colocar de nuevo en la palestra pública el espinoso tema de la delimitación de las áreas marinas y submarinas con Colombia.

Los venezolanos debemos estar alerta. Hugo Chávez no le importa sacrificar los intereses vitales de nuestro país con tal de fortalecer su prestigio continental y alcanzar sus objetivos políticos. Ya lo demostró en el caso de nuestra reclamación  por el territorio Esequibo. Sin medir las consecuencias reconoció el derecho del gobierno guyanés de conceder concesiones a compañías extranjeras en dicho territorio en reclamación sin que Venezuela protestara. Un antecedente diplomático de delicadas e impredecibles consecuencias.

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