Nuestro pueblo ha resistido durante once años con un valor cívico admirable. Ese domingo debe ser percibido como una extraordinaria oportunidad para derrotar el autoritarismo militarista. El coronel José Machillanda Pinto, en un magnífico trabajo publicado por el Centro de Estudios de Política Proyectiva de la Universidad Simón Bolívar señala, en base a estudios muy bien sustentados, el debilitamiento progresivo del chavismo. No solo son los escándalos que han conmocionado las propias bases del Gobierno, sino el progresivo fin de las ilusiones. El liderazgo de Hugo Chávez se muestra cansado, debilitado, consumido por la inconsecuencia hacia los sectores populares, la ineficiencia en la acción de Gobierno y la creciente corrupción de la camarilla que lo rodea.
El abuso constante y permanente del régimen no ha tenido límites. Su objetivo ha sido doblegar la voluntad popular. Garantizarse el poder a cualquier costo. Las justificaciones sobran. Se necesita convencer a sus partidarios que esas acciones, totalmente contrarias a la ética política, buscan fortalecer un supuesto proceso revolucionario que logrará, en un futuro ya incierto, crear una sociedad más justa en donde "el hombre no explote al hombre", utilizando la tan manida frase de las cartillas elementales del marxismo. Una campaña de propaganda que busca engañar a los sectores menos favorecidos de la sociedad mediante el abuso de los medios oficiales y la limitación permanente de la libertad de expresión. Hay que evitar, de la manera que sea, que los venezolanos puedan evaluar con objetividad la acción de Gobierno. Hugo Chávez conoce, a la perfección, que si esto ocurre no hay manera de obtener el triunfo electoral.
La certeza de la derrota condujo al régimen a reformar la Ley Electoral, como primera y arbitraria medida para tratar de garantizarse el triunfo. Sin ninguna explicación se transformó el sistema electoral de proporcional a mayoritario para evitar la representación de las minorías. Se ratificó el ventajismo, al modificar los circuitos electorales y mantener entre los rectores del Consejo Nacional Electoral un número de sus partidarios para de esa manera poder abusar del poder en la campaña electoral. Sorprendentemente, estos abusos han sido contraproducentes. El sistema mayoritario es solo conveniente si se tiene una segura mayoría, pero si las circunstancias emocionales de la política debilitan la lealtad al régimen, puede tener consecuencias impredecibles. Tengo la impresión de que ese temor fue la causa que condujo al oficialismo a enviar sus huestes durante el simulacro de votación con el fin de tratar de asustar a los partidarios de la oposición.
Hugo Chávez ganó los anteriores procesos electorales porque fue capaz de crear una ilusión de justicia y equidad en amplios sectores de nuestro pueblo. Las próximas elecciones parlamentarias se presentan bajo unas circunstancias diferentes. El convencimiento popular de que la revolución bolivariana quiere conducir a nuestro país definitivamente hacia Cuba, le ha hecho perder a nuestro pueblo la fe y la esperanza. La pérdida de esa ilusión ha venido acompañada de una inmensa decepción provocada por la incapacidad del régimen para resolver los grandes problemas nacionales. La permanente protesta ciudadana es la mejor señal de lo que será la derrota electoral del chavismo el 26 de septiembre. Una nueva gesta civilista marcará nuestra historia. Esta verdad deben conocerla mis compañeros de armas. Respetar y hacer respetar el resultado electoral definirá el destino de Venezuela y el de la Fuerza Armada Nacional.
