Con los triunfos en Perú y en Honduras, además de Chile, recupera posiciones a la espera de conquistar en las elecciones de 2022 las joyas de la corona continental, Brasil y Colombia.
El esperado triunfo del izquierdista Gabriel Boric en
Chile no sólo altera el tablero geoestratégico de la región, hasta ahora
inclinado a la derecha. También abre una serie de incógnitas, tal vez la más
relevante es si será capaz de liderar una nueva izquierda progresista en el
continente o si se conformará con bailar al ritmo que marcan las revoluciones,
defendidas con mayor o menor énfasis por los distintos gobiernos populistas.
La pregunta recorre desde hace tiempo cancillerías,
redacciones y centros de pensamiento, convertida en inquietud desde ayer:
¿Cumplirá Boric con lo que viene predicando desde hace tres años o adaptará su
propia verborrea en apoyo del eje revolucionario?
"Los derechos humanos se deben respetar siempre, en
cualquier contexto y sin ninguna excusa", escribió Boric en su blog en
2018. En los últimos meses ha refrendado tales palabras y discrepó del
"gobierno autócrata/familiar de Ortega", además de mostrar su solidaridad
con quienes luchan contra el "autoritarismo" y las
"autocracias" en toda América Latina, en referencia a Cuba y
Venezuela. Una postura con la que discrepa del Partido Comunista.
Con especial dureza se enfrentó al caudillo sandinista
desde la detención de la ex comandante Dora María Téllez, que permanece en
prisión seis meses después sometida a la brutalidad de sus carceleros.
"Una masacre", tildó el presidente electo la operación de terror
impuesta por policías y paramilitares sandinistas. Tampoco refrendó la
"farsa" electoral, que sí contó con el aplauso de Evo Morales, Miguel
Díaz-Canel y Nicolás Maduro.
El "presidente pueblo" también ha escuchado los
mensajes de Boric: "Está violando gravemente los derechos humanos, desde
la izquierda debemos condenarlo sin matices".
"CHILE QUIERE UN CAMBIO CONSENSUADO Y NO
AVENTURERO"
Pese a la gravedad de sus denuncias, Boric las ha
proferido desde la izquierda casi en soledad. El sueño romántico de la
revolución cubana, convertido en pesadilla hace décadas, y las descomunales
ayudas económicas del "socialismo venezolano del siglo XXI" habían
apagado hasta ahora la mayoría de las críticas.
De puertas adentro, "Boric no viene a hacer la
revolución", constata la politóloga venezolana María Puerta Riera. El
apoyo del Partido Socialista y de la Democracia Cristiana y su viraje al centro
durante la segunda vuelta confirman que "Chile quiere un cambio
consensuado y no aventurero. Ese es su desafío", matiza el analista
Michael Reid.
Otra cuestión es dónde se situará en el plano
internacional, dando por descontado que no se sumará de forma automática a las
revoluciones, como sí hace Bolivia. En los distintos foros internacionales se
espera que mantenga posiciones cercanas a Argentina y, sobre todo, a México,
que a través de su presidente, Andrés Manuel López Obrador, intenta resucitar
las organizaciones panamericanas inventadas por Hugo Chávez a la vez que
blanquea sin rubor a las tres revoluciones.
"Boric ha aprendido a ser pragmático y a moderarse
con el tiempo. Representa la cara más joven de la izquierda democrática en
América Latina. Esto implica una enorme responsabilidad y oportunidad",
constata la politóloga Maryhen Jiménez.
"Lo preocupante es un escenario donde Boric se vea
rodeado por unos izquierdistas autoritarios, o al menos, capaces de convivir
con los autoritarismos de la región sin preocuparse por exigir una vuelta a la
democracia", subraya para EL MUNDO Puerta, profesora de gobierno americano
en Florida.
Con los triunfos en Perú y en Honduras, además de Chile,
la izquierda continental recupera posiciones a la espera de conquistar en 2022
las joyas de la corona continental, Colombia y Brasil.
EL VOTO DE CASTIGO
Pero más allá del giro ideológico, desde las revueltas
sociales de 2019, sumada la pandemia, la región vive el efecto voto de castigo
contra quienes gobiernan. En Bolivia, el año de transición protagonizado por la
oposición derechista fue un fiasco de tal tamaño que la mayoría del país andino
se decantó por la seguridad del Movimiento Al Socialismo (MAS). En Ecuador, el
conservador Guillermo Lasso puso final a las presidencias revolucionarias de
Rafael Correa y de su sucesor, Lenín Moreno. Lo mismo ocurrió en Perú, marcado
también por la polarización ya vista en Honduras y también en Chile.
"El triunfo del presidente Boric es del pueblo
chileno y de todo el progresismo latinoamericano. Su llegada al gobierno
confirma la tendencia progresista que vive la región. Abre además nuevos
espacios políticos para el pronunciamiento de fuerzas progresistas en las
elecciones de Brasil y Colombia del año entrante", celebró el Grupo de
Puebla (GP) en un comunicado, pese a que su apuesta inicial era por el
derrotado en primera vuelta, Marco Enríquez-Ominami, quien quedó en sexto lugar.
También derrotados resultaron otros candidatos del GP,
como el correísta Andrés Arauz y la izquierdista peruana Verónika Mendoza, que
contaron con el apoyo expreso del entonces vicepresidente del gobierno español,
Pablo Iglesias. El GP ha sumado a sus filas en diciembre a Adriana Lastra,
vicesecretaria del PSOE.
La ex ministra se une así al bloque español, encabezado
por el ex jefe del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, principal defensor
del régimen de Nicolás Maduro en el seno del GP. También participan de sus
reuniones la ministra Irene Montero y el ex juez Baltasar Garzón, defensor del
millonario magnate colombiano Alex Saab, considerado por la antigua fiscal
venezolana como el principal testaferro de Maduro.
En su última reunión en Ciudad de México, el GP no sólo
apoyó sin fisuras a las tres dictaduras regionales. También puso todo su empeño
en blanquear la violación de los derechos humanos, principal preocupación del
recién elegido presidente chileno.
"Boric estaría en desventaja, si realmente es
consciente del peligro de estos regímenes, porque el Grupo de Puebla ejercería
como muro de contención", alerta la politóloga María Puerta.