La necedad, la tozudez del Tea Party llevó a EU al borde de la quiebra. De haber sido así el mundo no hubiera sido un tranquilo espectador de algún evento político en el imperio del norte. El mundo se hubiera ido a la quiebra junto con la economía norteamericana. Nadie puede decir que los republicanos ignoraban el impacto, la dimensión de su obstaculización al techo de endeudamiento del gobierno. Pero para ellos, con lógica local, lo primero es exhibir y arrinconar a su odiado enemigo: Obama.

Es posible que, como señalan algunos analistas, el Tea Party no se diera cuenta de lo costoso que resultaba su estrategia en términos de costo político para los republicanos. El problema es que los republicanos moderados fueron rebasados por los extremistas. Hay crónicas que son de espantar. El periódico El País narra cómo cuando se les llamó a dialogar a un grupo de diputados ultraconservadores y dijeron que ya no servía negociar, que lo que servía era orar y se retiraron a elevar sus oraciones. En esas manos se bamboleó la economía mundial.

Es indudable que una parte del costo de las acciones de los ultras del té la van a pagar los republicanos. Fueron ellos los que, alentados por los medios radicales, y el dinero fanatizado, permitieron la entrada de esa gente a puestos de elección popular bajo sus siglas. Ahora pagan el precio de no poder influir en ellos. Cada partido tiene sus “ultras”, sus “puros”, el problema que enfrenta el partido republicanos es que no se trata de un grupo minoritario, sino de toda una fuerza económica, social y mediática que está dispuesta a devorarse a ese partido y que lo ha hecho quedar ante su electorado y el mundo como intransigente y desmedido.

Pero los demócratas también están en problemas. Hay quienes en esta crisis le adjudican todo a los ultraconservadores. Pero hay que ver qué hizo mal Obama. Algo le falló en su estrategia, eso es indudable. Y también el partido demócrata tiene sus problemas y no son menores. Independientemente de que fueron puestos contra la pared por los republicanos, los demócratas se “perredizaron” y su votación fue un desorden. En la cámara, la mitad de los diputados demócratas votaron a favor y la otra mitad en contra. Así que dejaron a su presidente a merced de los conservadores. La crisis no sólo fue económica, fue —y lo sigue siendo— política.

El resultado ante la población debe ser muy similar al que sucede en otros países, entre ellos el nuestro: la gente se cansa de ver que los políticos juegan con el destino de todos de una manera irresponsable. En México no tenemos reformas de fondo porque los partidos de oposición no quieren, no les da la gana. Pero el costo verdadero es para la democracia, que es un sistema que privilegia el diálogo y la negociación. Por supuesto que este sistema depende de personas y son ellas las que no cumplen su cometido, convirtiendo a la democracia en un sistema poco eficaz y frustrante para la población. A base de obstaculizar, los partidos convertirán a los autoritarios en figuras atractivas y a los autoritarismos en sistemas eficientes.