De Gaulle es todavía mucho De Gaulle. Rectificar al fundador de la V República no es tarea fácil en Francia y menos para la derecha heredera del gaullismo. Así que la decisión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de reingresar en el mando militar integrado de la OTAN - del que el general se salió en 1966-va a enfrentarse a no pocas dificultades. Las protestas empiezan a ser cada día más audibles, incluso en la derecha, y aumentan de calibre.

Tres ex primeros ministros - dos conservadores yun socialista-se han pronunciado estos días contra la iniciativa de Sarkozy, que a su juicio rompe brutalmente con la línea política de las últimas cuatro décadas y compromete, ni que sea simbólicamente, el principio de autonomía que había prevalecido hasta ahora. El más combativo es Dominique de Villepin, cuya beligerancia - teniendo en cuenta que Jacques Chirac intentó lo mismo en 1995-está viciada por su enfrentamiento con Sarkozy por el caso Clearstream. Villepin ha declarado que el reingreso en la estructura militar de la Alianza sería "una falta" y obligaría a Francia a "pasar bajo las horcas caudinas de otro país", léase Estados Unidos. Villepin insistió en ello el martes en una cena con una veintena de parlamentarios de la derecha y sus partidarios reclutan adeptos.

Más moderado en la expresión, Alain Juppé - quien ocupó el puesto de número dos en el primer Gobierno de Sarkozy-,expresó el miércoles serias dudas sobre la "utilidad" de la reincorporación de Francia al mando integrado de la OTAN. Yel socialista Lionel Jospin, en una tribuna publicada en Le Nouvel Observateur,afirmaba que ello significaría "la liquidación de una herencia y un contrasentido histórico".

El Gobierno alega que Francia ya está en la OTAN y participa plenamente en sus operaciones militares - con más de 4.000 soldados-,y que de lo que se trata es de poner fin a la "hipocresía" y recuperar peso e influencia. En cambio, subraya, Francia no perderá ni su independencia ni el dominio sobre sus armas de disuasión nuclear. Tales argumentos chocan, sin embargo, con una percepción más ligada a los principios que a las razones prácticas: el reintegro total acabará con un símbolo, un signo de identidad, una singularidad más de las que tanto gustan los franceses.

Con la oposición - socialistas y centristas-y una parte de la derecha en contra, el primer ministro François Fillon ha decidido de común acuerdo con el presidente ligar la suerte del Gobierno a la aprobación de este giro estratégico por el Parlamento: el reingreso en la cúpula de la Alianza será debatido por la Asamblea Nacional el próximo día 17 unido a una cuestión de confianza. En el caso, ciertamente improbable pero teóricamente posible, de perder la votación, el Gobierno caería. Todo sea para evitar disidentes.