Como se esperaba, el presidente de la UDF dejó libertad de voto a los diputados y militantes de su partido, y rechazó dar ninguna directriz a sus votantes, manteniendo así la equidistancia entre derecha e izquierda que está en la base de su éxito electoral del 22 de abril, en que alcanzó el 18,6% de los votos y se situó en tercer lugar en la carrera al Elíseo.

Del mismo modo, Bayrou eludió expresar cuál será el sentido de su voto, pero dio a entender claramente que no será para Sarkozy, a quien llegó a comparar con el político italiano Silvio Berlusconi: "En este momento no sé todavía lo que haré, aunque empiezo a saber lo que no haré", respondió a uno de los varios centenares de periodistas que se agolpaban en un salón del hotel Westin de París.

Bayrou pintó un sombrío panorama - "Somos un país con la democracia enferma, con el tejido social desgarrado y un crecimiento económico averiado", dijo- y advirtió que tanto Sarkozy como Royal representan un "riesgo" para Francia en la medida en que agravarán todos estos problemas. El líder centrista fue especialmente inclemente con el candidato de la derecha, de quien criticó "su proximidad con el mundo de los negocios y las potencias mediáticas" y "su afición por la intimidación y la amenaza", que llevarán - advirtió- a "concentrar los poderes como nunca lo han estado". Si gana, "Sarkozy va a agravar los problemas de la democracia y la fractura del tejido social", dijo. Los principales problemas de Ségolène Royal no los atribuyó tanto a ella - que consideró "mejor intencionada" que su rival-, como a su programa, que - afirmó- "agravará de forma duradera los problemas de la economía". Y atribuyó a ambos presidenciables un gasto desmesurado que provocará el aumento del déficit y la deuda.

Más allá de sus críticas, el líder centrista se mostró dispuesto a abrir un cierto juego a su izquierda y aceptó la oferta de la candidata socialista de debatir en público los planteamientos de uno y de otro para analizar la posible convergencia de ideas - debate que se celebrará probablemente el viernes ante el Foro de la Prensa Regional, aprovechando una cita ya programada por Royal-, y se mostró dispuesto asimismo a hacer lo propio con Sarkozy. Éste lo rechazó de plano ayer mismo, alegando que el único debate lógico es entre los dos candidatos de la segunda vuelta. "Yo estoy dispuesto a dialogar con François Bayrou, pero no a un debate, eso es confusión", dijo.

Ségolène Royal, que la víspera había llegado a ofrecer a la UDF tener ministros en un gobierno socialista si se llegaba a un acercamiento programático, ayer moderó notablemente el alcance de su iniciativa. El debate se reducirá, dijo, a un intercambio de puntos de vista, con el objetivo de "aclarar" las propuestas de su pacto presidencial. Y, de paso, mantendrá a Bayrou en la cresta de la ola durante la campaña de la segunda vuelta pese a haber sido eliminado de la primera. ¿Adónde puede llegar todo esto? No muy lejos. Descartada la posibilidad de una alianza, lo máximo que parece dispuesto a hacer Bayrou es, eventualmente, anunciar la semana que viene su voto por Royal. Y aún. El propio líder centrista admitió ayer que su electorado está prácticamente dividido entre Sarkozy y Royal.

François Bayrou se reivindicó ayer como un hombre libre y se ofreció a ejercer el papel de "contrapoder" sea quien sea quien llegue al Elíseo, convencido de que el resultado del pasado domingo confirma definitivamente la emergencia de un nuevo partido de centro capaz de hablar a los dos grandes de igual a igual y de pesar de forma decisiva en la política francesa. Fiel a su estrategia, el líder centrista anunció solemnemente la próxima disolución de la UDF en un partido de nuevo cuño - que probablemente se llamará Partido Demócrata, a la americana- que reúna sensibilidades de centroderecha y centroizquierda. El nuevo partido presentará candidatos a todas las elecciones, incluidas las legislativas de junio, y en todas las circunscripciones.

Las elecciones de junio van a ser una verdadera prueba de fuego para los centristas, se llamen como se llamen, puesto que el sistema mayoritario francés prima a los grandes partidos y castiga a los pequeños.

Bayrou propone reformar el sistema electoral para que la mitad de los diputados sean elegidos de forma proporcional. Pero mientras llega ese día - si llega- el panorama es difícil. La UDF cuenta actualmente con 29 diputados, que ha logrado en el marco de acuerdos preelectorales con la UMP, que en muchos casos se ha retirado allí donde había un candidato centrista. Ahora, a la vista de la deriva de Bayrou, los fieles de Sarkozy amenazan a los diputados de la UDF con cerrarles el grifo y muchos de ellos - conscientes de que se juegan el escaño- están tentados de seguir los cantos de sirena del líder de la UMP, que les propone integrar una "nueva mayoría presidencial multipolar", donde el centrismo estaría representado.

Bayrou conoce perfectamente la situación de sus diputados. "Comprendo las presiones que reciben, pero no deberían impresionarles", dijo. Por si acaso, y para evitar fugas, ha permitido incluso que quien quiera exprese públicamente su apoyo a Nicolas Sarkozy.