Cuando un pueblo como el de Bolivia recurre a un personaje trompetero de la calaña de Evo Morales para que gobierne su destino, sólo cabe interpretar el gesto como el de una expresión terminal de abatimiento, como un grito furioso de desesperación o de hartazgo colectivos ante una incierta encrucijada histórica. Muy negro debe percibirse el futuro en el interior de este país y un gran pesimismo tiene que zarandear a su población en el momento presente para confiar el porvenir al siniestro y radical Evo Morales.

La realidad política en Bolivia, soberana y tozuda, es que las urnas, con un holgado margen de votos, han otorgado el poder a un político estrambótico, representante del más nocivo populismo latinoamericano, que tanta miseria y tantos recortes a la libertad ha ocasionado en ese continente. A un líder indigenista con una trayectoria plagada de sucesos, pendencias y desvaríos que no auguran nada positivo ni fiable para Bolivia desde ahora mismo. Los seguidores de Morales se han apresurado a calificar su victoria como de un auténtico plebiscito, y nos podemos hacer una idea cabal de lo que eso significa.

Las reacciones internacionales más efusivas ante los resultados electorales del pasado domingo en Bolivia se han producido, como no podía ser de otra forma, en las órbitas de Venezuela, Cuba y de los sectores más recalcitrantes de la izquierda bananera. Por su parte, el mundo económico ha reaccionado con análisis inquietantes de la situación y fuertes bajadas en los valores energéticos amenazados, mientras la opinión pública del mundo libre y las cancillerías de las grandes potencias optan discretamente, en las primeras horas, por un diplomático compás de espera hasta confirmar la deriva cocalera que toma el Movimiento al Socialismo (MAS), partido de Evo Morales.

La democracia y la libertad no se anotan un nuevo aliado en Bolivia. Lo hacen los malhadados regímenes que se emborrachan del poder absoluto y enajenado y cercenan los derechos humanos con la excusa de un fantasmal antiimperialismo ("socios y no patrones, pueblos y no imperios", dice Morales). Bolivia se asoma al abismo y habría que intentar por todos los medios al alcance del Derecho que no sucumba irremediablemente en él.