Ha tardado muy poco tiempo Evo Morales en ofrecernos una de las facetas más distintivas e inequívocas de los gobernantes autoritarios como es la de descalificar y motejar a la prensa independiente.
Nada más incompatible con el totalitarismo, y el iberoamericano no escapa a esta regla universal, que respetar y alentar el derecho fundamental a la libertad de información y de expresión. No existe ningún régimen despótico en el mundo, por definición, en el que se permita, se consienta o se acepte una versión de la realidad que no sea la estrictamente oficial. Esto lo ha aprendido con rapidez y aprovechamiento el presidente boliviano de sus nuevas, poderosas y asfixiantes compañías cubana y venezolana, que no lo dejan solo ni a sol ni a cumbre.
Evo Morales ha arremetido duramente en su gira europea contra la prensa libre, a la que hecho culpable de enturbiar las relaciones de Bolivia con países como España o Brasil. A los medios de comunicación críticos con su deriva fanática responsabiliza Evo Morales, representante del populismo más corrosivo, de sembrar la cizaña en su contra a propósito de las polémicas nacionalizaciones de hidrocarburos. Él sólo concibe el aplauso y la sumisión, aunque cabalgue en cada decisión sobre el lomo de un potro desbocado que burla las reglas del juego democrático y quiebra la seguridad jurídica.
La actitud de Evo Morales es la que corresponde a un perfecto déspota y no a un honesto demócrata. Atentar contra el mensajero es un objetivo básico del manual de cualquier dictadorzuelo. La reacción de Evo Morales trata de crear una cortina de humo sobre la gravedad y trascendencia de sus consecutivos atropellos a las empresas y bancos extranjeros dentro del país. Insultando a la prensa libre, Morales prepara además el terreno para fijar sus propias condiciones y organizar los medios de comunicación exclusivos que sustituyan la información plural por la propaganda, siguiendo las experiencias muy contrastadas de Hugo Chávez y Fidel Castro, que orientan celosamente al nuevo socio también en esta materia.
En unos meses, Evo Morales ha traspasado por completo la raya y ha confirmado los peores augurios sobre la limpieza de su gestión. Pisotear la libertad de prensa y atacar a los informadores incómodos es un peldaño fascista en una escalera de despropósitos y arbitrariedades que el presidente de Bolivia sube a toda velocidad.