Hace veinticinco años, en el debate de investidura celebrado en el Congreso de los Diputados, Leopoldo Calvo Sotelo, subrayó la importancia de nuestra vinculación con Portugal con palabras que es oportuno recordar ahora: "Hay que superar el desconocimiento y la consiguiente separación real entre nuestros pueblos.

Tal y como venían augurando todos los sondeos sin excepción desde hace meses en Portugal y con el aperitivo de los resultados municipales de octubre, el candidato del centro-derecha Aníbal Cavaco Silva se ha alzado con la mayoría absoluta de los votos en las elecciones presidenciales del pasado domingo. Los dos principales contendientes en esta campaña han sido dos políticos veteranos y expertos en la cosa pública. Suman un década cada uno en las más altas responsabilidades, como primer ministro Cavaco Silva, y como presidente del gobierno Mario Soares. Los parecidos terminan ahí.

Cavaco ha sido percibido como un político serio, fiable, firme, seguro y con las ideas claras. Soares era la referencia venerable de un partido socialista dividido e incompetente, que no ha sido capaz de convencer a los portugueses de la idoneidad para recibir un nuevo voto de confianza. Durante toda la campaña electoral, Mario Soares, humillado por las encuestas, ha mostrado un estilo tosco de competir que los portugueses han rechazado sin ningún miramiento hacia el anciano líder socialista, al que han relegado al tercer puesto en sus preferencias políticas.

Cavaco está obligado ahora a cohabitar con un primer ministro socialista, José Sócrates. En unas declaraciones publicadas en España el día anterior de los comicios (ABC 21/1/06) Cavaco decía que "en la situación actual, un presidente no puede quedar atado a las funciones protocolarias, ni puede ser un presidente distante de los problemas y preocupaciones de los ciudadanos. Seré un presidente activo". Toda una declaración de principios para un sistema político que prevé un protagonismo difuso del Presidente y un aviso claro para aquellos que pretendieran condenar a Cavaco a un mero papel decorativo a partir de ahora. Los portugueses, precisamente, esperan de Cavaco un rearme moral y político para afrontar con garantías su complicado futuro.

España y Portugal comparten muchas más cosas de las que la realidad se encarga de demostrar a diario. Cavaco ha mirado a España en numerosas ocasiones en sus discursos. Hace veinticinco años, en el debate de investidura celebrado en el Congreso de los Diputados, Leopoldo Calvo Sotelo, subrayó la importancia de nuestra vinculación con Portugal con palabras que es oportuno recordar ahora: "Hay que superar el desconocimiento y la consiguiente separación real entre nuestros pueblos. Hay que colaborar estrechamente con Portugal y alcanzar un entendimiento sólido y duradero". Un año después, Felipe González, en un trámite parlamentario semejante, diría que "una política española que no colocase como una de sus principales prioridades la amistad y la cooperación con Portugal carecería de visión y de realismo". Sería, sin embargo, José María Aznar quien llevó más lejos y con más sinceridad el objetivo de alcanzar unas relaciones más estrechas que nunca entre ambos países.