La prensa local refleja con gran asombro de todos el asesinato de Robert Serra, diputado a la Asamblea Nacional en la filas del partido de gobierno, y su asistente María Herrera. Esta lamentable circunstancia ocurre de manera dramática. Quienes ejecutan a las víctimas lo hacen con saña, lo cual refleja animadversión hacia los jóvenes en cualquier hipótesis planteada.

Independientemente de las pesquisas puedo suponer que este delito, si fue ejecutado por extraños al vínculo, es un mensaje que han querido hacer llegar. Si por el contrario quien lo emprende es muy cercano al occiso, todo indica que es una afrenta personal reivindicada con el execrable ardid.

Tal suceso de sangre coincide con la búsqueda y posterior muerte del lugarteniente de Serra junto a otros en los colectivos políticos, José Odreman, procedimiento no explicado por las autoridades. Transcurren los días y no hay hipótesis oficial. Sin embargo, en los ambientes policiales se comenta con certidumbre que estos crímenes podrían haber sido emprendidos por sectores afines a la militancia electoral producto de rivalidades internas dentro del chavismo.

Nicolás Maduro se desgarra las vestiduras y en llorosa alocución expresa que la muerte del legislador como de Odreman serán debidamente aclaradas y sobre los culpables recaerá todo el peso de la ley.

En Venezuela, según las últimas estadísticas no oficiales, los homicidios en manos del hampa aumentan consecutivamente como al igual otros delitos no castigados. Maduro debería lloriquear a diario por la agonía de los padres al ver 41 muertos, 674 heridos y más de 2,200 detenidos sin juicio, por manifestar. Claro sin referirnos a las cifras históricas de quince años del chavismo-madurismo. Se nota que el ciudadano común quienes en resumes de miles cae en las calles no es del dolor de mandatario; con razón al cuestionado rector lo consideran un extranjero al mando en Miraflores.

Nada de extraño tiene que Maduro Moros denuncie una conspiración internacional como la culpable de los acontecimientos cuyos autores materiales posiblemente estén dentro de las huestes de la izquierda revolucionaria.

Por otra parte, en materia económica Venezuela en estos días honra los tenedores de bonos de la nación cancelándoles intereses y capital por un monto aproximado de 3 mil millones de dólares de un total de ocho mil que debe liquidar este año.

Se desconoce de dónde sacará el poder ejecutivo dicho monto sin afectar las reservas internacionales.

Es tal la magnitud circunstancial de lo adeudado a instituciones que en foro realizado en Caracas sobre compromisos, el economista Asdrúbal Oliveros afirma con asombro que a partir del 2009 la acreencia venezolana toma características variadas por los cambistas en cuestión. Vamos desde corporaciones a las cuales les deben dinero para ser cancelado con divisas extranjeras hasta el trueque con China por bitumen y sus derivados.

Como siempre el pueblo es el perjudicado. Las autoridades monetarias han procedido a suspender vía CADIVI el otorgamiento de monedas a estudiantes en geografías lejanas y las ayudas contempladas por la ley para familiares. En el escrito que comunica tal demora deja a la deriva a miles de personas y establece que la contingencia se mantendrá hasta que el Banco Central de Venezuela cumpla las metas estatales trazadas.

Una vez más en nada se refieren a los ahorros que obtendrán del cobro de crudo vendido a países que a la fecha incumplen contratos por tal concepto energético; apelan sin justificación al exiguo y empobrecido bolsillo del parroquiano.

Asevera el profesional José Guerra que para concluir con las obligaciones establecidas, el poder ejecutivo incumbirá echar mano a las reservas del instituto emisor, las cuales suman veinte mil millones de dólares. Los resguardos para la compra de bienes esenciales están conformados por 16 mil millones en oro y 4 mil en metálico.

Según puntualizan expertos públicos, para concluir los pagos internos las jerarquías pondrán a funcionar la máquina de hacer billetes de curso legal, sin respaldo alguno. Ello traerá como consecuencia una mayor inflación, depreciación del bolívar, continuas pérdidas de plazas para laborar y desabastecimiento.

Ante la agonía que se presentará de nuevo, la administración central responde con evasivas a través del gobernador del estado Guárico, Ramón Rodríguez, al aseverar que las derivaciones de tan alocadas decisiones son responsabilidad de quienes disienten de la revolución. Cada vez que el comunismo mandante en Venezuela comete un desafuero buscan a quien responsabilizar de la atrocidad.

Durante este tiempo el barril de petróleo continúa su descenso en los mercados internacionales, mientras la corrupción y el terrorismo de estado profundizan su maniobra sin importarle nada ni nadie. Hoy reservas hay, mañana que Dios los consiga confesados.