Los rusos con altos niveles de renta hace tiempo que compraron inmuebles en Londres y en otras ciudades europeas y estadounidenses. También poseen villas en zonas costeras de España, Italia, Francia, Chipre y en los estados norteamericanos de Florida y California.

Algunos viven fuera de Rusia de forma casi permanente y otros tienen a sus hijos estudiando en universidades como Cambridge, Oxford o Harvard. Suelen tener el dinero en bancos suizos y muchos se benefician de visados de larga duración para poder viajar en cualquier momento sin cortapisas.

Este nutrido contingente incluye, no sólo a los multimillonarios, sino también a pequeños y medianos empresarios, funcionarios de cierto rango, directivos de grandes compañías y profesionales de alta cualificación. Todos ellos están ahora preocupados porque notan que el presidente Vladímir Putin tiene muy mala imagen en Occidente y porque observan que las relaciones con Estados Unidos empeoran por momentos y no mejoran con el Reino Unido y otros países de Occidente. Si se declara una nueva «guerra fría» sus intereses podrían verse seriamente perjudicados.

El año pasado Estados Unidos aprobó un paquete de sanciones contra los responsables rusos implicados en la muerte del abogado Serguéi Magnitski, acaecida en 2009 estando recluido en un centro de detención preventiva de Moscú. Magnitski trabajaba para Hermitage Capital y, según el director general de la firma, William Browder, fue torturado por los carceleros, que le negaron además la asistencia sanitaria. Browder sostiene que Magnitski fue eliminado por investigar una trama de corrupción en el Ministerio del Interior ruso.

«Alarma»

Serguéi Guríev, director de la Escuela de Economía Rusa, asegura que «hay alarma en el mundo de los negocios ruso ante la posibilidad de que la Unión Europea y el Reino Unido adopten también sanciones por el caso Magnitski. Es en esos países en donde nuestros empresarios tienen gran cantidad de activos y en donde estudian sus hijos». German Gref, antiguo ministro de Economía y actual presidente de la entidad financiera rusa Sberbank, también expresó hace unos días en el Foro Económico Mundial de Davos su preocupación por el «negativo cariz» que están adquiriendo las relaciones entre Moscú y Washington.

En Davos, precisamente, fue en donde, según el periódico alemán «Handelsblatt», algunos empresarios rusos se quejaron de la «mala imagen» que tiene Putin en Occidente. En el marco del Foro Económico Mundial, el financiero estadounidense de origen húngaro, George Soros, afirmó que «Putin se aferra al poder porque es la única forma en la que se siente seguro».

El presidente ruso cosechó en sus dos primeros mandatos (2000-2008) duras críticas de Estados Unidos y de la mayoría de los países de la Unión Europea por acabar con muchas de las libertades conquistadas en la época de Borís Yeltsin, por meter en la cárcel al ex presidente de la petrolera Yukos, Mijáil Jodorkovski y por no haber propiciado el esclarecimiento de muchos asesinatos como el de la periodista Anna Politkóvkaya, o el exespía, Alexánder Litvinenko.

Profunda brecha

Tras su regreso al Kremlin, en mayo del año pasado, Putin ha endurecido su postura con respecto a la oposición, ha restringido más libertades, ha hecho que empeoren las relaciones con EE.UU. y ha abierto una profunda brecha con Occidente tras la condena a dos años de cárcel para tres de las componentes del grupo radical Pussy Riot y la tramitación de una ley que estigmatiza a los homosexuales.