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05/01/2013 | La corrupción amenaza la seguridad de Rusia

Rafael Mañuecos

Putin lanza una campaña in extremis, pero nadie cree que vaya en serio.La popularidad del presidente se resiente.

 

En Rusia el dinero no llega a donde quiere el Gobierno, la arbitrariedad burocrática ahuyenta a los inversores, el presupuesto destinado al Ejército se roba a espuertas, impidiendo así su modernización, y ello en un entorno en el que los sobornos provocan una subida sin precedentes de los precios en todos los sectores del consumo.

Según Transparency International, Rusia ocupa en el mundo el lugar 133 en «percepción de corrupción». La lista la encabezan los estados más transparentes (Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda) y el último puesto, el 174, lo comparten Afganistán, Corea del Norte y Somalia. España se encuentra en la posición 30, Alemania en la 13, Estados Unidos en la 19, Francia en la 22, Italia en la 72 y Grecia en la 94. De esta forma, Rusia es el país más corrupto entre los miembros del G20.

Pese a todo, el país eslavo ha mejorado relativamente, subiendo 10 lugares con respecto al año anterior. Pero no porque haya menos corrupción sino por el hecho de que esta lacra ha aumentado considerablemente en el resto del mundo.

El ex ministro de Finanzas ruso, Alexéi Kudrin, ve una relación directa entre los ingresos generados por la venta de petróleo y gas, el aumento del gasto público y la corrupción. Según su opinión, «cuando se produce un incremento explosivo del gasto aumenta el número de eslabones en la cadena administrativa y cada uno de ellos aspira a recibir su parte del pastel».

El jefe de la Cámara de Cuentas de Rusia, Serguéi Stepashin, ha advertido que «más de un billón de rublos -unos 24.000 millones de euros- desaparece anualmente de las arcas del Estado». El Comité de Instrucción, órgano judicial desgajado hace poco de la Fiscalía General, anunció en un comunicado emitido esta semana que se han iniciado más de 16.500 causas por corrupción en los primeros nueve meses de 2012, un 50% más que en 2011.

La oposición y determinados sectores intelectuales llevan tiempo denunciando la corrupción, la cual, según un sondeo, se ha agravado durante los años en los que el presidente Vladímir Putin dirige el país. Así lo estiman seis de cada diez rusos encuestados.

El activista que más ha contribuido a crear una conciencia social en contra de los abusos del funcionariado ha sido Alexéi Navalni, uno de los líderes del actual movimiento de protesta contra Putin. Se ha convertido en el receptor de la mayor parte de las denuncias por corrupción y cuelga los casos más flagrantes en su blog.

«Ladrones y estafadores»

De Navalni fue la idea de llamar a Rusia Unida, formación creada a instancias del Kremlin, «el partido de los ladrones y los estafadores». Sus revelaciones contribuyeron de forma decisiva a la sensible caída de votos a favor de Rusia Unida en las legislativas de hace un año.

Desde que regresó al Kremlin, el pasado mes de mayo, la popularidad de Putin también se resiente. Según un reciente informe del centro sociológico ruso Levada el jefe del Estado ha perdido un 6% de apoyo de la ciudadanía.

Gueorgui Satárov, presidente de la fundación para el estudio de la corrupción INDEM, está convencido de que «a Putin le preocupa y mucho que la corrupción le esté haciendo perder el control del aparato de Estado». Por su parte, Elena Panfílova, responsable de la delegación en Moscú de Transparency International señala que «no es posible seguir sin plantear una lucha en serio contra la corrupción (...) el poder necesita garantizar la firmeza de la vertical de mando».

Efectivamente, el máximo dirigente ruso parece haberse dado cuenta del desafío y ha lanzado una nueva campaña anticorrupción que ha impactado de lleno en la línea de flotación de ministerios clave, como los de Defensa, Interior y Agricultura. Tanto él como su primer ministro, Dmitri Medvédev, han reconocido reiteradamente que «la corrupción amenaza nuestra seguridad nacional».

El titular de Defensa, Anatoli Serdiukov, fue destituido el 6 de noviembre. Su presunta amante, Evguenia Vasílieva, que dirigía la empresa «Oboronservice», está acusada de apropiación indebida de fondos del Estado. «Oboronservice» fue la estructura utilizada para privatizar a precios de ganga las propiedades de Defensa y el daño asestado al presupuesto se calcula en 75 millones de euros. El año pasado, según la Fiscalía Militar, unos cien millones de euros fueron a parar a los bolsillos de generales y contratistas corruptos.

Ha habido muchos otros ceses en distintos ministerios, pero, a juicio de Satárov, todos los casos destapados en noviembre «no son más que la punta del iceberg de un problema mucho más profundo y extendido».

La oposición habla de una «cortina de humo»

El presidente ruso acaba de promulgar una ley que obliga a los miembros del Gobierno a declarar sus gastos y los de su familia. El Parlamento estudia además prohibir a los funcionarios tener dinero y propiedades en el extranjero y prepara una normativa para elevar hasta los 20 años las penas de cárcel por delitos de corrupción.

Pero los rusos son escépticos y no creen que las actuales medidas vayan a servir para gran cosa. Son ya muchas las campañas anticorrupción lanzadas desde que Putin llegó al poder, hace trece años, y el resultado ha sido prácticamente nulo. Una encuesta del Centro Levada dada a conocer a comienzos de mes indica que un 60% de la población cree que la actual campaña anticorrupción no es más que un espectáculo para desviar la atención de los problemas reales del país. La oposición lo llama «cortina de humo».

La experta del Centro Carnegie de Moscú, María Lipman, escribe en un artículo publicado en noviembre por «The New Yorker», refiriéndose a Putin, que es un contrasentido que el mismo líder «con quien la corrupción ha alcanzado dimensiones descomunales se proponga ahora erradicarla».

En todas las esferas

La corrupción en Rusia, considera Satárov, «está extendida en todas las esferas de la vida cotidiana». Según el presidente de la fundación INDEM, «hay que pagar sobornos en la Sanidad, para que una operación urgente no tenga que esperar por culpa de las colas, en la Educación, para que tus hijos sean admitidos en una determinada escuela o para superar el examen de ingreso en la Universidad. También para liberarlos de hacer la mili, lograr unas condiciones de servicio confortables o hacer que un pariente con condena de cárcel tenga una reclusión más llevadera».

Satárov sostiene además que el acceso a algunos cargos públicos se puede comprar o vender así como también la obtención de un empleo. Es necesario «untar» igualmente si se quiere evitar una inspección de Hacienda o una multa de tráfico. Para que avance cualquier trámite que permita abrir un negocio o conseguir un permiso para construir un edificio es imprescindible acudir a la Administración con el sobre de rigor bien repleto de billetes.

«Un constructor se gasta la mitad de su inversión en sobornos y los materiales que necesita para la obra también valen el doble, ya que los proveedores tuvieron que pasar por lo mismo. El resultado es que el comprador de un piso paga un precio, como mínimo, tres veces superior al valor real de la vivienda», afirma Satárov. El mismo esquema funciona en todas las demás áreas del consumo y de ahí lo enormemente caro que resulta vivir en Rusia, especialmente en las grandes ciudades.

Satárov subraya que, además del soborno, en Rusia se practican profusamente el «raspil» y el «otkat». El primero es lo que se conoce como apropiación indebida de fondos públicos y el segundo es una comisión ilegal para lograr una concesión del Estado.

El dinero procedente de las corruptelas es utilizado por los funcionarios para abrir negocios a nombre de familiares o testaferros. Muchos de ellos mueven además hilos en la Policía, la Hacienda o la Justicia, estamentos que suelen utilizar en beneficio propio para eliminar competidores. El dirigente ultranacionalista, Vladímir Yirinovski, mantiene que «es mejor terminar de una vez con la corrupción, aunque ello suponga una pesadilla, que soportar una pesadilla interminable».

EN CIFRAS

- Rusia tiene una de las calificaciones más bajas del mundo en cuanto a transparencia. En una lista con 174 puestos ocupa el 133. Es el país más corrupto entre los miembros del G20.

- La Cámara de Cuentas rusa reconoce que más de 24.000 millones de euros desaparecen cada año de las arcas estatales del país.

- La Justicia rusa inició en los primeros nueve meses de 2012 un total de 16.500 causas penales por corrupción, un 50% más que en 2011.

- Seis de cada diez rusos creen que la corrupción se ha agravado desde que Vladímir Putin se encuentra al frente de Rusia.

- Las recientes destituciones por escándalos de corrupción no han contribuido a elevar la popularidad de Putin, sino al contrario. Desde su regreso al Kremlin en mayo ha perdido un 6% de apoyo.

- Un 60% de la población cree que la actual campaña anticorrupción en curso no es más que un espectáculo para desviar la atención de los problemas reales del país.

ABC (España)

 


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