Como otros cables obtenidos por MILENIO Diario vía la ley de transparencia de Estados Unidos, éste detalla que la perspectiva de una victoria lopezobradorista generó impactos en los mercados como “un deslizamiento del peso” y que al menos hubo algunos que, en la comunidad de inversionistas, echaron sus barbas a remojar frente a un posible cambio de rumbo en México.
La fuga de capitales fue rechazada en todo momento por el gobierno federal. Pero la embajada estadunidense documentó que un total 840 millones de dólares dejaron el país. “El optimista jefe de Bank of America en México nos dijo que la fuga de capitales no debía exceder los 500 millones de dólares”, se anota en el documento.
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Redactado del puño y letra del embajador Tony Garza, otro cable fue enviado a Washington la noche del 16 de julio de 2006, cuando las últimas personas ya se retiraban del Zócalo después de escuchar un discurso de López Obrador. Marcado como confidencial, estaba dirigido al Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el máximo órgano de toma de decisiones estratégicas del gobierno federal estadunidense.
“López Obrador ha llamado a la resistencia civil”, comunicó el embajador estadunidense en México. “De acuerdo con un contacto del PRD, López Obrador no estará satisfecho si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordena solamente un recuento de votos en 50 mil precintos. Nuestro contacto (…) advirtió que si el Tribunal no procede con un recuento total, el país corre el riesgo de ser ingobernable”.
Al texto habrían tenido acceso algunos o todos los integrantes del Consejo de Seguridad Nacional, es decir el presidente George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, el director nacional de Inteligencia, John Dimitri Negroponte o el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, el general Peter Pace.
Como éste, una veintena de cables desclasificados por el Departamento de Estado dan cuenta de cómo fue que la embajada de Estados Unidos en México siguió el arranque de la resistencia civil pacífica de López Obrador, movimiento al que vigiló de cerca durante varios meses a través de su red consular y sus oficinas en la Ciudad de México.
El cable inicial, cuyas conclusiones fueron clasificadas por Washington ante el temor de que sus revelaciones afectaran las relaciones con México, ofrecía a sus lectores en Washington un croquis detallado de las acciones planeadas por López Obrador, desde ordenar vigilias en torno a las casillas con boletas electorales hasta las advertencias lanzadas a su rival, Felipe Calderón.
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Una vez que Paseo de la Reforma fue tomada por los simpatizantes de López Obrador, la embajada pidió a funcionarios de su oficina de Asuntos Políticos visitar lo que denominó “el territorio cero” de la protesta contra las irregularidades de las elecciones del 2 de julio para palpar la situación y enviar un reporte de vuelta a Washington.
El reporte R 03133 Z, clasificado como “sensible”, es el producto de esa visita. “El 31 de julio y el 2 de agosto, nuestros oficiales políticos visitaron el Zócalo para observar la protesta de López Obrador. Miles de manifestantes se encuentran acampados en la plancha, las calles que llevan al centro y Paseo de la Reforma”, indicó la embajada. “Estos campamentos están bien organizados”.
Del texto se desprende que los oficiales políticos entablaron diálogo con algunos de los manifestantes, a quienes sondearon sobre cuánto tiempo estaban dispuestos a resistir a la intemperie, en campamentos a los que la embajada calificó de “festivos y animados”.
Los oficiales políticos regresaron el 2 de agosto para recabar más información, después de lo cual se informó a un conglomerado de dependencias en Washington —incluidos los Comandos del Norte y el Sur del Pentágono— que “tras hablar con los manifestantes, nos quedó claro que quienes han decidido quedarse en los campamentos son el verdadero núcleo del movimiento de López Obrador”.
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El dossier P 2710507 Z, redactado para la visita del secretario de Salud de Estados Unidos, Mike Leavitt, a Hermosillo en noviembre de 2006 –días antes de la toma de posesión de Felipe Calderón—da una idea de qué opiniones generó López Obrador en la embajada.
“Aunque la elección presidencial por fin ha sido resuelta, el candidato perdedor no ha mostrado ninguna intención de retirarse dignamente. Continúa sosteniendo pretensiones maximalistas, llamándose a sí mismo ‘el presidente legítimo de México’ y formando un ‘gobierno itinerante’ llamando a más actos de resistencia civil pacífica e incluso advirtiendo que no permitirá que el presidente electo, Calderón, tome protesta”, se expone.
Añade: “pero hay cada vez más señales de que muchos en el PRD piensan que las tácticas poselectorales de López Obrador han desacreditado al partido y quieren distanciar al PRD del candidato derrotado”.
En el mismo sentido crítico se redactó el dossier P 281672Z, entregado por el embajador Garza al subsecretario de Estado, Thomas Shannon, enviado por Bush como representante personal para la toma de protesta de Calderón en diciembre de 2006.
“Subsecretario, es un placer recibirlo en la Ciudad de México. Su visita llega en un momento crítico para México, con el presidente Vicente Fox preparándose para entregar el poder a su sucesor”, indicó Garza, quien repitió las advertencias hechas a Leavitt en torno a López Obrador.
Pero ya adelantaba un posible debilitamiento de su movimiento: “Hay que ver cuánto apoyo partidista y financiero podrá tener AMLO en su estrategia. El nivel de apoyo partidista que reciba determinará si su movimiento se convierte en un serio impedimento para la administración de Calderón o se transforma en una mera molestia que puede ser manejada”.