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02/07/2010 | México - Gobernabilidad y violencia

Ruth Zavaleta Salgado

La sociedad mexicana requiere la generosidad de todas las élites del poder de nuestro país para enfrentar de fondo la inseguridad; México está herido y no podemos culparnos unos a otros; en este momento son necesarios la disertación y el diálogo.

 

El luto ensombrece al país. No es solamente el asesinato del candidato al gobierno de Tamaulipas. Como lo reseñan los medios de comunicación, desde hace meses, las ejecuciones que el crimen organizado opera en la entidad victimizan a civiles, políticos, cuerpos policiacos y militares.

Nadie se salva porque, inclusive, aquellos que denuncian las conductas delictivas son sujetos de la violencia. Son acciones para atemorizar a la población y demostrar quién tiene el poder de la violencia. Por eso, seguir en la indiferencia desde cada estado de la República argumentando que se trata de un asunto de la Federación es dejar indefensos a los ciudadanos que esperan seguridad de los gobiernos. Tampoco es un buen argumento de ningún partido político que estas muertes los agravien. La sociedad mexicana requiere la generosidad de todas las élites del poder de nuestro país para enfrentar a fondo la inseguridad y la violencia. México está herido y no podemos culparnos unos a otros. En este momento son necesarios la disertación y el diálogo para construir escenarios que nos blinden y garanticen la viabilidad de la gobernabilidad y el Estado de derecho.

Se requiere discutir a fondo las soluciones viables, no sólo de acciones punitivas de combate al crimen organizado o de prevención del delito, ahora la discusión de la legalización de ciertas drogas, la construcción de políticas públicas "identitarias" de la cultura de la legalidad por medio de la educación, la generación de empleo, la recreación, el deporte y la discusión de fondo del combate a la desigualdad, son urgentes y no son responsabilidad sólo del gobierno en turno aunque así lo marquen las facultades del ejercicio público, porque todos debemos ser conscientes de que la viabilidad de nuestra democracia está en juego.

La convocatoria del Presidente de la República a los partidos políticos, para unir esfuerzos y voluntades políticas, resulta básica, pues se trata de identificar claramente al enemigo de la República: el crimen organizado y la violencia.

En menos de un mes, el presidente Calderón tomó los espacios a nivel nacional para comunicarse con los ciudadanos y con la élite política. Sus tesis, que fueron esbozadas el 14 de junio, y presentadas un día después en cadena nacional, aclaran de antemano que el objetivo de su gobierno es brindar seguridad a los ciudadanos y no únicamente combatir al narcotráfico.

Ante los signos de división de la élite política, agudizada por la coyuntura electoral y la falta de cooperación que históricamente demostramos, la mano tendida por el Presidente es importante. Se trata de una convocatoria de estadista que las fuerzas políticas deben asumir sin recriminaciones, sin condicionamientos.

Asesinar al candidato no fue un ataque a un partido político, sino uno artero que ha recordado a muchos la imagen de un país llamado Colombia o de una ciudad de nombre Palermo que un día fueron tomados por la delincuencia organizada y sólo la voluntad sumada de todos pudo combatirla.

Si diversas fuerzas políticas y especialistas han dejado en claro que la estrategia del gobierno federal es equivocada, parece el tiempo en el que, a través del diálogo, pueda plantearse una nueva. No se trata de desechar lo construido. Se trata de escucharnos, de dialogar, de construir y de encauzar y con ello demostrar que estamos a la altura del país.

Si la arrogancia de algunos actores los lleva a deslegitimar y descalificar la convocatoria por los argumentos de desacuerdo con la política del gobierno y oponerse a cualquier iniciativa anteponiendo los ficticios o los verdaderos agravios, estaremos dándole la espalda a los ciudadanos, y a nuestros jóvenes y niños, principalmente.

Y en ese diálogo de las fuerzas políticas, también parece indispensable la voz de otros actores como los empresarios, los medios de comunicación, el sector religioso, el educativo y, por supuesto, la de los ciudadanos organizados en asociaciones sociales, políticas o simplemente desde el ámbito individual.

El frente común contra la delincuencia no solamente está integrado por las instituciones públicas o los partidos políticos.

Ese frente nace en cada colonia, cada barrio, cada hogar mexicano, ya cansado de ver que la violencia crece, que las llamadas a frenarla son constantes y parece que no pasa nada.

*Maestra en derecho constitucional por la UNAM

ruthzavaletas@yahoo.com

Excelsior (Mexico)

 


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