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08/07/2005 | La Falsa Promesa de La Ayuda Externa Para África

Ian Vásquez

La delusión de que los países ricos pueden rescatar a los países pobres de su pobreza si así lo quisieran hacer está expuesta al público a principios del mes de julio. Bob Geldof organizó conciertos de rock en ciudades alrededor del mundo para promocionar la idea, mientras que la reunión de los G8 en Escocia se enfocará mayormente en la cancelación de deudas y aumentos masivos en la ayuda externa para salvar a los pobres del mundo.

 

Desde ya, EE.UU. y Gran Bretaña han acordado cancelar la deuda de 18 países altamente endeudados, y el Presidente Bush ha prometido duplicar la ayuda externa estadounidense hacia África. Los ingleses están pidiendo un nuevo Plan Marshall para África.

Si la historia nos sirve de guía, las iniciativas de los G8 harán poco para reducir la pobreza en África, la región más pobre del mundo y en la cual se focalizan tanto los esfuerzos de los países ricos. La cancelación de deudas en sí no ha demostrado ser efectiva en el pasado. Desde los 1980s, los países altamente endeudados, muchos de los cuales están en África, han recibido más de $30 mil millones en cancelación de deuda, y aún así el problema de la deuda se ha empeorado. De hecho, los países han sido recompensados por tener políticas económicas malas y la ayuda externa ha asegurado la permanencia de estas.

La iniciativa para la cancelación de deudas de los G8 se trata en realidad del fracaso de la ayuda externa. De acuerdo al economista Adam Lerrick de la Universidad Carnegie-Mellon, 94 por ciento de la ayuda externa de los países altamente endeudados es debido a préstamos oficiales de acreedores tales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Desde los 1960s, África del Sur del Sahara ha recibido cerca de $500 mil millones en ayuda externa, aún así la región se ha empobrecido en las últimas décadas.

Es difícil concluir de este nefasto record que la solución es más cancelación de deuda y más ayuda externa. Propuestas para un nuevo Plan Marshall están fuera de lugar. En los dólares actuales, esa iniciativa de ayuda externa desembolsó alrededor de $100 mil millones a lo largo de 4 años luego de la Segunda Guerra Mundial. África, por lo tanto, ya ha recibido el equivalente de aproximadamente cinco Planes Marshall. Además, la ayuda a África ha estado aumentando y se encuentra a un nivel históricamente alto. La ayuda neta para el desarrollo hacia África era de alrededor de $24 mil millones en el 2003; por ende, la región está actualmente recibiendo ayuda externa a nivel de un Plan Marshall.

¿Por qué la ayuda externa se ha desempeñado tan mal y por qué no deberíamos esperar mejores resultados en el futuro? Para los 1990s, un muy atrasado consenso emergió entre los expertos en desarrollo de que la ayuda externa otorgada dentro de un ambiente de políticas económicas pobres no funciona. En general, no hay una correlación entre la ayuda externa y el crecimiento, pero en África la ayuda externa ha perjudicado el desarrollo al respaldar gobiernos con políticas públicas que en realidad han empobrecido a las personas.

Aún cuando la ayuda externa se supone que promueve cambios de políticas, falla en lograrlo. Los países prometen reformarse, reciben dádivas de los donadores, luego introducen reformas a medias o fallan en introducirlas del todo. Un estudio reciente del Banco Mundial observó el record de la ayuda externa entre 1980 y el 2000 y descubrió que “la ayuda externa en balance atrasa considerablemente en lugar de fomentar la reforma de políticas públicas de orientación de mercado”. Ese descubrimiento es consistente con un estudio anterior del Banco que observó que “la reforma es más probable que sea precedida por un declive en la ayuda externa que por un aumento de esta”.

Una razón por la cual la ayuda externa no promueve buenas políticas es porque las agencias de ayuda externa tienen un incentivo institucional para prestar. Cuando los prestamistas saben que los donadores prestarán sin importar su comportamiento, las condiciones atadas a la ayuda externa pierden credibilidad.

A pesar de la probabilidad de que aumentos masivos en la ayuda externa solo empeorarían la credibilidad de las condiciones de los donadores, los proponentes de más ayuda externa para África dicen que las cosas serán diferentes en el futuro. Los préstamos y sus condiciones de alguna forma tendrán credibilidad. La ayuda externa será dirigida sobre criterios “selectivos” hacia países que tienen buena gobernación y que hayan demostrado una disposición de reformar por si solos. La ayuda externa respaldará la salud y la educación, sin las cuales el crecimiento es socavado.

De hecho, no hay razón alguna para creer que la efectividad de la ayuda externa mejorará de manera notable. Las agencias prestadoras todavía carecerán de un mecanismo para asegurar el cumplimiento y los países ricos todavía dependerán de tales agencias, la cuales tiene un record comprobado de mal juicio, para determinar qué países merecen ayuda externa y cuándo.

El Banco Mundial ahora dice que está redirigiendo sus préstamos hacia gobiernos con mejores políticas e instituciones, pero una auto-evaluación reciente del Banco concluyó, “Hasta ahora, hay poca evidencia de que la gobernación está mejorando o que la corrupción está disminuyendo”.

Un nuevo estudio del FMI provee aún menos razones para ser optimistas. El Fondo descubrió que la ayuda externa no solo falla en aumentar el crecimiento, pero que “no hay evidencia de que la ayuda externa funciona mejor en mejores ambientes de política o geográficos”. Además, el FMI descubrió que “ninguna sub-categoría [de ayuda externa] tiene algún impacto significante…en el crecimiento”. El efecto en el desarrollo de la ayuda social, económica, o alimenticia, en otras palabras, es igual.

Las naciones africanas pueden ser prósperas, pero nos estamos engañando si pretendemos que los países ricos puedan obtener aquel resultado mediante transferencias de riqueza de gobierno a gobierno. La modestia está ausente en el debate. El difícil trabajo del desarrollo económico siempre le ha correspondido a África. Es hora de que los gobiernos africanos apoyen la libertad económica y de que los países ricos paren de incentivarlos a no hacerlo.

Ian Vasquez es director del Proyecto sobre la Libertad Económica Global del Cato Institute.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.

El Cato (Estados Unidos)

 


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